El historiador y académico israelí, Raanan Rein, centra sus investigaciones en la comunidad judía argentina y su relación con el peronismo, su tesis doctoral analizaba la alianza entre Franco y Perón y las relaciones entre Argentina y España durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. En su libro “Los muchachos peronistas judíos” intenta derribar algunos mitos.
Hay algunas similitudes entre Israel y la Argentina, que me gustaría poner primero en contexto para entrar en los temas históricos. Por ejemplo, son dos pueblos de inmigrantes.
—Sí, es cierto. Me parece que entre las distintas similitudes este es el rasgo común más importante. En los dos casos estamos hablando de sociedades que están en un proceso permanente de negociación acerca de su identidad colectiva, acerca de a quién incluir, a quién excluir, de esta nueva nación que se está formando, y por eso ambos países tenían que enfrentar algunos desafíos comunes. En ambos casos estamos hablando de sociedades que insistían acerca de su particularidad en medio de la región en donde viven. Por lo menos durante mucho tiempo, en la Argentina las élites se consideraban más una prolongación de la cultura europea, aquí en Sudamérica, no necesariamente parte integral de esta región. Lo mismo pasaba en el Estado de Israel, que también se consideraba más relacionado con el mundo europeo, con el mundo de Occidente y no con el mundo musulmán del Medio Oriente. Así que, para mí, estos dos rasgos comunes son los más importantes.
—Un problema de identidad colectiva y una extraterritorialidad, como una forma relación con la geografía y el tiempo.
—Exacto. Me gusta la forma en que lo define. Sí, estamos hablando de una negociación permanente. En algunos momentos, algunas corrientes dentro de la sociedad enfatizan un aspecto u otro, y eso tiene que ver con migraciones de distintos grupos étnicos, con las relaciones con los países vecinos, etcétera.
—¿Eso pudo haber tenido que ver con algunas similitudes, a pesar de muchas diferencias, entre enfrentar problemas comunes, como en el pasado fue la inflación en Israel, que en la Argentina todavía mantenemos?
—Sí, porque para poder enfrentar una crisis económica de este tipo, un período de hiperinflación, hace falta un consenso mínimo de los distintos sectores sociales, hace falta un pacto social. Cuando una sociedad está muy dividida, muy polarizada, le cuesta conseguir un consenso acerca de cualquier tema, cualquier política. En el caso de Israel, efectivamente, a partir de mediados de los años 70, después de la guerra de 1973 y la crisis del petróleo, empezó un proceso inflacionario que llegó a su cima a principios de los 80. En el año 84, si no me equivoco, teníamos 500% de inflación anual. Solo con un gobierno de unidad nacional y un pacto social entre el gobierno, la Confederación General del Trabajo, allí se llama la Histadrut y el patronal, logramos una política económica que en algunos meses consiguió bajar en forma gradual la inflación, hasta que en décadas posteriores Israel ha tenido una inflación menor a todos los países desarrollados. Es decir, en los últimos años hemos tenido muy poca inflación y muy poco desempleo. Pero, aparte de las recetas puramente económicas, se trataba del esfuerzo de conseguir algún consenso acerca de la necesidad de cómo enfrentar la crisis.
—¿A usted le parece que la inflación, primero, también en esa puja distributiva, podría estar relacionada con esa crisis de identidad?
—Creo que sí, porque para llegar a un consenso cada sector debe sacrificar un poco. Debe estar dispuesto a dejar de lado algunas de sus demandas, y para eso tiene que sentirse parte integral de la sociedad. Si alguna clase social, algún grupo étnico, o religioso se siente algo marginal, no va a entrar en un pacto de este tipo. Por lo tanto es precisamente esta polarización política y social que genera el populismo, sea de izquierda o de derecha, que pone obstáculos en el camino de conseguir algún consenso y algún pacto social.
—¿Asocia el populismo a la división? ¿Como herramienta, el populismo necesita dividir, que no haya consenso para reinar?
—Sí. Hay populismos de distintos tipos. Me parece que sería erróneo poner en la misma categoría a un populismo de derecha, xenófobo, racista en Europa, y un movimiento populista latinoamericano caracterizado por su política de inclusión social, por ejemplo. Sin embargo, en ambos casos necesitan siempre algún enemigo, real o imaginario, para generar esta pasión por el partido gobernante, el líder gobernando. Y una vez que se crea esta posición, empieza el discurso de nosotros y los otros, la patria y la antipatria, los vendepatria y los que defienden los intereses nacionales.
—¿Esto era así en Israel, en los años 80?
—Eso no fue así en Israel en aquellos años, por eso hemos logrado el consenso social y político y el pacto social que he mencionado. Pero en estos días en Israel el populismo genera esta polarización, división, fragmentación de la sociedad, y precisamente por eso estamos atravesando una crisis tan profunda, quizá la peor en toda la historia del Estado de Israel.
—Cuéntenos sobre el conflicto de poderes que se produce entre el Poder Ejecutivo, el Gobierno y la Justicia.
—Este es un tema clave para entender la crisis actual. Sin embargo, sugiero hacer algún zoom out para ver el problema en su contexto más amplio. Cuando la oposición en Israel dice que hizo el primer paso hacia una dictadura, no se refiere a una dictadura en términos del siglo XX. No vamos a ver tanques en la calle. No vamos a ver masivas detenciones de personas, campos de tortura, ejecuciones en masa. No, nada de eso. Por eso no tenemos que pensar en la dictadura argentina de los años 70, la dictadura de Pinochet en Chile o la de Ceaușescu en Rumania el siglo pasado, sino tenemos que pensar en lo que sucede en los últimos años en países como Hungría, Polonia, Turquía. Estamos hablando de líderes políticos que llegaron al poder a través de la vía democrática. Fueron elegidos en elecciones libres. Sin embargo, a partir de entrar en el Palacio presidencial empiezan a vaciar la democracia de sus contenidos esenciales. Lo que sucedió en Hungría, Polonia, Turquía empieza a ocurrir también en Israel, intentan controlar los medios de comunicación, las universidades, el sistema educativo, el Poder Judicial. Y para todo eso no necesitan cerrar el Parlamento, no necesitan declarar ilegales los partidos políticos, van a seguir en su operación los partidos de oposición, se van a celebrar elecciones, en ese sentido, nada va a suceder. Sin embargo, vamos a estar frente a una tiranía de la mayoría, un intento de restringir, delimitar los derechos de distintas minorías, políticas, étnicas, religiosas, de género, lo que sea. Este es el gran temor que tienen muchos israelíes, a raíz de este intento de limitar el margen de maniobra del Poder Judicial. De darle al Ejecutivo un poder casi absoluto, porque el Poder Legislativo está completamente en manos del gobierno.
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Fuente Vis a Vis