A las cinco de la tarde, esa hora en la que los ciclistas cruzan la meta agotados tras horas de pedales y codazos, los restos de Alejandro ‘Federico’ Martín Bahamontes atravesaban el umbral de la catedral primada de Toledo. Aunque uno no elige el momento de su funeral, a Fede el suyo no le habría disgustado. Con un calor por encima de las posibilidades de cualquiera, como cuando el sol apretaba en los Pirineos o en los Alpes, pisaba el acelerador y les decía a los rivales: «Qué me voy. Adiós, muy buenas, el que pueda que me siga». Recién finiquitado el Tour de Francia, la carrera que le dio fama, gloria y dinero. Y en agosto, en las mismas fechas en las que hace cinco años falleció Fermina Aguilar, su mujer, y en vísperas de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad, a la que regaló el maillot amarillo ganado el 18 de julio de 1959, entonces festivo nacional. Tiempos de Franco, España en blanco y negro.
Este verano de 2023 ya ha pasado a la historia como el verano en que murió Bahamontes, que tenía 95 años y se había recluido al descubrirse la pandemia en Villanueva de Mancio, un pueblecito de Valladolid, con parte de su familia y después en el Centro Hospitalario Benito Menni, también en Valladolid, donde residió en sus días finales al aparecer las limitaciones físicas propias de alguien tan mayor.
Desde que se conoció el óbito, en la madrugada del lunes 7 al martes 8 de agosto, las muestras de cariño hacia un toledano universal han sido infinitas. Incluso el prestigioso diario francés L’Équipe le ha dedicado su portada. El martes, una legión de ciclistas aficionados escoltó el féretro desde la Puerta de Bisagra hasta el Ayuntamiento, que ha abierto sus puertas por primera vez para alojar la capilla ardiente de uno de sus vecinos. Por ella desfilaron este miércoles el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, grandiosos ciclistas como Miguel Induráin, Perico Delgado o Carlos Sastre, además de cientos de personas anónimas, simplemente agradecidas a un hombre que, con sudor y esfuerzo, hizo posible que los sueños se convirtieran en realidad.
Induráin, Perico y Sastre
«Una leyenda y un mito muy enraizado en la ciudad de Toledo» del que siente «admiración» toda España, dijo Iceta de Bahamontes, a quien puso como ejemplo de «seguir adelante en pendientes muy escarpadas, pero sin cesar en el esfuerzo y buscando siempre la victoria». «De carácter éramos diferentes, pero nos apañábamos bien», comentó Induráin, asegurando que sus hazañas «todavía se recuerdan por Francia». «Su forma de correr era más estilo película, más atacante, más escalador, pero siempre daba consejos. Que si el aire, el moverte en los abanicos, el calor, todo. Luego si le hacías caso, bien; y si no, no le importaba», añadió en declaraciones recogidas por EP.
Para Perico Delgado era «un crack, campeón, escalador puro, que hacía que la gente vibrara para bien y para mal». Preguntado si ha sido el mejor escalador de la historia, Delgado no quiso «entrar» en ese debate, aunque desde luego «méritos tenía». Y Carlos Sastre lo definió como «una persona entrañable, que está hecha a sí misma y que hizo lo que quiso hacer y lo hizo de la manera correcta». «Durante el Tour y durante las carreras más importantes siempre tenía esa llamada para darme un consejo y siempre tendré ese recuerdo suyo, que para mí es especial», recordó.
Los tres, Induráin, Delgado y Sastre, que como Fede forman parte del selecto club de españoles que han ganado el Tour de Francia, ya estuvieron en la ciudad hace cinco años, acompañando al ‘Águila de Toledo’ cuando se inauguró la escultura que sobresale en su honor en el paseo del Miradero. Una obra en bronce de Javier Molina que pagó la Fundación Soliss.

El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, puso a Bahamontes como ejemplo de «seguir adelante en pendientes muy escarpadas, pero sin cesar en el esfuerzo y buscando siempre la victoria»
A Fede aquel gesto de reconocimiento hacia su figura (¿cuántas personas, por muy importantes que sean, pueden presumir de tener una estatua en vida?) le colmó de orgullo. Sin embargo, seguía empeñado en que las administraciones públicas le echaran una mano para crear un museo con los millones de recuerdos que se amontonan en su peña de la avenida General Villalba y que valen oro. En la última entrevista en ABC, en agosto de 2019, decía que le gustaría que el museo estuviera en la esquina del edificio que hay detrás del Alcázar, muy cerca de su casa. Y se ha quedado con las ganas porque los políticos, da igual el color, no encontraron el momento oportuno para cumplir su deseo. El actual alcalde, Carlos Velázquez, se ha apresurado a declarar que habrá museo de la bicicleta y que, por supuesto, estará dedicado a Bahamontes.
Como también le dolió a Fede que nadie se hiciera cargo de la Vuelta a Toledo, una carrera dedicada a las jóvenes promesas, que se celebró durante 50 veranos seguidos gracias a su impulso y que murió por desinterés en 2015. «Todo el mundo quería coger el relevo… ¿dónde están ahora?», lamentaba en la citada entrevista de ABC.
La meta final
Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo, definió a Bahamontes como alguien «excepcional», que «después de muchas metas volantes ha llegado a la meta final». «Yo le admiraba mucho. Siempre he sido muy deportista y me encanta el ciclismo», dijo el prelado en su homilía, agregando que era «trabajador, sacrificado», con «esos valores que muchas veces hemos perdido en la sociedad».
La misa en la catedral estuvo a la altura del difunto. Una representación del cabildo secundó al arzobispo en el altar, mientras que en la primera fila se acomodaron la familia, a un lado, y las autoridades políticas, al otro. Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha y antes alcalde de Toledo, expresó que Bahamontes era una persona «hiperactiva», que siempre estaba «planteando temas» y que tenía «mucha capacidad de trabajo». «Hasta muy avanzada edad ha estado al pie del cañón y creo que es muy merecido este homenaje», afirmó.
Acabado el responso, dadas las últimas bendiciones, el féretro envuelto en las banderas de Toledo y España salía entre aplausos de la catedral y enfilaba el camino hacia el cementerio municipal. Que tiene sus cuestas y desde cuya cima descansará Fede tomándose un helado y esperando al resto.
Fuente ABC