Los efectos de entrar a un bar diez minutos antes de cerrar: «Llevo años aguantando y he reventado por la rabia»>

En este caso, la chica relata una situación que ha vivido en primera persona y que no se da solo en bares, sino en otros muchos establecimientos comerciales. Diez minutos antes de cerrar entraron sesenta personas a la cafetería en la que trabaja, pese a que conocían el horario del local y el de otra cantina cercana que cierra mucho más tarde. Lo hicieron, cuenta, sin impórtales que «a mí nadie me paga las horas extras, que tenga vida personal y mis propios problemas».

«Después de haber repetido mientras les atendía que cerraba a las doce sin que nadie se fuera y siguiera entrando gente, les he echado», explica la camarera en el vídeo difundido, visiblemente afectada.

«He tenido que andar empujando a como un rebaño la gente hacia la puerta para que se fueran. No les importa que me tenga que quedar aquí una hora más recogiendo vasos, barriendo, fregando, limpiando la cafetera, haciendo la caja, reponiendo las cámaras y haciendo todo lo que tengo que hacer antes de irme sin que nadie me lo pague», añade.

«Se les olvida que lo que hay detrás de la barra no es una máquina. Es una persona con problemas, con vida personal, que empieza cuando se supone que acabo aquí. Porque mi jefe sigue facturando, pero yo no sigo cobrando», recalca la joven.

Por todo ello, hace un llamamiento a toda la sociedad: «La próxima vez que entréis en un comercio o en un bar diez minutos antes de que cierren, pensad que una persona se tiene que quedar y que, a lo mejor, ha quedado con alguien porque tiene vida personal, tiene que solucionar un problema, se tiene que ir a otro trabajo o lleva no sé cuántas horas currando y se quiere ir a descansar».