Por Florencia Saez Benito*
En estos días se ha creado un gran revuelo en diferentes redes y portales a causa de un “tal” Lucas Luna, quien hasta hace pocas horas era precandidato al Parlasur por La Libertad Avanza, debido a su arrebatada y poco acertada frase “Nadie quiere votar a un discapacitado” “La gente vota a gente como uno”, refiriéndose a Franco Rinaldi (Pre Candidato a legislador porteño), recordándonos con sus actitudes al tan reconocido personaje de Peter Capusotto Micky Vainilla.
Todo esto en el marco de un space de twitter publicó, con un gran número de oyentes y participantes, de los cuales varios son sus pares. El, seguramente acostumbrado a la sucesión de propuestas delirantes de su grupo político y los tonos comúnmente empleados, sintió seguridad de recibir aprobación.
Claramente, sus expresiones trascendieron y los repudios y críticas aún se continúan multiplicado desde muchos sectores, lo que socialmente nos da un cierto alivio.
Pero sería conveniente analizar este fenómeno un poco más allá porque nos invita a pensar sobre las propuestas reales de Milei y su equipo de fieles seguidores, que suelen dar valor de verdad sólo a opiniones intolerantes e irracionales.
Es lo más parecido a un espacio estilo tribal donde permiten y estimulan el surgimiento de las consignas más repudiables y extremas.
Pretenden irrumpir constantemente con contenidos que proponen siempre una batalla con los otros, adjudicándose la posesión de una verdad ilusoria.
La Libertad Avanza se ha transformado en un pretendido partido político que carece de pluralidad de ideas y se constituye en una estructura dictatorial que desconoce la igualdad y los derechos individuales, en el marco de su contradictoria auto referencia de “libertarios”.
Además, es evidente que usan la hostilidad como herramienta de comunicación y el desprecio como arma violenta para quienes piensan distinto.
Sus militantes se sostienen alienados desde una posverdad donde prevalecen las emociones intensas y las creencias dogmáticas y no las ideas.
Cabe preguntarse si se puede considerar a este “partido político” como una opción en una sociedad que ha aprendido a expresarse libremente y que ya no permite ser llamada a silencio frente a estos desatinos.
Es fundamental desatender a quienes quieren imponer una sola voz para confundir el silencio de mayorías con asentimiento.
Se advierte la descontrolada necesidad de La Libertad Avanza de disciplinar a una sociedad que presume distorsionada o rebelde para acallar a lo diverso y creativo.
Esto los inhibe de crear consensos, de estar a la altura de la discusión política que nuestro país requiere y la incapacidad para escuchar y entender a los otros. Que somos todos.
Es entonces que cabe hacernos la pregunta ¿Cuál es el límite? ¿Cuál es la responsabilidad que nos debemos como actores políticos en la sociedad en nuestras acciones y discursos?
¿Es la libertad de expresión una máxima tan mal entendida, que se la confunde tan fácilmente con el ataque a la dignidad de un otro sin reparo?
Denostar al otro por su discapacidad física, ser incapaces de entender que nadie es “como uno”, rechazar la diversidad y la inclusión, pretender silenciar las opiniones diferentes atentan contra la libertad y la democracia.
En el mundo de los Micky Vainilla, lo posible es sólo a su manera, con su mirada limitada y distorsionada desde el ombligo de la nada misma.
Por eso, hoy en La Libertad Avanza lo único que avanza es la mediocridad y violencia.
Abogada (UADE)
Maestrando en Estrategias y Geopolítica (UNDEF)
Presidenta de la Fundación Republica
presidencia@fundacionrepublica.org