Por Enrique Guillermo Avogadro
“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”.
François-Marie Arouet (Voltaire)
Dejo asentado mi agradecimiento a la República del Ecuador que, el domingo y de la mano de Daniel Noboa, rechazó en ballotage el regreso del autoritario y corrupto correísmo al poder. Propinó así duros golpes al Foro de São Paulo y al Grupo de Puebla, esos clubs de tiranos y falsos progresistas que quieren imponer el “socialismo del siglo XXI” en la región.
La Argentina, con los ojos vendados y envuelta en una impenetrable niebla, se prepara para comenzar a definir mañana su destino durante los próximos cuatro años. Todas las probabilidades, a 24 hs de esta elección crucial, están abiertas, pese a los gritos de triunfo de todos los rincones. Los analistas de opinión pública no consiguen predecir que harán los once millones de ciudadanos que, en las PASO, se abstuvieron de concurrir a las urnas, o votaron en blanco; se trata del 25% de los habilitados y superan los porcentajes que obtuvieron todos los precandidatos que compitieron.
Como conté recientemente, quemé gran parte de mi biblioteca cuando Sergio Massa, directo y canallesco responsable de la mayor catástrofe socio-económica que pueda recordar, que nos ha puesto a las puertas de una nueva hiperinflación, que endeudó al país brutalmente y sigue haciéndolo, que ha llevado a la pobreza (bien medida) al 50% y al 15% de indigencia, que es cómplice del rampante narcotráfico y de la violencia despiadada, logró participar, con posibilidades, en las elecciones generales. Si entrara al ballotage del 19 de noviembre, mandaré al fuego al resto de mis libros.
En especial ahora, cuando brotan como hongos en un cementerio los monumentales escándalos de corrupción que lo golpean sin pausa, a caballo de la injustificable riqueza que exhiben ahora los “barones” del Conurbano, como antes lo hicieron los señores feudales del peronismo provincial y, claramente, los organizadores y jefes de la asociación ilícita que llegó al poder en 2003. En las redes, dicen que “encontrar un kirchnerista honrado y decente es más difícil que ponerle un calzoncillo a un pulpo”.
La sorpresiva performance de Javier Milei me llamó la atención por razones opuestas, ya que obedece básicamente al hartazgo de una juventud que, con razón, no ha encontrado respuestas a sus problemas y fustraciones en los políticos de mi generación. El libertario ha creado una nueva religión e impuesto sus irracionales dogmas a sus ignorantes fieles; la discusión interna está vedada y quienes cuestionan algunos de sus psiquiátricas propuestas son enviados por el líder a la hoguera, aunque se trate del Papa Francisco, de economistas disidentes o de periodistas preguntones.
Pero ese edificio tan vertical y monolítico sufre los embates destructivos del fuego amigo. El propio “león” libertario y los poquísimos nombres aparentemente confirmados para ocupar lugares de privilegio en un eventual gobierno suyo, baten sin cesar contra sus paredes con declaraciones que, en plena campaña electoral, semejan graves dislates. Proponer que los padres tengan derecho a desconocer a sus hijos, que se rompan relaciones diplomáticas con el Vaticano, que se venda Vaca Muerta, que se privatice el mar, no parecen ser demasiado racionales a la hora de intentar pescar en la enorme pecera de los indecisos y los abstinentes.
Por otra parte, la sorprendente presencia de tanta “casta” en las listas de candidatos, en el armado electoral y en los financistas del espacio, habilitan las sospechas de que, en realidad, se trata de un caballo de Troya del mismo peronismo reciclado, aunque suene verosímil la versión que dice que se le fue de las manos a sus inventores. Y las estruendosas derrotas que ha sufrido La Libertad Avanza cada vez que se ha presentado a elecciones provinciales, con su consecuente carencia de gobernadores propios y de bancadas significativas en el Congreso, complicarán su gobernabilidad, en especial cuando intente aplicar sus ideas más disruptivas, que siempre serán sometidas a control de constitucionalidad por la Corte Suprema.
Patricia Bullrich ha renacido después del inesperado (pero justificado por la salvaje interna que protagonizó Juntos por el Cambio) sopapo que recibió en las PASO. Ha abierto su oferta y la ha transformado en un real equipo de gobierno, en especial con la beneficiosa (aunque tardía) incorporación de Horacio Rodríguez Larreta a su eventual gobierno. Cuenta con mandatarios en las provincias más importantes y con multitud de legisladores que hasta podrían ser la nueva primera minoría en el Congreso y, sobre todo, no le cabe sospecha alguna de vínculos con la corrupción.
Ese escenario hace que los argentinos estemos royéndonos las uñas mientras esperamos el escrutinio del domingo, pero mi otra grave preocupación pasa por qué sucederá –cualquiera sea el resultado- a partir del lunes 23. La economía está prendida con alfileres y me pregunto si resistirá, sin estallar, hasta la segunda vuelta electoral, cuatro semanas después. Y cuando ese esa explosión se produzca, y más temprano que tarde lo hará, hasta dónde llegará la onda expansiva y con qué violencia.
Si Massa no lograra entrar al ballotage, ¿renunciará como Ministro de Economía o reimpulsará su política de tierra arrasada?; siendo joven, ¿querrá preservar su futuro? ¿Qué pasará con el peso?, ¿podrán destinarse los escasos dólares disponibles a pagar indispensables importaciones para la salud y la industria o se seguirán dilapidando en beneficio exclusivo de los amigos “expertos en operar en mercados regulados”? ¿Permanecerán los Fernández² en sus cargos o saldrán huyendo para intentar no ser alcanzados por el incendio que provocaron?
¿Podremos dormir a partir del domingo a la noche? Depende de nosotros, de nuestra presencia en las urnas y de cuánto valoremos a la República y sus instituciones.