Por Enrique Guillermo Avogadro
“Incluso en la muralla más compacta se abre alguna grieta (o al menos tenemos esa esperanza, cosa que ya significa mucho)”. Ryszard Kapuściński
En el inexorable final –el índice de confianza en el Gobierno de la Universidad di Tella lo muestra en el peor registro desde 2001- de esta trágica etapa durante la cual el kirchnerismo destruyó hasta las ruinas que quedaban de la Argentina, la inmundicia aflora y se muestra, impúdica, en todas las grietas de la realidad. Pero cuando más repugnante resulta es el momento en que se miden la pobreza y la indigencia que el vergonzoso saqueo del Estado ha provocado; aún con los análisis correspondientes al primer trimestre del año (antes de la torpe devaluación y el nuevo estallido inflacionario actual) informados esta semana, el panorama es pavoroso porque, detrás de cada número, hay millones de personas que ni siquiera pueden acceder a una alimentación mínima, en especial los chicos, 56% de los cuales se encuentran en esa situación.
Los negociados fabulosos con la obra pública y con YPF, que tanto nos costarán aún, la impúdica utilización de los recursos financieros y materiales oficiales para apuntalar al Ministro/candidato, la malversación de caudales públicos, la obscena emisión de pesos, la salvaje caída del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, la inseguridad ciudadana, la expansión del narcotráfico y la violencia derivada de las guerras entre bandas, la inexistencia de movilidad social ascendente y la falta de futuro, la obligada emigración de los mejores y más preparados jóvenes, la degradación de la educación, la ideologización de los gremios y el atropello a las instituciones de la República son algunos de los hitos que marcarán estas dos décadas.
El saber que se encuentra ante una encrucijada definitiva para su destino político está llevando a Sergio Aceitoso Massa a incendiar todo a su paso y dejar tierra arrasada; si pierde las elecciones, la monumental crisis que dejará a su sucesor permitirá al pero/kirchnerismo volver a las andadas y emular los sucesos de 2001 (hoy la situación es infinitamente peor) con helicópteros y violencia en las calles y, si las gana, ya verá a qué nueva magia recurrir para sobrevivir a su propia herencia.
El episodio de Julio Segundo Chocolate Rigau y su detención anulada en La Plata iluminó la generalizada corrupción imperante en el Congreso y en las legislatura provinciales con inusitada fuerza; y el estruendoso silencio de todas, todas, las fuerzas políticas tanto frente el caso lo confirmó. La saga de contrataciones en el Banco de la Nación recién comienza y tiene enorme difusión en la prensa y demandará años su conclusión, quizás tantos como los que insumió dilucidar el recorrido de las valijas chavistas de Guido Antonini Wilson para la campaña de 2007 de Cristina Fernández, que culminó el miércoles con la única condena a prisión de Claudio Uberti, titular de la “embajada paralela” en Caracas.
No tuvo similar repercusión el escándalo del divorcio de Martín Insaurralde, actual Jefe de Gabinete de Axel Kiciloff, quien habría pagado a su última mujer, Jessica Cirio, la escalofriante cifra de US$ 20 millones, después de serles reclamados US$ 50 millones, montos que denotarían el inexplicable patrimonio de un tipo que nunca trabajó fuera del Estado; por ello, formulé una denuncia penal en su contra, que fue caratulada como Causa IPP N° 06-00-050776-23, con intervención de la UFIJ N° 6 y el Juzgado de Garantías N° 3 Departamental, de La Plata.
Esos lastimosos hechos resultan casi infantiles si se los compara con la conducta del pero/kirchnerismo en el Senado donde, arrastrado y baboso, se sometió al capricho más exótico de la envejecida reina. La aprobación de la renovación de la designación de la ex Juez Ana María Figueroa fue una nueva humillación que infligió Cristina Fernández a los machos-alfa provinciales para demorar aún más las causas judiciales que tanto le preocupan: Hotesur/Los Sauces y Memorándum con Irán. La anciana ex integrante de la Cámara de Casación podrá optar ahora entre varios caminos, pero todos ellos confluyen en el Corte Suprema, el árbitro final de la constitucionalidad de leyes y resoluciones, que reiterará que aquélla está irremisiblemente jubilada.
La sesión que detonó este nuevo conflicto de poderes entre el Legislativo y el Judicial tuvo, como es sabido, algunos ingredientes remarcables, como el apoyo de senadores que se presumía díscolos para lograr el quórum y la conspicua ausencia de la Senadora Lucila Crexel, de Neuquén y de Juntos por el Cambio, por entonces en Alemania, que habilitó el voto de doble de su colega Claudia Ledesma Abdala de Zamora, en su carácter de Presidente alterna de ese H° Aguantadero, para el desempate.
Las razones que dio justificar su tan notorio faltazo no pueden ser menos creíbles: representaba a la Argentina en un transcendental foro académico sobre el cambio climático, ignoraba que se hubiera convocado al Senado y los gastos los afrontó con su propio peculio. Tan flagrantes mentiras harían sonrojar a un niño: el encuentro, si existió, no tuvo difusión alguna; todos los medios de prensa informaban que Cristina estaba buscando hace semanas esa sesión; y ningún legislador paga nunca nada, ya que el abultado presupuesto del que dispone el Congreso le permite pagar los dislates de sus miembros. Vimos, sin duda, un caso más de alguien que es invitado a estar en el extranjero cuando se trata de una crucial votación; por ejemplo, el periplo que encaró el Senador Alejandro Díaz Bialet, segundo en la línea sucesoria, para despejar el camino al Diputado Raúl Lastiri, tercero y yerno de José López Rega, para asumir la Presidencia de la República en 1973.
Nunca, en mis muchos años de vida, creí que vería a mi Argentina despeñarse hasta este punto (que todavía no es el fondo del precipicio), ni imaginé que, en medio de esta sideral catástrofe, Massa pudiera conservar un 20% de adhesión; esas fueron las razones por las cuales quemé, recientemente, tantos libros de ciencia política, de sociología y de economía.