
Los jóvenes han votado masivamente a Javier Milei, el mercader fanático, por rechazo a los politicos y, desengañados de todo, con el afán juvenil de un cambio que esta vez siguió a una promesa fácil de una fantasía: el mercado libre.
Los más jóvenes, menores de 30, no tienen memoria de otras veces que nos prometieron lo mismo, a contramano del mercado monopolico y oligopolico que nos domina en la realidad, dónde las grandes empresas disponen los precios.
Los jóvenes explotados que trabajan 60 horas semanales por 150 o 200 pesos en una bodega parecen no querer tomar conciencia de que el mercado libre es un cuento que les hace el mercader asesor de bancos multinacionales a sabiendas de que es mentira, inflando un globo que, si llega al gobierno, pronto estallara.
El falso profeta les anuncia un dólar “libremente flotante” —en realidad manejado por los grandes bancos y fondos de inversión extranjeros, en un país sin reservas— que estaria hoy a 730 pesos, y esconde a los jóvenes los efectos de una gran devaluación, de más del cien por ciento.
Con la cual, su salario ya miserable se reducirá a migajas, como ya ocurrió en 2016 cuando Alfonso Prat Gay, ministro de Macri, a los pocos días de asumir llevo el dólar de 9 a 16 pesos.
Por otra parte, los jóvenes están desengañados con los políticos populistas, hipócritas, que no han querido investigar la deuda externa de las grandes empresas y tampoco las denuncian por fugar capitales y concentrar un mercado monopolico. Tampoco han querido recortar la burocracia de un Estado clientelar con más de 3 millones de agentes, que nos pesa desde hace décadas como una mochila.
Pero en verdad, los jóvenes no saben lo que significa la desaparición del Estado que propone el mercader fanático, la eliminación de los servicios públicos y de los subsidios que nos ayudan a vivir. Los jóvenes parecen no saber que el Estado es el que iguala oportunidades de educación, de salud, de uso de infraestructura, de acceso a la vivienda, de hacer un viaje, y hasta de alimentación minima. Parecen no tomar conciencia de que el Estado de Derecho es una posibilidad de igualdad, dónde el mercado impone la supremacía del más poderoso y excluye a las mayorías populares.
Todavía estamos a tiempo de que los jóvenes conozcan los peligrosos efectos del delirio de un fanático, ya que parecen no estar preparados para un estallido que será inevitable.
Fuente Mendoza Today