
Alberto Núñez Feijóo tuvo este domingo una intervención más breve de lo que acostumbra en un mitin. A la una del mediodía había una boda prevista en el castillo de Soutomaior (Pontevedra), el escenario elegido por el PP para reabrir el curso político en España. Estaba obligado a acortar el speech. El líder popular está también en capilla y enfilará el próximo 26 de septiembre el altar de la democracia española, la tribuna del Congreso de los Diputados.
Sin embargo, si nada cambia en este mes, va a quedar compuesto y sin novia que le ceda en dote los cuatro diputados que le faltan para alcanzar la Presidencia del Gobierno. El previsible fracaso no parece preocuparle. Feijóo ya mira más allá: «Estoy absolutamente convencido de que ahora o después, el próximo Gobierno de España será del PP».
La incógnita del cuándo, la variable del tiempo, la asunción de que probablemente septiembre sea un mes estéril. O no. Porque el candidato popular quiere que el trance de la investidura no sea un problema para su imagen sino una oportunidad para afianzarla.
Subirá a la tribuna sabedor de que tiene «la legitimidad de haber ganado las elecciones», la responsabilidad de haber aceptado el encargo del Rey y la posibilidad de disponer de un altavoz inmejorable «para presentar las reformas del momento político, económico e institucional en el que estamos».
Hablará de bajadas de impuestos «siempre», reformas «urgentes, necesarias, imprescindibles» y «regeneración democrática. Será «un proyecto de país en el que se reconozca la mayoría de los españoles». Y aunque fracase la investidura, «os puedo asegurar que las ideas, las propuestas y el programa que expondré tendrá vigor durante los siguientes años».
Entre líneas se consolida un mensaje de continuidad en primera persona, de permanencia al frente del PP aunque sea liderando las frías bancadas de la oposición. «Será la primera piedra del próximo Gobierno de España», proclamó, «y la presentación de lo que necesita» el país, pero también «de lo que no necesita y ha tenido hasta ahora» con Sánchez al frente: «rupturas y divisiones que abocan al país a un abismo político, territorial, económico y existencial».
«Objetivo posible»
El PP niega estar resignado a perder la votación de investidura. «No es un trámite», enfatizan desde dentro. Sigue siendo «un objetivo posible», pero «no es el único», reiteran. La exhibición de que existe una alternativa al previsible bloque que puede hacer presidente a Pedro Sánchez toma fuerza. «Si no lo conseguimos es porque otro ha pagado más» a los independentistas, sostienen. Significará «que Feijóo tiene límites y Sánchez no».
El aspirante popular recordó que «estamos a cuatro votos de la investidura» mientras que Pedro Sánchez «está a menos de cuatro cesiones clave que afectan a todos», tales como «una amnistía incompatible con nuestra Constitución, un referéndum de independencia impropio de un país de la UE, el gobierno más débil que quizás pudiera tener España y volver a quebrar el principio de igualdad de todos los españoles», enumeró.
De ahí que «sería bueno para España» que el PP lograse los cuatro síes que separan a Feijóo de La Moncloa. «A mentir le llaman cambiar de opinión, a pactar le llaman coincidir en las votaciones, a perder le llaman ganar y a la amnistía, al referéndum y a la desigualdad entre españoles le están buscando» nuevo nombre «en la fábrica de mentiras».
«Yo nunca seré presidente del Gobierno a cualquier precio -proclamó-, si la investidura solo depende de ceder más, de dar más, de plegarse más a todos y cada uno de los que quieren irse de nuestro país, en humillar más a las instituciones, esa investidura la ganará Sánchez y la perderá España».
Sin subastas
Volviendo al símil de la boda, a partir de este lunes Feijóo comienza el cortejo de los grupos parlamentarios para explorar un escenario en el que todas las cartas parecen repartidas de antemano y no le son favorables. El comité de dirección de Génova se reunirá como cada lunes, ahora con la tarea de fijar la hoja de ruta y el calendario de este largo mes que hay por delante hasta el debate de investidura. El PP ha marcado sus propias líneas rojas anunciando que a la puerta de Bildu no llamará y ERC ya avanzó que tampoco le va a abrir la suya.
«Voy a reunirme con los que quieran hablar», aseguró este domingo Feijóo, que completará su ronda de encuentros «con todos los presidentes autonómicos que quieran aportar». En la agenda, asuntos relevantes como la financiación autonómica, un plan nacional del agua o la reforma de las pensiones, enumeró en su intervención.
