Por Eduardo van der Kooy
Es un golpe de nocaut que por ahora nadie pudo asimilar. El hombre que el gobernador más resistió lo puede hacer perder la Provincia. La sombra de Insaurralde detrás de la recaudación del juego, la Salada y “Chocolate”.
Ni la derrota en las legislativas del 2021 representó para el kirchnerismo en Buenos Aires una crisis de la magnitud de la que acaban de desatar los escándalos conocidos en torno a uno de los dirigentes más poderosos, en los planos político y económico, del conurbano. La referencia apunta a Martín Insaurralde, ex jefe de Gabinete de Axel Kicillof, ex intendente de Lomas de Zamora, también recientemente destronado como candidato a concejal por ese distrito.
Aquella crisis, un temblor que no cesa con sus réplicas, pone en discusión dos aspectos clave de la estrategia de Cristina Fernández. La posibilidad de reelección del gobernador; la conservación del principal distrito electoral como posible refugio kirchnerista para resistir cuatro años ante la eventualidad de la derrota en el orden nacional. El pánico ha inducido al gobernador a encargar mediciones provinciales para calibrar de qué manera los escándalos de Insaurralde están esmerilando su candidatura.
Cuenta aún con un hándicap. A Néstor Grindetti, aspirante de Juntos por el Cambio, no parece ayudarlo el impulso que puede significar en la boleta la postulación de Patricia Bullrich. Carolina Píparo, discípula de Javier Milei, quedó más alejada en las PASO. Una hipotética marea el 22 de octubre de La Libertad Avanza, sin embargo, la colocaría en una instancia competitiva.
Kicillof transpira. Un respetado consultor de opinión pública razonaba que tal vez Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta hayan cometido en Buenos Aires uno de los tantos graves errores desencadenados por la interna salvaje: no haber coincidido en un candidato único para gobernador. “Santilli (Diego) podía tener ahora todos los boletos para su victoria”, conjeturó.
La caída de Insaurralde tendría, en principio, dos grandes víctimas políticas. Paradojalmente una de ellas sería Kicillof, que siempre lo resistió porque llegó a su gobierno por imposición de Cristina y Máximo Kirchner. Aunque fue el dirigente que le facilitó el acceso al sistema de los intendentes del conurbano donde, desde el comienzo, el gobernador no hizo pie. A Axel siempre le costó comprender la lógica de Buenos Aires. Estos años los destinó a recorridas por la provincia para distribuir fondos. Poco más. Tuvo para entretenerse: la Nación triplicó sus envíos a Buenos Aires respecto de lo que Mauricio Macri había hecho con María Eugenia Vidal.
El otro dirigente muy magullado es Máximo. Insaurralde fue su cuña para incomodar a Kicillof. Bastante más que eso. Resultó el dirigente que convenció a una docena de intendentes para que aceptarán consagrar al hijo de la vicepresidenta como titular del PJ. Hubo rebeldes que jamás aceptaron como Fernando Gray, titular de Esteban Echeverría. La eyección del ex intendente de Lomas de Zamora dejaría al diputado K en una peligrosa soledad. Con el horizonte político casi desdibujado.
Las razones de la renuncia de Insaurralde tampoco resultarían gratas para Máximo. Están ligadas a la corrupción, a la falta de transparencia, a la impunidad. Un karma que persigue a la familia Kirchner, actualizado con la posibilidad de la reapertura de la causa Los Sauces-Hotesur que la vicepresidenta se encarga de impugnar cada día. Se trata, nada menos, que por sospecha de lavado de dinero. Algo que empieza a merodear la historia de Insaurralde si se cotejan sus ostentaciones con el patrimonio que juró poseer en la declaración patrimonial.
