La historia de Susana Trimarco está plagada de mentiras, fácilmente verificables por cualquiera que se anime a hacer un mínimo chequeo de sus declaraciones públicas contrastadas con sus dichos a nivel judicial y los datos de la realidad.
Entre otras cosas, miente respecto de la cantidad de chicas que rescató: si fuera cierto que liberó a las cientos de jóvenes que supuestamente rescató, deberían existir al menos la misma cantidad de expedientes iniciados “de oficio” por la Justicia, lo cual no ocurre.
Por otro lado, si esos números fueran reales, Argentina se convertiría de inmediato en el país con mayor trata de personas del mundo.
Tampoco dice la verdad Trimarco cuando asegura que ella misma ingresó a los prostíbulos y rescató a docenas de chicas con sus propias manos. La contradicen los investigadores judiciales e incluso personas de su confianza. Por caso, cuando le pidieron que describa los prostíbulos de La Rioja, no supo hacerlo.
De hecho, Pedro René Ledesma exjefe de Policía, a cargo de los allanamientos a El Desafío, Candy y Candilejas de La Rioja, aseguró a fojas 515/6, del cuerpo 3 que Trimarco nunca estuvo en los procedimientos.
“¿Participó algún familiar de Marita?”, le fue preguntado a Ledesma. La respuesta fue clara: “El padre presenció los allanamientos”. Insisten en preguntarle: “¿Era el único familiar?”. Ledesma no duda: “Sí”.
Falsea Trimarco incluso cuando habla de su propio estilo de vida: cuando su hija desapareció ni siquiera tenía calefón en su casa; ahora se mueve en una 4×4, tiene custodios, viaja a Miami y hasta se maneja con ostentosas limousines.
También miente respecto de su vínculo con Daniel Verón, el padre de Marita, quien falleció en 2010. “Estoy legalmente casada con el señor Daniel Horacio Verón con quien vivimos juntos hace 26 años”, dijo en el año 2002.
Sin embargo, su propio yerno, David Catalán, reveló el 6 de enero de 2003 que, cuando conoció a Marita, a fines de los 90, ambos ya “estaban separados”.
Trimarco jura que la relación con su hija era excelente, pero ello es relativizado por varios testigos. El propio Catalán admitió que “Marita lo amaba mucho a su padre”. No obstante, cuando le preguntaron respecto de la relación con su madre, admitió que apenas “tenían una relación buena”.
Luego, con incomodidad, la propia Trimarco debió decir la verdad: “¿Su marido antes de fallecer, donde vivía?”, le fue preguntado en sede judicial. Y la mujer admitió: “No vivía conmigo. Es cosa de mi marido y mío que no voy a responder. Pero no estábamos separados y lo atendí hasta el día en que se murió”.
¿Por qué esta última aclaración? ¿Por qué mencionar que atendió hasta último momento a su marido? Según familiares de la propia mujer, Daniel Verón terminó sus días en un hotel de mala muerte, bien lejos de la madre de Marita. Ergo, la relación no era tan buena como ella lo planteó.
El policía Roberto Villacorta lo reveló así en el expediente de marras el 16 de mayo de 2012: ¿Había conflicto de parejas? Más bien reclamos de ella hacia a él porque a veces se reunía con vecinos del barrio a beber.
Todas las contradicciones de Trimarco pueden verse en el expediente judicial, no hay nada secreto ni escondido. Solo que, como ya se dijo, nadie se tomó el trabajo de analizar esa causa.
Una de las cuestiones más graves aparece a fojas 67 del fallo de 2012, donde la mujer asegura desconocer al proxeneta José Medina, uno de los acusados por ella. No obstante, en una declaración anterior admitió que lo vio dos veces.
Solo hay que dirigirse a la foja 1.152 de la causa judicial original: allí, Trimarco refiere a Medina como “la misma persona que yo había visto en dos ocasiones en el domicilio de mi hija…”.
Hay severas contradicciones por doquier. No se trata de la opinión de un periodista, sino de evidencia que aparece en la mismísima causa judicial. ¿Por qué entonces esas contradicciones no aparecen en los grandes medios? Ya se explicó: nunca nadie se tomó el trabajo de analizar el expediente, solo se guiaron por las palabras de Trimarco.
En buen romance: todos se guían por los dichos de la misma persona que hoy tendría que estar siendo investigada. Su palabra es dogma y nadie se atreve a cuestionarla.
Los interrogantes se acumulan y nadie parece querer responderlos. Hasta que ello no ocurra, será difícil creer en la historia que insiste en contar públicamente Trimarco. Trama que se contradice con su propio testimonio judicial.
