Un cartel avisa: «Debido a los problemas de seguridad e higiene existentes en los almacenes con acceso desde el patio de la promoción, se va a proceder a realizar actuaciones de limpieza y cerramiento de todos los almacenes propiedad de Gestión de Infraestructuras de Castilla-La Mancha». Gicaman, el acrónimo de esta empresa pública dependiente del gobierno regional, rubrica este documento con fecha del 12 de julio, que se puede leer dentro de la urbanización destartalada que se levanta en el número 8 de la calle del Río Yedra, en la ciudad de Toledo. Una copia del folio está pegada en las entradas de los diez bloques (dos son dobles) que forman la comunidad de esta zona residencial de 148 viviendas VPO, donde donde las puertas de sus garajes y otros accesos comunitarios están tapiados desde hace «unos dos años», informa una vecina.
Se los conoce como los ‘pisos negros’ porque dos bloques son de ese color, aunque los otros diez tienen un color pastel. La mayoría de las viviendas están alquiladas y hay una treintena okupadas. En una de ellas, aseguran los vecinos, vivieron algunos de los detenidos en la operación internacional Tartus, desarrollada por la Policía Nacional en colaboración Europol y la Policía Federal de Alemania, que desmanteló la logística en España de una organización criminal dedicada al tráfico ilícito de migrantes sirios.
Aunque se difundió este domingo a través de los medios de comunicación, en esta urbanización del barrio de Santa María de Benquerencia, al otro lado del polígono industrial de la capital regional, datan el operativo hace al menos dos meses, en junio. «Cuando salía de mi casa a trabajar, a eso de las ocho de la mañana, vi muchísimos policías», recuerda un hombre que contesta sin levantar la mirada de su teléfono móvil. «Yo venía de dejar a mis hijos del colegio», señala otro sentado en un banco.
«Siempre los veíamos entrar y salir, pero apenas hablaban», cuenta un vecino a su lado cuando se le pregunta por los detenidos, acusados de tejer una ruta migratoria que atravesaba tres continentes (Asia, África y Europa) por mar, aire y tierra, llegando a pagar cada migrante 20.000 euros. «Aparcaban sus coches en la calle, daban los buenos días o las buenas tardes, y ya está. Pero con ellos no hubo ningún tipo de problema», resume mientras canta la chicharra.
Según la Policía Nacional, disponían de siete pisos de seguridad en las provincias de Toledo y Cuenca, donde alojaban y ocultaban a los migrantes sirios en condiciones de hacinamiento e insalubridad. Hubo 19 arrestados (catorce en Toledo, dos en Cuenca, otros dos en Madrid y uno en Almería), pero sólo seis permanecen en prisión.

Uno de los numerosos accesos comunes, entre ellos los garajes, que están tapiados en esta promoción
Los residentes en la deteriorada urbanización de Toledo dicen que los implicados en la presunta red criminal vivían en los bloques 1 y 10, de color negro, aunque otros apuntan también el 7, de color pastel. «Hace un tiempo, se empezó a escuchar entre los vecinos que unos sirios estaban trayendo gente de fuera [de España] y le arreglaban los papeles», relata un amable okupa que vive en un piso desde hace más de dos años, cuando lo «compró» – es el verbo que él utiliza- por 500 euros.
Algunos refieren que los sospechosos tenían varios vehículos, aunque uno grande y de tipo familiar siempre llamó la atención de un vecino que cruzó con ellos cuatro palabras. «Eran muy callados y muy educados, y traían gente», sostiene segundos antes de que la memoria le juegue una buena pasada: «Cuando se empezó a decir que ellos arreglaban papeles, se marcharon; estuvieron un tiempo fuera y volvieron. Me acuerdo porque eran los únicos sirios en mi portal».
Otros residentes no aciertan con la fecha del despliegue policial porque «aquí están todos los días», mientras que un paisano entrado en edad aconseja no preguntar tanto por si acaso. «En estos bloques es habitual la entrada y salida continua de gente, y por eso no nos quedamos con sus caras», apunta otro inquilino veterano, poco después de que un residente haya dicho sin detenerse que «es raro el día que no hay movida».
A pesar de que tienen servicio de limpieza para las zonas comunes de los bloques, luce poquísimo. Uno se da cuenta del deterioro cuando sube por las escaleras buscando las guaridas de los detenidos. También se hace a la idea del tipo de gente que habita en algunos pisos al encontrarse con un cartel que avisa de zona videovigilada en la puerta de entrada a uno de ellos.
El abandono de la urbanización es manifiesto en toda ella. Nada se salva. «Antes estaba preciosa, pero ahora está hecha una mierda con tanta basura», lamenta una vecina que reside aquí desde 2012. Acompañada de otra, las dos rompen también una lanza por la mayoría de sus vecinos: «A pesar de la mala publicidad de los bloques, vivimos gente honrada, normal, que pagamos nuestro alquiler». «Desde que vivo aquí, no he tenido ningún problema y nadie se ha metido conmigo», atestigua una, que no ha visto rastro de los sirios implicados en la Operación Tartus.
Fuente ABC