LA HABANA, Cuba. – A media hora del corazón de La Habana se encuentra el municipio de Marianao, cuya historia se remonta al siglo XVII, cuando sus terrenos comenzaron a ser ocupados principalmente por marinos y soldados que vigilaban los movimientos de corsarios y piratas.
Se dice que el nombre proviene del vocablo aborigen “Mayanabo”, que significa “junto al agua”, pero otra versión sugiere que fue inspirado por una mujer de origen portugués, llamada María Nao o María Nabo, que vivía y trabajaba en el pueblo desde antes de su fundación sobre los terrenos que hoy ocupan los repartos Wajay, Jaimanitas y El Cano.
En diciembre de 1720 el Cabildo de La Habana autorizó al presbítero Francisco Zayas-Bazán para que estableciera un poblado, cuyos primeros residentes fueron frailes. Seis años más tarde el caserío, ubicado en el nacimiento del entonces hermoso río Quibú, fue destruido por un incendio y sus residentes se desplazaron hacia otros puntos cercanos para fundar nuevos asentamientos.
En 1794 la Junta Económica del Real Consulado comenzó a invertir en la creación de puentes, calzadas y canales de navegación. Hacia 1820 se construyó la carretera que unía La Habana con Guanajay, pasando por Marianao, lo cual generó una repartición de solares y el aumento del tráfico comercial en los alrededores de la importante vía.
El hallazgo de un manantial de aguas medicinales, conocido como “El Pocito”, atrajo a varias familias de la capital. Marianao comenzaba a perfilarse como un lugar de veraneo, haciendo competencia a las urbanizaciones del Cerro, Puentes Grandes, Jesús del Monte y Calabazar.
Como otros municipios capitalinos, Marianao tuvo su apogeo en el siglo XIX. En esa época, se establecieron las diligencias con servicio diario y se habilitaron espacios que permitieran al creciente número de jóvenes pasar agradables jornadas en contacto con la naturaleza.
En 1857 se constituyó la Sociedad Anónima Fomento de Marianao, que contribuyó notablemente a la prosperidad del territorio. Se construyeron nuevos baños junto al río, una valla de gallos y el Teatro Concha, punto de reunión predilecto de las familias aristocráticas que iban allí a veranear.
En junio de 1863, autorizado por el gobierno colonial, fue inaugurado el Ferrocarril Habana-Marianao. El pueblo siguió creciendo en atractivo y actividad comercial hasta que la Guerra de los Diez Años lo hundió en una decadencia que duraría hasta el siglo XX. No obstante, en 1879 se fundó el Ayuntamiento de Marianao, convirtiéndose así en un nuevo municipio.
En los primeros años de la República, Marianao contaba con varias industrias, entre ellas la cervecería La Tropical, ingenios, tejares, hornos de cal y tabaquerías. Sus tierras producían buenas cosechas y el desarrollo urbanístico fue notable a partir de los años 40. Una de las obras más distintivas de la municipalidad fue el Asilo Escuela Nacional de Sordomudos, que abrió con una matrícula de 30 alumnos sordos.
Con la llegada de Fidel Castro al poder, Marianao dejó de crecer. Hoy, al igual que los demás municipios de la capital, sobrevive sin industria ni agricultura, esperando tiempos mejores.
Fuente Cubanet.org