¿Qué pudo haber pasado con Marita? El testimonio de Irma Abraham —la mujer que habló con la hija de Trimarco poco antes de que desapareciera— del 3 de mayo de 2012 podría ser clave para entenderlo, sobre todo porque da detalles puntuales y fácilmente verificables, como el número de teléfono al que la hija de Trimarco la llamó. Textualmente contó la mujer:
Yo conversé con ella y me dijo que estaba cansada del trato que le daba su madre, le pregunté qué pretendía y me dijo que el padre era pintor, que trabajaba de pintor pero que en la casa mandaba su mamá. Me dijo que tenía una nenita, yo le pregunté por el padre de ella pero me dijo que en su casa mandaba sólo su madre. Cuando me enteré que desapareció, yo recé por ella y pensé que había ido a un lugar equivocado.
La recepcionista que está de turno, recibió el llamado a las 11 de la mañana. Ella no quería que yo diga a nadie que ella había hablado conmigo. ¿Cuánto tiempo duró esa llamada telefónica? 20 minutos, media hora, me dijo que andaba muy mal con su madre y que la madre le había dicho que ella no le iba a criar a otro hijo más, que vea qué es lo que iba a hacer.
Yo la vi a esta niña que tenía una inquietud, estaba muy afligida, corté y salí directamente a encontrarme con ella, como a las 11 de la mañana salí. Llegó con pantaloncito vaquero y una camisita blanca pegada al cuerpo, como si hubiera discutido con alguien.
Yo he repartido una tarjeta en todos los mostradores de Tribunales, y he pedido hablar con la jueza y ella no me quiso recibir.
Si se busca en Internet no se encontrará mayor información sobre esta línea de investigación, la de Abraham. Como se dijo, la única pista que se ha profundizado es la de los prostíbulos de La Rioja.
Una vez más: ¿Por qué no se trabajó sobre aquellos que juraron ver a Marita en los días posteriores a su desaparición?
Uno de esos testimonios es el de Mercedes del Valle Sotelo, ya fallecida, cuya declaración aparece a fojas 41:
La testigo declara ser argentina; ser instruida; ser soltera; tener 34 años de edad; DNI N° 20.163.424; ser ama de casa; tener domicilio en la Localidad de La Ramada.
Declara que el día 6 de abril de 2002 a las 09:45, en circunstancias que estaba abocada a sus tareas del hogar se hizo presente en la casa su vecina Lina Mendoza, quien le comunicaba que al frente del domicilio de la familia Carro se encontraba durmiendo una joven y para ser más preciso sobre el pasto, fue por ello que ambas se dirigieron a verla, pudiendo decir que estaba vestida un pantalón jeans azul, camisa turquesa mangas largas y calzaba zapatos con tacos y se encontraba su cabeza apoyada en las manos y tenía colocado en las orejas un par de aros, sin que esta mujer se haya despertado, pero inmediatamente se volvió a la casa.
Pero como a horas 10 es que la ve pasar por el frente de la casa y la misma la miró con la vista perdida, de tez blanca y desde unos pocos metros donde está su casa a la ruta le vio los ojos de color marrones grandes, de estatura normal, quien cojeaba un poco ya que se tomaba de la cintura y arrojaba piedras a los automóviles.
Seguidamente se le ponen a la vista fotografías en fotocopias 1 y 2 a los fines de que diga si es la misma persona que vio en esa oportunidad, Dice: que la que refleja a la persona que vio en esa oportunidad es la que se encuentra en la fotografía N°2, ya que sólo ver la mirada que tiene en el retrato es la misma persona que pasó en frente de su casa y la miró detenidamente. Que la misma continuó caminando por la ruta en dirección a la Ramada, sin que la haya visto en otra oportunidad.
Que de hecho tomó conocimiento cuando se hizo presente personal policial y le preguntó si había visto a una joven de unos 22 años que se encontraba extraviada y así fue que relató con lujos de detalles lo que sabía.
Otro de los testimonios a tener en cuenta es el de Elvira Arsenia del Carmen Acosta, ya mencionada anteriormente, quien declaró:
No recuerdo el día, yo vivía en los Gutiérrez con mi madre y mi hija, hacía poco tiempo que había fallecido mi madre, quedé con mi hija, me venían acompañar mis hermanos.
Al frente había como un asiento de cemento, vivíamos sobre la ruta. Un día alrededor de las siete de la tarde corro la cortina y veo una persona sentada sobre el cemento. No me llamó la atención porque sabía sentarse gente allí.
Pasaron unos veinte minutos y todavía estaba sentada. Le digo a mi hija “¿por qué no llamás a tu papá?”. Cuando puse pasador a la verja, esta persona me mira, una persona, mujer, de pelo largo, 26 años, con sus ojos extraviados, me miró y yo rápido me volví. Y mi hermano quedó con ella, ella se levantó y conversó con mi hermano.
Vi que esta persona se alejó hacia el chañar. Tenía una remerita color turquesa y zapatillas blancas. Ella parece que quería volver al centro. Le pregunté a mi hermano qué es lo que quería y, me dijo “no, quería ir al centro”.
