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Hubo un tiempo, en otra vida periodística, en que solía ir a las dos cumbres principales del Fondo Monetario Internacional, la de primavera y la anual. En ese momento, se celebraron siempre en Washington, donde solía pasar cinco o seis días. Solo pasados los treinta valoré realmente las cosas que pasaban por allí, como lo de encontrarse en un ascensor con Paul Volcker (con la cabeza inclinada debido a sus 2 metros de altura) o que un Alan Greenspan, ya retirado, te firmase su libro de memorias, luego extraviado en alguna mudanza. Desde entonces sigo el evento desde la distancia y con cierta morriña. La semana pasada la cumbre anual se celebró en Marrakech. Me han gustado los resúmenes de dos de los asistentes. El de Erik Nielsen (Unicredit) y el de Robin Brooks (de la patronal bancaria mundial). Dos ideas. 1) El sector público quería hablar de geopolítica y el privado, de cómo se había disparado el tipo de interés de los bonos (= encarecimiento de la financiación). 2) Frustración por la negativa de los países altamente endeudados de la periferia europea (guiño-guiño, codito-codito) a reducir deuda cuando están creciendo más que la media. Curiosamente, Hernández de Cos, en esta entrevista publicada hoy en el FT, habla de ambas.
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Fuente El Confidencial