
Argentina está atravesando una crisis de inmensas proporciones. En los últimos días se vio un aceleramiento en una tendencia que se viene sosteniendo con el tiempo en relación al aumento de los precios.
Hay comercios que no tienen precios, otros que los remarcan una y hasta dos veces por día. Los sueldos se siguen depreciando y el ciudadano se vuelve más pobre hora a hora. No hay dudas, se está cimentando una hiperinflación.
Se pudo ver a un jubilado cuyo “gustito” es comerse un bife por semana, niños que reciben una comida al día y hasta personas mayores saliendo a cartonear porque después de una vida de trabajo las malas decisiones políticas los llevaron a convertirse en pobres o incluso en muchos casos cayeron a la línea de indigencia.
El dólar vuela y el Gobierno no deja de imprimir pesos, porque necesita financiar los descomunales gastos de un estado que derrocha dinero indiscriminadamente, porque no piensa en la gente.
Ello quedó demostrado con la decisión de ANSES de aumentarle a los jubilados prácticamente lo mismo que Sergio Massa terminó devaluando llevando el valor del dólar oficial a 365 pesos.
La violencia se siente en la calle, en las redes sociales, en un escenario explosivo, donde el aceleramiento de la crisis económica y las elecciones presidenciales se enlazaron en el peor momento posible.
Todo es incertidumbre, y a ello debe agregarse la inseguridad, que día a día se lleva la vida de personas que estaban en el lugar y el momento equivocado, pues su “pecado” fue salir a trabajar, asistir al colegio o ir a hacer las compras.
Nada tiene sentido a esta altura, ni la discusión de la estúpida política, ni las aspiraciones personales de los candidatos. Ni siquiera los “derechos” a los que hicieron referencia ciertos artistas y personalidades mediáticas, porque hoy lo único que le importa a la mayoría es poder comer y pagar las cuentas.
En esa misión imposible de estirar el sueldo, de maniobrar con papeles sin valor, el escenario se recrudece, y en pocas horas los incrementos se hacen palpables, con números que dan miedo y que recuerdan a las peores crisis que ya supo atravesar Argentina.
El descontento es evidente: no hay sueldo que alcance y parece que el dólar no tiene techo. ¿Quién puede decir que no llegará a los $1000? ¿A los $1500? ¿A los $2000? Ojalá no sea así, pero no hay una proyección certera.
Pero el Gobierno Nacional sigue en la pelotudez, tratando de inflar la imagen positiva de un candidato que es Ministro de Economía y a quienes muchos lo señalan como un presidente de facto.
El Gobierno no supo leer el resultado de las últimas elecciones y ello queda demostrado en las declaraciones del ministro de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, Walter Correa, quien sostuvo que “si gana Milei se van a tener que quedar en Antártida”, en referencia al personal que allí se desempeña.
¿Otra? La del Ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, quien manifestó que de ganar el líder libertario, la sociedad “va a tener muertos y sangre”. Ni hablar de Alberto Fernández, que busca hacer de su salida una epopeya, con logros que no tuvo durante su mandato.
Mientras, se achica aún más la clase media, muchos chicos tienen problemas por falta de alimento y los jubilados caen cada vez con mayor pronunciamiento en la miseria.
En el caso de los más chicos, mal alimentados, son el futuro. ¿Qué se puede esperar de personas que no contaron con el desarrollo adecuado durante la infancia? Se sabe que una mala alimentación arrastra miles de otros problemas, incluyendo neurológicos.
Ahora, no es solo el Gobierno el que pelotudea a costa del malestar general porque, tal cual reconoció Patricia Bullrich, los distintos espacios políticos negociaron una ley de alquileres sabiendo que destruirían el mercado inmobiliario, llevando al ciudadano de a pie un problema y una preocupación más. ¿Ello solo para ver quien la tiene más larga?
En fin, la política en general sigue en la pelotudez total, dando discursos bonitos mientras la gente muchas veces no tiene para comer, o no puede pagar servicios esenciales, o no encuentra dónde alquilar, o directamente muere en manos de la delincuencia.
Dicho sea de paso, parece que la conmoción por el asesinato de Morena Domínguez, que llevó a finalizar las campañas políticas anticipadamente, ya pasó. La política se olvidó, o finge demencia porque es lo más conveniente.
Fuente Mendoza Today