LA HABANA, Cuba. – El 29 de septiembre de 1571 nació en Lombardía el más grande maestro del barroco italiano: Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio. Tras la muerte de su padre, el adolescente de 13 años se convirtió en aprendiz del pintor Simone Peterzano. Luego viajó a Venecia para conocer la obra de maestros como Tiziano y Giorgione, sin escatimar pleitos comunes debido a su encendido carácter.
Hay períodos de su vida que han escapado al escrutinio de historiadores y biógrafos, pero se sabe que llegó a Roma con 21 años, convertido en un excelente dibujante y en un joven de temperamento fiero, propenso a la vida ligera y las reyertas.
Trabajó en el taller de Giuseppe Cesari, pintor de cámara del papa Clemente VIII. Allí produjo sus primeros cuadros conocidos: Muchacho pelando frutas y Cesto con frutas. También ejecutó varios autorretratos.
Su talento y las buenas relaciones le abrieron las puertas hacia los grandes coleccionistas de arte, como el cardenal Francesco María del Monte, quien lo introdujo en su círculo de artistas selectos, quedando tan impresionado con sus cuadros La buenaventura y Partida de cartas, que los compró.
Contratado para decorar la capilla Contarelli, Caravaggio estuvo en contacto con la intensa vida cultural de Roma, donde se reunían músicos de toda Europa. En aquellos años pintó El tañedor de laúd, una de sus obras más exquisitas y conmovedoras.
El enorme reconocimiento de que gozaba y el favor de los principales mecenas romanos no fueron suficientes para atemperar el carácter del pintor. Caravaggio era un hombre violento, aficionado a las tabernas y jefe de una pandilla que se involucraba en casi todos los altercados.
Fue durante una pelea, no se sabe si por deudas de juego, cuestión de honor o el amor de una mujer, que el pintor arremetió contra un joven aristócrata e intentó castrarlo. Sin embargo, erró en el corte y le cercenó una arteria. El joven murió desangrado poco después y, aunque la intención de Caravaggio no había sido matarlo, la tragedia causó tal escándalo que el papa Pablo V lo condenó a muerte.
El genial artista huyó a Nápoles y seguiría huyendo por el resto de su vida. Entre pendencias y calabozos continuó pintando los cuadros que le ganaron justa y merecida fama entre sus contemporáneos y para la posteridad. Su producción pictórica, caracterizada por un admirable rigor anatómico y magistral empleo del claroscuro, incluyó obras como Baco, Muerte de la Virgen, Cabeza de Medusa, Judith decapitando a Holofernes y Crucifixión de San Pedro.
Fuente Cubanet.org