Por Sergio Crivelli
El desafío de Daniel Scioli al liderazgo de Cristina Kirchner es un cambio clave del escenario electoral. Puede reconfigurar la oferta peronista y también impactar sobre la de la oposición
La irrupción de la precandidatura a presidente de Daniel Scioli conmovió al kirchnerismo, abriendo una serie de incógnitas sobre el proceso electoral que aumentan la incertidumbre. La primera de ellas es el volumen de adhesión popular que puede alcanzar el ex gobernador. Hasta ahora no era medido por las encuestas porque su candidatura parecía muy poco probable, aunque algunas encargadas por el kirchnerismo y no difundidas por los medios le otorgaban un apoyo en la interna peronista que lo mostraba competitivo.
La segunda incógnita es cómo la recibirá el electorado general. En 2019 el actual gobierno cosechó un 48%. De ese porcentaje Cristina Kirchner se puede atribuir como propio alrededor del 25-28% que es el que le reconoce la mayoría de las mediciones.
El restante 20-25% de perfil estatista, antimercado y populista coincide con el nivel de indecisos y de abstención que muestra la casi totalidad de los sondeos. Representa una cantera importante para las aspiraciones de Scioli, que puede terminar recibiendo el apoyo de sectores populares y de clase media ajenos al progresismo y con baja capacidad de insertarse en el sector privado. Se trata de un importante filón antiliberal que difícilmente vayan a votar a candidatos de la coalición positora JxC.
Esa cuenta es la que hace Horacio Rodríguez Larreta a puertas cerradas para avalar su búsqueda de un “camino del medio”. Es también la que hacen Sergio Massa y Juan Schiaretti, que han obtenido buen rédito de los votantes que se inclinan por un cambio en las formas, pero que no termine con el modelo que está en crisis después de 20 años de dispendio fiscal insostenible para alimentar el clientelismo en las provincias más pobres y el conurbano.
Ese 20% que termina inclinando el fiel de la balanza en las elecciones generales está integrado por quienes reciben todos los meses un cheque del Estado bajo la forma de empleo público, planes, jubilaciones sin aportes, etcétera. Son millones y apoyan el “statu quo”. Por eso el interés de Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, entre otros, que trabajan en la incorporación a JxC de sectores peronistas dispersos en distintos distritos y que no comulgan con Cristina Kirchner.
Por último la tercera incógnita está relacionada con la manera en que Cristina Kirchner enfrentará la amenaza que significa para su liderazgo la candidatura de Scioli. La vice tuvo una reacción emocional de rechazo a su inesperado rival sólo comparable con la que le provocó la condena a seis años de prisión por corrupción.
No le pareció suficiente con el violento comunicado en contra de Scioli difundido por el PJ bonaerense. Lo fustigó considerándolo un aliado del “partido” judicial por el que se proclama perseguida, mientras desde su entorno se le aplicaba el sambenito de “traidor”.
La derrota de la vice en la confrontación por la realización de las PASO fue doble y tiene pocos antecedentes. La única vez que se hizo una interna presidencial en el peronismo fue entre Carlos Menem y Antonio Cafiero, en la que el último contaba con todo el aparato de la “renovación”. De nada le sirvió; perdió a manos del riojano abriéndole la puerta a una década en el poder. Desde entonces y hasta su desaparición vegetó en el Congreso, lejos del poder real.
La segunda derrota de la vice estuvo vinculada con el porcentaje exigido a la minoría para integrar las listas. Scioli, el jueves a través de Aníbal Fernández, exigió una cifra, el 30%, que le permitiese atraer a dirigentes marginados por el kirchnerismo. En caso de no ceder, iría a plantear su reclamo ante la Justicia.
Inicialmente el “apriete” funcionó, demostrando dos cosas. La primera es que a la vice le entran las balas. Lo que no se sabe es qué daño le hizo esa. Tampoco cuál será la reacción de gobernadores e intendentes que hace dos décadas están sometidos a su imperio. 24 horas más tarde el sciolismo denunció una trampa: las condiciones pactadas para la elección nacional, no fueron respetadas para la bonaerense, donde el kirchnerismo piensa refugiarse. La pelea se reanudó.
Otro hecho destacado es que la Justicia se ha convertido en un jugador político de primera magnitud. No sólo sacó de la cancha a caudillos provinciales como Manzur y Uñac; obligó a la vice a abrir la caja de Pandora de la interna, cuando ella imaginaba que estaba todo listo para ponerle el moño.
En suma, lo que la irrupción de Scioli demostró es que Cristina Kirchner no puede definir discrecionalmente la fórmula presidencial mediante un tweet. También que Scioli deberá prepararse para una interna furiosa y disponer de una estructura que le permita controlar el comicio. De la campaña, en cambio, no deberá preocuparse: el kirchnerismo se la está haciendo gratis con sus incontables errores.
Fuente Perfil