El destierro del tabú en torno a la salud mental es imparable. En la sociedad y, como consecuencia, en el deporte. Ricky Rubio y Víctor Camarasa han sido los últimos casos que han puesto de relieve la necesidad de gozar de bienestar psicológico para afrontar una actividad profesional. Una de las pioneras en tomar esa consciencia en el panorama futbolístico fue Irene López (Madrid, 2001), que dejó el fútbol el año pasado con sombras en su cabeza.
Tocó el cielo con 17 años proclamándose campeona del mundo y se vio convertida en una estrella emergente de la noche a la mañana. Y tuvo que bajar a los infiernos para ser consciente de que el fútbol no le hacía feliz. Una conclusión que puede parecer sencilla, pero que entraña una complejidad, una valentía y una madurez poco comunes, menos aún en una persona de su edad. A los 20 años, el año pasado, optó por retirarse para cuidar de su salud mental y adentrarse en una búsqueda para encontrar un camino en el que despertarse cada mañana con ilusión.
Irene López descubrió su amor por el fútbol a una edad muy temprana. Acudía a los entrenamientos de su hermano mayor y su inquietud le impedía permanecer tranquila esperando a que pasaran los minutos. Se adjudicaba una pelota y no se desprendía de ella. El equipo chupetín del Coslada fue testigo de sus primeros pasos en un terreno de juego, con tan solo cuatro años. Heredó la pasión por el fútbol de sus padres y, cuando estos supieron que su hija optaba por practicar este deporte, le brindaron todo su ánimo y apoyo.
Su primera aventura en el fútbol femenino le llegó con once primaveras. Como jugadora del Alcobendas, un combinado mixto, fue convocada por la selección madrileña sub-12. Se convertía en costumbre ser la benjamina debido a su precocidad. Su talento no pasó desapercibido y, después de su experiencia en el conjunto regional, recaló en las categorías inferiores del Madrid CFF. Con el paso de las temporadas, subió hasta el segundo equipo del club madrileño y su presencia en los entrenamientos con las mejores aumentaba progresivamente. Su buen hacer le abrió también las puertas de la selección española.
Con 16 primaveras debutó en la sub-17 y, en apenas un año y medio, se colgó tres medallas. Un subcampeonato europeo, un oro continental y el Mundial conquistado en 2018. La voracidad goleadora de Claudia Pina, la irreverencia de Eva Navarro, la seguridad bajo palos de Cata Coll y el control de juego de Irene López llevaron a España a convertirse en la mejor cantera de fútbol femenino del mundo. Una de las etapas más felices de su carrera. Salió de Uruguay, además de como bota de bronce de la Copa del Mundo, como una estrella.
Pero la realidad que se encontró a su regreso a España fue muy diferente. Pasó de brillar con la selección a no tener hueco en el Madrid. «Salí del Mundial siendo Dios y, al llegar a mi equipo, no era nadie –reconoce–. Eso me trastocó a nivel mental, más que nada porque al final eres una muchacha de 17 años. Te regalan los oídos desde fuera, tu propio equipo, tu entrenador y luego no cuentan contigo. No cuadraba mucho con lo que yo creía o lo que yo pensaba. Y no tenía ese apoyo psicológico para ayudarme a entender la situación».
Entonces, decidió cambiar de aires y se mudó hasta Barcelona para jugar en el Espanyol. Su situación deportiva no mejoró y, a su regreso a la capital una temporada después, la retirada empezó a sobrevolar en su mente. La madrileña no estaba disfrutando del fútbol y le resultaba hasta «tedioso». No era feliz. «Llevaba muchos meses sin levantar cabeza y con ansiedad. Acudí al psiquiatra, me diagnosticaron un cuadro depresivo y ahí es cuando dije ‘tienes que tomar esta decisión por ti y por lo que quieres hacer’ –recuerda–. Ya no quería ser futbolista, porque me producía tantas sensaciones negativas en ese momento que era completamente inviable».
Una decisión extremadamente difícil, más si cabe para una joven de 20 años. El 1 de febrero de 2022, Irene López anunció su retirada del fútbol para cuidar de su salud mental. La madrileña, que llevaba barruntándolo durante dos campañas, afirma que no dio el paso «hasta que tuvo el valor o simplemente estuvo lo suficientemente en el pozo como para decir se acabó».
