Por Horacio Minotti
La lógica que exhiben sus seguidores más fanatizados es concordante: hostigan, insultan, amenazan con el ejercicio de la violencia
“Somos superiores, estética y moralmente”. La frase no pertenece a otro que a Javier Milei, claro. Lo dijo hace un tiempo en un programa con la periodista Viviana Canosa, cuando nadie todavía lo tomaba muy en serio, y viene a echar luz sobre el nudo gordiano de su pensamiento y el del núcleo más duro de sus seguidores.
Resultaba, hasta que se escuchó esa frase, complejo determinar que líneas de pensamiento rigen la elaboración mental del candidato, en cuanto a su concepción del poder. Porque si bien se autodenomina anarco libertario en lo económico y funda sus ideas en la escuela austríaca, su intolerancia política, su alianza con los sectores más ranciamente conservadores y con el pasado represivo de la Argentina, no se condice con un liberal y mucho menos con un libertario.
Una vez más, como siempre ocurrió en el país, los postulantes de la libertad económica se manifiestan violentamente conservadores y represivos en lo político y social. La lógica que exhiben sus seguidores más fanatizados es concordante: hostigan, insultan, amenazan con el ejercicio de la violencia y exudan resentimiento y odio contra principios tales como los derechos de las mujeres.
Siendo que esto no es novedoso, lo que nos ofrece Milei como diferencial manifiesto es el pensamiento supremacista. Él y su grupo tienen derecho a comportarse de ese modo porque son superiores al resto, lo merecen y deben controlar a una sociedad que es inferior. Usted, que lo vota por disconforme, por indignado, pero que no es un acólito, es inferior y debe ser sometido y gobernado por esta casta superior. Al cabo, ellos son nada más y nada menos, que las Fuerzas del Cielo, enviados por seres superiores para ordenar al mundo contra su voluntad, si es necesario.
Si bien ha de haber estado esta idea en la mente de muchos dictadores, quien se animó a hacerlo valer como ideología de gobierno explícita en el siglo pasado, fue Adolf Hitler, quien postuló la superioridad de la raza aria por sobre el resto y a razón de ello, inició una guerra mundial para dominar a todos los seres inferiores. En los Estados Unidos, sectas como el Ku Kux Klan mantienen todavía esa postura, que fue también fundamento del apartheid sudafricano, y otras dictaduras del mundo.
El supremacismo y la violencia
Un gobierno basado en el supremacismo requiere, necesariamente, la violencia contra la propia sociedad que administra, porque es impensado que las personas acepten las desventajas de ser consideradas inferiores, por ende, se presenta un conflicto social potencial y por eso, la represión es una característica elemental de un gobierno supremacista.
Un gobierno basado en el supremacismo requiere, necesariamente, la violencia contra la propia sociedad que administra
Tal vez de allí, el rol de Victoria Villarruel en la fórmula, porque de ganar, alguien deberá organizar un esquema similar al de la Triple A en los ’70, un José López Rega que ponga a raya a los disidentes.
Justamente como López Rega y como todo supremacismo, la idea de superioridad la completa una relación mística con un poder mágico o espiritual. Por eso el diálogo con perros muertos mediante una espiritista, y por eso, el ataque al Papa Francisco al que califica como representante del “maligno”.
Lo juzga él, quien se siente el verdadero delegado del “benigno”. Uno puede discrepar con el manejo político que ha hecho Jorge Bergoglio, especialmente en sus permanentes coqueteos con el peronismo, pero colocarlo en el lugar de representante del mal, solo está reservado a quien se autopercibe el representante del bien, heredero y único delegado de lo superior.
Existen siempre y en casi todas las sociedades, sectores de iluminados que pretenden detentar esa superioridad, aunque en principio suelen ser minoritarios. Los llamados skinheads en Europa cumplen ese rol, así como ciertas sectas en los Estados Unidos. Tal vez sin saberlo, los jóvenes que golpearon hasta matar a Fernando Báez Sosa, habrán sentido esa superioridad sobre el resto, que los habilitaba a asesinarlo. Sus conductas en el hecho y posteriores, revelan ese tipo de postura.
Esta idea de supremacía explica no solamente la conducta enfurecida del candidato, sino muchas de sus ideas que son mayoritariamente, inconstitucionales. En definitiva, la Constitución es un pacto entre hombres inferiores, un documento sin valor trascendental ni mágico, una serie de reglas que no son aplicables al superior. El Congreso y la Corte Suprema son, asimismo, entidades terrenales, por debajo de sus revelaciones, y compartir el poder con los otros dos departamentos del Estado, según nuestra organización legal, no concuerda con la lógica del iluminado, no encuentra apego con la misión trascendental de las Fuerzas del Cielo.
La búsqueda de entronizar a un “ser superior”
En conclusión, quienes acompañan con su voto la postulación de Milei, buscan, los sepan o no, entronizar a un ser superior a ellos mismos, no son presidencialistas, son absolutistas, de cuando el poder monárquico derivaba de una entidad sobrehumana.
Javier Milei ofrece, como diferencial manifiesto, un pensamiento supremacista
Dentro de su bagaje electoral, hay muchos jóvenes varones que comulgan con ese pensamiento y quieren hacer valer su superioridad, en especial, sobre las mujeres. Las imágenes que pueblan las redes sociales sobre sus varoniles conductas y los objetivos que manifiestan dejan a la luz dichas expectativas.
Aquellos a los que se ve enfurecidos, colgados de los árboles e insultando a Patricia Bullrich, en realidad, están agrediendo a todo lo que se les opone, a quienes pongan en discusión su superioridad y su mérito inapelable para disponer del resto de los mortales.
También hay, entre quienes votan al mesiánico, personas muy pobres que, sin valorar estos aspectos, buscan desesperadamente esa solución mágica que los saque de sus padecimientos y de ellos, se aprovecha el candidato. Y no faltan, para completar el cuadro, los simples indignados que rechazan las opciones políticas más institucionalistas, porque sienten que las instituciones no les dieron respuesta.
Ni los supremacistas ni los que esperan una salvación basada en lo esotérico, van a cambiar su voto, nadie ofrece algo similar, ni tampoco nadie lo hará. Los que simplemente están indignados y desilusionados del sistema y la política, son los que deben saber que, le están dando el instrumento de gobierno a quien los considera inferiores y por ende, va a aplicar la violencia contra ellos, cuando tenga el poder y las personas se sigan mostrando disconformes, sobre sus hijos y especialmente, sus hijas. Allá ellos, avisados están.
Fuente Iprofesional