LA HABANA, Cuba. — En los últimos días, la opinión pública internacional ha sido testigo de un nuevo capítulo en el sangriento enfrentamiento histórico entre israelíes y palestinos. En esta oportunidad, la agresión provino de la Franja de Gaza, enclave en el cual, en junio de 2007, el grupo terrorista Hamás, tras perpetrar el correspondiente golpe de Estado, controló el poder total.
La especie de cese al fuego que rige entre ambas partes fue rota por un feroz ataque de las llamadas “Brigadas Qassam”, que se definen como “brazo armado” de la referida organización terrorista. En esta oportunidad, la parte israelí, que suele estar tan alerta ante las posibles agresiones de sus enemigos que la rodean en todas sus fronteras, fue tomada por sorpresa.
El ataque fue violentísimo. Los cohetes lanzados contra el territorio israelí se cuentan por miles. Los agresores lograron inclusive apoderarse de algunos pequeños puntos poblados aledaños a la Franja. En las redes sociales menudean los videos en los que puede observarse la brutalidad (el salvajismo, en realidad) con que los fundamentalistas islámicos tratan a los israelíes, incluyendo los civiles, también declarados objetivos militares legítimos.
Dentro de Israel han comenzado ya las recriminaciones por lo que se considera (y no sin razón) como un gran fallo del servicio de inteligencia. Este último es un grupo humano que a lo largo de los años se ha ganado una merecida admiración mundial por las innumerables muestras de eficiencia que ha dado. Pero en esta ocasión no estuvo a la altura del peligro que debía enfrentar.
Pero esas responsabilidades habrá que depurarlas a más largo plazo. De momento, el primer ministro Benjamín Netanyahu aclaró a sus ciudadanos que no se trataba de una “operación” ni una “escalada”; “estamos en guerra”, puntualizó. Y agregó algo que, en boca de un líder israelí, debe ser tomado muy en serio: “Nuestro enemigo pagará un precio hasta ahora no conocido”.
Las reacciones en todo el mundo no se han hecho esperar. En Europa, la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, fue terminante: “Condeno inequívocamente el ataque perpetrado por los terroristas de Hamás contra Israel. Es terrorismo en su forma más despreciable”. También el alto representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, se mostró menos veleidoso que en otras ocasiones, y rechazó “de manera inequívoca” el ataque.
Gobiernos serios de todo el mundo, como los de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido, reprobaron la agresión. También el ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel Albares, condenó enérgicamente lo que calificó como “gravísimos ataques terroristas desde Gaza contra Israel”.
La nota discordante provino del Irán teocrático, que sufre la tiranía de los ayatolas. El portavoz ministerial Nasser Kanaani festejó el más de medio millar de muertos producidos por el brutal ataque, y felicitó “a la nación palestina y a todos los grupos de resistencia”. “Apoyamos esta operación”, expresó por su parte Rahim Safavi, asesor de la máxima autoridad de la República Islámica.
También Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, formuló declaraciones antisraelíes. ¿Pero qué otra cosa podía esperarse de él! Aunque el dirigente no sienta especiales simpatías por Hamás, que ha convertido a Gaza en un territorio palestino que desconoce su autoridad, debemos reconocer que le hubiera resultado harto difícil permanecer callado ante los acontecimientos.
Pero forzoso es reconocer que Abbás, al menos, tuvo el pudor de no ensalzar directamente el ataque terrorista, como lo hicieron los ayatolas de porquería. En lugar de ello, optó por defender el derecho de sus compatriotas a defenderse de lo que denominó el “terror de colonos y tropas de ocupación”. Una afirmación muy debatible y extemporánea, pero no descarada.
En Nuestra América, la dictadura sandinista condenó “el agravamiento del terrible conflicto Israel-Palestina”. En Colombia, el presidente Petro ha caído en otro de los despistes que lo caracterizan. Según La Silla Vacía, desde el pasado sábado el Jefe de Estado ha publicado la friolera de “32 trinos en su cuenta de X” (antes Twitter). En ellos, Petro se ha negado a satisfacer la petición del Embajador israelí en Colombia, quien demanda una condena del ataque perpetrado por Hamás. Sin embargo, sí ha tenido la peregrina idea de aprovechar esta coyuntura tan poco adecuada para reclamar el reconocimiento del Estado Palestino y la realización de negociaciones entre ambas partes.
En Cuba, el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) emitió un comunicado al respecto. No lo hizo con la rapidez que ha caracterizado la emisión de otros documentos suyos de ese tipo. Esperó a que se iniciara la inevitable reacción de Israel. Esto le dio pie para referirse a “la escalada de violencia entre Israel y Palestina”, la cual, con gran rapidez, atribuye a “75 años de permanente violación de los derechos inalienables del pueblo palestino y de la política agresiva y expansionista de Israel”.
Aunque a un observador imparcial tal cosa le parezca imposible, la cancillería cubana reservó uno de los cuatro parrafitos del flamante comunicado a arremeter… ¡contra Estados Unidos! Según los escribidores castristas, este gran país ha sido “cómplice” de Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU, “al obstruir de manera reiterada la acción del órgano, socavando la paz, la seguridad y la estabilidad en el Oriente Medio”.
Con esto, Díaz-Canel y su régimen demuestran ser “continuidad”. Siguen guiándose por la carta escrita en 1958 (¡antes de trepar al poder!) por Fidel Castro a su confidente Celia Sánchez: “Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos” (los estadounidenses).
Que las políticas del Estado cubano, ¡65 años después!, continúen ajustándose a ese planteamiento torpe e impolítico, cuando hace años que el autor de ese exabrupto abandonó este mundo, demuestra a las claras hasta qué extremos llega la falta total de perspectivas del actual gobierno de la Isla.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org