Al otro día prendo la radio cuando escucho que pedían colaboración a la población cuando pedían por una persona con esas características, entonces llamé y dije que la había visto a esa persona el día antes.
Por si fuera poco, aparece un tercer testimonio, el de su hermano Eduardo César Acosta, aportado el 14 de marzo de 2012:
Esa tarde como a las seis, siete de la tarde, mi hija me vino a visitar a Los Gutiérrez, me voy a casa de mi tía. Salgo con mi auto, me voy por la orillita a la casa de mi hermana, cuando voy llegando veo una chica sentada en el pilar, no era la vestimenta de las chicas del barrio, estaba de jean, me dice mi hermana que le pregunte qué quería, cuando me acerco se levanta y la veo como manchada, mareada y sale la chica y dice “me voy para la (calle) Jujuy”, y cruza la calle y se va por la otra acera hacia la parada del colectivo.
Al otro día va mi hermana a mi casa con una foto y me dice “¿Te acordás de esta chica?”. Sí ella es, vamos y me lleva a la casa de ella.
Estaba el Sr. Verón y el Comisario Tobar, y ella le ha dicho que el Sr. Verón le dijo al Sr. Tobar “esto es o puede ser verdad porque cuando ella era chica vivíamos en la calle Jujuy”.
Como puede verse, no son pocos los testigos que han visto a la hija de Trimarco luego de su desaparición. ¿Por qué entonces solo se enfocaron los investigadores en la pista de La Rioja, que finalmente no condujo a nada?
Y una digresión al respecto: ¿Será real, como dicen no pocas fuentes de información, que Marita se hizo un aborto el día que desapareció y que ello explicaría que estaba como “drogada”, tal cual describen media docena de testigos?
Como sea, la otra pista que jamás se siguió fue la de los policías de que aseguraron haberla dejado en un ómnibus que regresaba a Tucumán. La trama la contó Víctor Armando Juárez, otrora jefe interino Comisaría de La Ramada:
Le pregunto cómo se llama, (me dice) Mirta Tunis (de) calle Jujuy 30. (Le pregunté) qué problema tenía. “Quiero volver a mi casa”. Por esa razón me pide por favor que la haga viajar.
Me pide que haga el favor que la haga viajar, hablo con el chofer del colectivo de apellido González, le pregunté si la podía acercar, ella me dijo gracias.
El colectivo la llevó a la terminal de Tucumán. Al norte con la comisaría de Benjamín Araoz, al oeste con la comisaría de Villa Padre Monti, Ramada de abajo.
El que refrendó lo ocurrido fue Hugo Electo González, el chofer del colectivo que supuestamente llevó a Marita Verón de La Ramada a la Terminal. Así lo contó el 27 de marzo de 2012:
Ese día, ha sido a las siete menos cuarto de la tarde, venía pasando por la localidad de La Ramada, justo llegaba a la parada de la comisaría, había un grupo de madres y alumnos, en ese momento siento un golpecito en la ventanilla, me doy vuelta y estaba el comisario de la Ramada, Juárez.
Abro la ventanilla y me dice que necesitaba hacer llegar a una mujer a la ciudad; a Tucumán; entonces yo le digo que no había problema; yo sigo marcando abonos y cortando boletos; yo a él no le he prestado mucha atención ni a la persona.
Una vez subido el Sr. Juárez al colectivo, giro la cabeza para atrás y les pido que vayan para atrás, lo veo al Sr. Juárez y a esta mujer, de espaldas y con el pelo hasta los hombros, a la par del Sr. este, que por favor se corran y dejen pasar a los otros pasajeros.
No cerraba la puerta del colectivo porque ya estaban muy amontonados hasta fondo. Si donde había subido tanta gente; ese día, siempre se acostumbra en las escuelas de campo, como la gente del campo no dispone de mucha plata, hacen bingo para ayudarse, a veces hay muchos y a veces hay poco, no le presto más atención, porque debía cargar la bodega, tengo que hacer de chofer, de maletero, etc.
Cuando llego a Alderetes se acerca el Sr. Juárez y me dice “yo voy a bajar acá nomás”, y ella va a pasar para la ciudad; yo le dije está bien, no sé, cuando vengo a la calle Francia ya empiezan a bajar un poco de pasajeros, hay que abrir la bodega sacar cosas, buscar cambio, y de ahí llego a la terminal, cuando llego a la terminal, le doy un cambio a una señora y entonces me pide una señora que le baje algo; yo no me he dado cuenta ni he tomado atención donde ha bajado la chica.
Está claro que los testimonios de aquellos que vieron a Marita Verón moverse por voluntad propia son variados y extensos, con concomitancias que sorprenden. Casi todos coinciden mayormente en cómo estaba vestida y advierten que estaba como aturdida.
A pesar de ello, como se dijo, solo se investigó la pista de La Rioja, aportada por testimonios anónimos, que jamás refrendaron nada a nivel judicial.
Fuente Mendoza Today