«Quiero volver a la España cordial, que hizo una Transición ejemplar, esa España de demócratas de distintos partidos que consiguió que fuésemos uno de los grandes países del mundo». Mandó un recado a los que fuera y dentro -el PP catalán- cuestionan que se vaya a compartir mesa y mantel con Junts.
«La política consiste en hablar para entenderse o discrepar», pero con matices: «hablar sí, dialogar también; pero chantajes, subastas o someterme a lo que quieran las minorías, no». «No quiere decir que esté de acuerdo con los planteamientos de los partidos con los que vamos a hablar, ni que estemos dispuestos a aceptar lo que va a aceptar Sánchez, porque no somos Sánchez».
El PP sabe que en esa competición siempre va a quedar por detrás del PSOE. «No admitiremos subastas para aplacar los intereses particulares de las minorías», garantizó, «es mejor perder una investidura a que pierda España».
Aprovechó para agradecer la «generosidad» de los partidos que ya han anticipado el apoyo a su candidatura –Coalición Canaria, UPN y Vox, a los que citó expresamente- y para permitir «un gobierno en solitario». «Se lo agradezco en nombre de la Constitución y la concordia». No hubo ninguna otra mención al partido de Santiago Abascal.
Gestión de expectativas
Al líder del PP este domingo se le escuchó más serio que en otras ocasiones, sin pizca de épica o euforia mitinera. El sábado cenó con varios altos cargos y barones del partido, que lo vieron «circunspecto», haciéndose todavía al inesperado escenario salido de las urnas.
Su entorno atribuye el tono a que ayer intervino «no como líder del PP, sino como candidato designado por el Rey», y de ahí «el perfil más institucional y solemne, quiso explicarle al partido qué va a hacer a partir de ahora».
Precisamente el partido se encuentra a la espera, en una suerte de alivio de luto tras el funeral que supusieron las generales del 23J. La sensación mayoritaria es de realismo, de que «solo hay un 0,1 por ciento de que la investidura salga adelante», reconocen desde la dirección de Génova, «pero en un mes pueden pasar muchas cosas».
Algunas se empezaron a ver este fin de semana, como la irrupción de voces dentro del PNV que no concuerdan exactamente con la línea oficial de abandonar a su suerte a Feijóo, que no deja de representar las posiciones conservadoras que los nacionalistas encarnan en el País Vasco.
«Tenemos que gestionar bien las expectativas», se repite como letanía, «porque si no lo conseguimos, de esta investidura saldremos con una segunda derrota», un ánimo que puede pesar como una losa en el partido… y alimentar el ruido. Feijóo este domingo quiso conjurarse contra el fantasma del fatalismo que recorre el PP. Si bien «hace un año nos poníamos metas muy altas» en este mismo inicio de curso político, hoy «gobernamos en más de cuarenta capitales de provincia, doce comunidades autónomas, Ceuta y Melilla, y volvemos a ser el primer partido de España». Según Génova, «es la manera de recordarle también a Sánchez qué va a tener enfrente esta legislatura».
«Es el resultado del mayor crecimiento de nuestra historia», martilleó Feijóo, si bien «no se han logrado «el 100 por ciento de nuestros objetivos», pero «no estamos solos», y recordó los 8 millones de votos obtenidos el 23J. «Tenemos un gran país y lo vamos a servir».
Escuchando su diagnóstico en primera fila le acompañaba no solo la dirección de Génova al completo –Gamarra, Bendodo, Tellado, Bravo, Sémper, Navarro…- sino también un nutrido grupo de barones: Juanma Moreno, Jorge Azcón, María Guardiola, Marga Prohens, Fernando López Miras, Alfonso Fernández Mañueco, el anfitrión Alfonso Rueda y otros líderes sin bastón, como el manchego Paco Núñez o el asturiano Diego Canga. Tras el acto, Feijóo mantuvo un almuerzo con barones y dirigentes en un restaurante a orillas de la ría de Vigo. Dos ausencias, las de Isabel Díaz Ayuso y Carlos Mazón.
El líder del PP apenas tuvo el uso de la palabra cuarenta minutos, mucho menos de lo que acostumbra en estos actos. En el debate de investidura, por una vez, no tendrá límite de tiempo cuando intervenga o responda a Sánchez.
Este domingo el micrófono se lo cortaron los novios y sus invitados, vestidos de gala mientras los más de mil asistentes al mitin se marchaban a contrarreloj para que se pudiera celebrar la boda. El PP sueña ahora con que alguien oficie la suya.
Fuente ABC