El crecimiento político y económico del ex jefe de gabinete de Kicillof data de las épocas de Eduardo Duhalde, en Buenos Aires, y Carlos Menem, en la presidencia. Su suegro supo ser un tiempo Hugo Toledo, poderoso ministro de Obras Públicas del duhaldismo. Su influencia política ni siquiera menguó la única vez que desde el 89 el peronismo debió replegarse en la provincia por la victoria opositora de Juntos por el Cambio.
Martín Insaurralde, durante su primera boda junto a Eduardo Duhalde y Carlos Menem.
En tándem con Sergio Massa, con quien mantuvo siempre un vínculo de amor y odio, fue clave para la ley que en 2016 hizo sancionar Vidal para limitar a dos períodos la reelección de los intendentes. Desplegó una influencia similar para que en 2021 esa misma norma fuera modificada “por estar floja de articulados” y permitir a los alcaldes no poseer topes para su permanencia en el poder.
Insaurralde fue articulando en los últimos años, durante la gobernación de Kicillof, un sistema político que le permitió un poder discrecional. Ejerció la jefatura de Gabinete. Empinó a su discípulo Federico Otermín con titular de Diputados de la Legislatura Bonaerense. Llevó a Omar Galdurralde a la titularidad del Instituto Provincial de Loterías y Casinos de Buenos Aires. Secundado por María García. Ambos bendecidos también por Massa, el ahora ministro-candidato, y Malena Galmarini, titular de Aysa.
Tampoco se olvidó de brindarle alguna satisfacción a Kicillof. En mayo del 2022, después de negociaciones muy arduas, consiguió el nombramiento de Federico Thea como presidente del Tribunal de Cuentas de Buenos Aires. Hombre de extrema confianza del gobernador. Cargo vitalicio que durante 35 años ocupó Eduardo Grinberg. La puntada fue con hilo: metió de vocal a Juan Pablo Peredo, del mundo de la ruleta y los naipes. ¿Cuál sería la importancia de la maniobra? . Entre varias funciones, el jefe del Tribunal posee facultades de relevancia en el control de los municipios. Desde entonces se percibe un recelo fuerte en las comarcas que administra Juntos por el Cambio.
Aquella referencia no parece un capricho. A Insaurralde siempre se lo relacionó con el juego que mueve fortunas. Una de las fuentes de financiamiento de la política bonaerense. No con exclusividad. La famosa feria popular de La Salada, en el distrito de Lomas de Zamora, habría sido con recurrencia otra usina importante de suministro de ingresos. Un conglomerado de comercio ilegal que alguna vez, sin suerte, Vidal pretendió ordenar. Moviliza por año unos $200 millones. De los cuales son facturados menos del 80%.
El último escándalo que fulminó a Insaurralde -su viaje a Marbella y sus vacaciones de lujo en un yate junto a una modelo- estuvo precedidos de otras oscuridades de las cuales, como la mayoría de la clase dirigente bonaerense, no pudo ser ajeno. Un sistema de recaudación a través de empleados truchos de la Legislatura que, a cambio del beneficio de la Obra Social y la jubilación, cedían parte o todo su salario para una caja negra. Destinada, vaya a saberse, para enriquecimiento personal o financiamiento de actividades políticas. El bolsero era Julio Segundo Rigau, apodado “Chocolate”. Un puntero pejotista que trabajaba como electricista en la Legislatura.
¿Quién administra semejante sistema y semejante recaudación? ¿Podían ignorarlo las autoridades de la Legislatura? Los ojos estarían posados sobre Otermín, que se postula para la intendencia de Lomas de Zamora. Imposible no divisar detrás de todo, también, la sombra de Insaurralde.
El kirchnerismo, con esa cadena de escándalos, parece haber quedado nocaut. Colapsado. Kicillof se ha negado a hablar del tema. Difícil que no estuviera al tanto. Si así fuera, llamaría la atención su incompetencia. Desbarajuste que sale a la luz apenas a 18 días de las elecciones. En las cuales el oficialismo juega a cara o cruz en Buenos Aires.
Fuente Clarin