AREQUIPA, Perú.- Entre los hechos de sangre más impactantes que se registran en la historia de Cuba está el caso del Manco Rondán, considerado como el primer asesino en serie de la Isla. Francisco Rondán Rodríguez, su nombre real, fue un inmigrante español procedente de Málaga que según cuentan “era más malo que el diablo”.
El hombre llegó al gibareño poblado de Auras, en Holguín, cerca de 1820 y cosechó tan mala fama que todavía hoy los locales usan la expresión “es más malo que el Manco Rondán” para referirse a personas malvadas.
Amén del desagrado que llegaría a generar, el español se convirtió con el paso de los años en una de las personas más ricas, poderosas e influyentes del territorio.
El eje de su fortuna y el horror del pueblo fue la Casa Larga, una especie de posada o mesón que estaba interconectada con otros edificios mediante intrincados pasadizos subterráneos.
Entre las áreas más destacadas del inmueble estaba el sótano, un pozo y un cuarto donde existía una trampa oculta que se activaba mediante una palanca. En esa última habitación el Manco Rondán cometía sus crímenes.
Cuentan las leyendas locales que el malagueño solía invitar a pernoctar en su posada a cualquier adinerado que pasara por Auras. Una vez allí, los retaba a una partida de cartas en el cuarto secreto y, si lograban ganarle, activaba la trampa y los precipitaba en el pozo. Luego, en complicidad con el barbero local, degollaba a sus víctimas.
Así, de manera siniestra y calculadora, el asesino utilizó su mesón para atraer a muchos desafortunados. Con cada asesinato engrosaba su riqueza, la cual invirtió en el lucrativo y turbio negocio del contrabando de esclavos.
En una ocasión el criminal se vio envuelto en una pelea en la que perdió un brazo, razón por la que ganó el apodo de Manco Rondán. Tras su eventual fallecimiento, la Casa Larga pasó por distintas manos de familias holguineras, que intentaron sellar el funesto pozo en múltiples ocasiones, pero sin éxito.
Fuente Cubanet.org