¿Y ahora qué?
Después de dejar el fútbol, continuó yendo a terapia y se tomó dos meses de descanso, en los que su vida bajó de revoluciones y la ansiedad que sufría se vio disminuida. Pero, una vez mejorada su salud mental, tocaba dar el siguiente paso. ¿Y, ahora, qué hacer con mi vida? Para ello, Irene López recordó lo que le gustaba de pequeña, hizo «una introspección en la niña que era antes». Y encontró la respuesta en la faceta artística que le cautivaba durante su infancia.
Un curso en diseño gráfico, para después adentrarse en el mundo de los tatuajes y, meses más tarde, matricularse en un grado en iluminación. Y, en pocos días, se iniciará el rodaje de un documental dirigido por la madrileña sobre las repercusiones medioambientales del plástico en los ecosistemas marítimos. «Estoy muy contenta de haber tomado todas esas decisiones. He hecho lo que realmente Irene quería». La transición vital que ha experimentado no ha podido ser más satisfactoria. «Tengo una vida nueva, estructurada y tranquila en la que todas las mañanas me despierto con esa motivación para comerme el día», concluye orgullosa.
Casos como el suyo han ayudado enormemente a ponderar a la importancia del cuidado de la salud mental. «Visibilizar estas cuestiones es humanizar a las personas –asegura–. No tener ejemplos visibles hace que cuando tú tienes una cuestión parecida, te sientas un bicho raro».
Irene López, de haber mantenido su progresión futbolística, muy probablemente se habría coronado campeona del mundo absoluta hace un mes en Australia. Pero es un pensamiento que ni siquiera ha rondado su mente, puesto que ella está «donde debería estar». «Yo acabé justo donde tenía que acabar y estoy donde tengo que estar. No tengo ningún tipo de pensamiento de que yo debería haber estado allí», mantiene convencida. Lo que sí sintió al ver a Ivana Andrés alzar la Copa del Mundo al cielo de Sídney fue una «alegría inmensa», especialmente por las jugadoras con las que compartió vestuario, como Salma Paralluelo, Coll y Eva Navarro.
Del mismo modo, se acordó de las amotinadas ausentes, destacando a Patri Guijarro, Claudia Pina y Mapi León. Asevera que es muy importante resaltar el Mundial y las campeonas del mundo, «pero también a esas personas que se han quedado atrás por defender lo que ellas pensaban y de lo que más tarde se ha hecho eco y les ha dado a ellas la razón». El posterior beso de Rubiales a Jenni Hermoso, que desencadenó un terremoto sin precedentes en la RFEF, le llenó de «tristeza, rabia y decepción».
A raíz de la pugna entre la Federación y las jugadoras del #seacabó, de la que han salido vencedoras las futbolistas, Irene López se posiciona del lado de sus excompañeras de profesión. «Hasta que no le vemos las orejas al lobo, no nos creemos que el lobo está ahí. Tienen motivos de sobra después de todo lo que ha pasado como para plantarse –asegura–. La RFEF es una institución en la que, desde los tiempos de Ignacio Quereda, se han producido pocos cambios. Es el momento de empezar a renovar instituciones que se han quedado atrás».
Asimismo, considera que el futuro del fútbol femenino español tiene una progresión excelente. Poco queda de lo que ella vivió, jugando en campos de tierra y siendo entrenada por el padre de alguna compañera. «La base que tenía Alexia Putellas en su día era bastante peor que la que tienen las niñas que están empezando ahora. Eso me dice que en el día de mañana las jugadoras serán todavía mejores y que el fútbol femenino, si se le sigue dando la oportunidad, va a seguir creciendo».
Irene López, después de dejar el fútbol por todo lo negativo que le ocasionó, tuvo la oportunidad de reconciliarse con él. Fue a través de la Queens League, el invento femenino de Gerard Piqué equivalente a la Kings League. Gracias a esa experiencia, pudo cerrar el círculo de su relación con el fútbol. «Logré llegar a un campo y pasármelo bien. No pensar nada más que en pasármelo bien, salir del campo y decir ‘ya está’».
Fuente ABC