LA HABANA, Cuba. — El 28 de septiembre de 1960 Fidel Castro creó los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) con el objetivo de contar con un sistema de vigilancia popular en los barrios que colaborara con la policía.
En cada cuadra había un CDR. En el frente de la casa del presidente de cada CDR había un cartel metálico con el símbolo de la organización y el nombre con que habían bautizado a ese comité.
La integración a los CDR se suponía fuese voluntaria, pero la mayoría de las personas se afiliaban por temor a ser señaladas como desafectas al régimen.
Recordemos que en muchos centros de trabajo y en la universidad pedían un aval del presidente del CDR o el responsable de vigilancia que atestiguara que la persona estaba “integrada al proceso revolucionario y participaba en las tareas asignadas”.
Además de la vigilancia, los CDR se encargaban de los círculos de estudio de preparación ideológica, las movilizaciones para los actos políticos masivos, los trabajos voluntarios, la recogida de materia prima, etc. A los que participaban asiduamente en esas tareas se les entregaban diplomas de cederistas destacados.
En la actualidad, la función de los CDR es más nominal que real. Sus labores ya no se efectúan, pues la población no cree en este fracasado régimen. La tarea principal era la “guardia cederista”. La hacía cada noche, en cada cuadra, un miembro de la organización. A las mujeres les tocaba de 10:00 p.m. a 2:00 a.m., y a los hombres desde las 2:00 a.m. hasta las 5:00 a.m. Para identificar al que estaba de guardia se usaba un brazalete, se inscribía su nombre en una hoja con el horario y el presidente y la policía confirmaban su presencia con su firma. La guardia cederista hace años que dejó de hacerse. La policía es quién vigila hoy los barrios.
Ya pocas veces convocan al trabajo voluntario, consistente en la limpieza de las calles, la recogida de desechos y chapear hierba para mantener la higiene y limpieza en días señalados. Y cuando llaman, son pocos los que participan.
Las convocatorias para donar sangre, otra función dada a los CDR, ya pocas veces se realizan. También desaparecieron las patrulla click, compuestas por niños que iban por las casas solicitando a la población que apagara las luces innecesarias.
Los CDR ya apenas citan a reuniones —como hacían antes con mucha frecuencia— para impartir orientaciones generales. Cuando lo hacen, son pocos los que acuden.
Al principio, los miembros de los CDR tenían que pagar una cuota mensual de 25 centavos, que luego aumentó a un peso. Ahora ignoro cuánto cobran, pero, de acuerdo a como anda nuestra economía y lo depreciada que está la moneda, tendrían que cobrar unos 25 pesos… y las quejas llegarían al cielo.
En la víspera de cada aniversario de los CDR se realizaban fiestas en las calles para celebrar el acontecimiento. En esas fiestas se bebía ron y hacían caldosas con viandas, huesos y otros productos asignados en las bodegas. De todo eso queda solamente el recuerdo… ah, y la canción dedicada a los CDR por la fallecida Sara González, que no deja de sonar en la radio y la televisión.
La única tarea que aún cumplen los CDR a cabalidad es informar a la Seguridad del Estado, la policía u otros organismos que soliciten datos de cualquier ciudadano (sobre su conducta política, social u otras actividades). Esos informes y delaciones han conducido a la cárcel —o al paredón de fusilamiento, en las primeras décadas del régimen— a muchas personas.
Pero cada vez son menos los dispuestos a chivatear. En estos instantes, hay muchos comités desorganizados, sin presidente ni responsable de vigilancia. En fin, la debacle.
Los CDR son dirigidos (o coordinados) actualmente por Gerardo Hernández Nordelo, uno de los cinco espías que cumplió 16 años de cárcel en una prisión de los Estados Unidos. ¿Podrá el ex agente infiltrado devolver el entusiasmo y la exaltación de las masas de tiempos pasados y reactivar los CDR? Lo dudo. La nueva misión que le ordenaron parece que le será mucho más difícil de cumplir que la de espiar a los yanquis.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org