LA HABANA, Cuba. — Una amiga que reside en Marianao me cuenta que se siente aterrada cada vez que su hija se va para la escuela. Hace pocos días, casi en la puerta del Preuniversitario Manolito Aguiar, al cual asiste, tres estudiantes fueron conminados a punta de cuchillo por dos malhechores para que les entregaran los teléfonos celulares que llevaban.
Dicho instituto se encuentra frente a la Ciudad Escolar Libertad, a escasos 100 metros de la céntrica rotonda con el Obelisco dedicado a Carlos J. Finlay y a unos 200 metros de una estación de policía.
Días antes, a un hombre que se encontraba con su motorina (motocicleta eléctrica) estacionada cerca de allí y que oyó a unos jóvenes comentando que iban a asaltar a unas muchachas del centro de estudio, cuando trató de convencerlos de que desistieran, lo amenazaron con un machete, por lo que tuvo que correr a protegerse en el centro escolar.
Otra amiga, que vive en Arroyo Naranjo, me contó que, recientemente, en la panadería del Reparto Eléctrico, durante una reyerta en la cola para comprar el pan, un individuo recibió dos puñaladas.
No pasa un día en que uno no sepa sobre hechos de violencia. Ocurren cada vez con mayor frecuencia. La población está asustada ante el aumento de los robos y asaltos con violencia. Como las fuerzas del orden casi nunca aparecen oportunamente, no son muchas las personas que se aventuran a salir de sus casas de noche, a no ser que tengan que realizar gestiones precisas.
Después que anochece, las calles están casi desiertas. Muchos turistas se quejan de que en La Habana apenas hay vida nocturna.
Los delitos se han incrementado en proporción directa a la inflación descontrolada que ha originado el fracaso de las políticas económicas del régimen, particularmente la llamada “Tarea Ordenamiento”, que han sumido en la miseria a gran parte de la población. Solo están exentos de las privaciones, la clase dirigente, los pocos que tienen buenos salarios, los que tienen negocios (muchas veces ilegales) y aquellos que reciben remesas del exterior que les permiten comprar lo necesario y llevar una vida más holgada.
Miles de cubanos optan por emigrar por diferentes vías, algunas peligrosas. La mayoría de los que se van son jóvenes. La formación del “hombre nuevo” al que aspiraba el régimen fracasó. A la mayoría de los jóvenes los argumentos oficiales les resultan lejanos y molestos.
Las personas, a causa de tantas privaciones, viven frustradas y con mucho estrés. Y eso las pone violentas. La violencia no es solo física. También es verbal y gestual. La pérdida de valores morales y sociales influye en esta situación.
Pese a las campañas del Cenesex y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) contra el machismo y la violencia de género, los feminicidios ya suman más de sesenta este año.
Las trifulcas callejeras por asuntos muchas veces fútiles están a la orden del día. Ofensas, empujones y hasta puñetazos se propinan las personas al querer montar en los escasos y repletos ómnibus cuando pasan, y en las colas para comprar comida o medicamentos, por temor a que no alcancen para todos.
Aún ahora que se encuentra normada la venta en las tiendas, por un número y día señalado para adquirir la mercancía, se discute por el sitio en la cola para comprar.
Son frecuentes las riñas familiares, sobre todo por las viviendas. El muy avanzado Código de las Familias pretende que entre los involucrados en algún litigio se pongan de acuerdo y que la autoridad actúe solo en caso de “alteración del orden público”, pero la realidad es que el Estado, ante la imposibilidad de solucionar el déficit habitacional, se desentiende del problema.
Las discusiones y escándalos entre vecinos, por diferentes motivos, son bastante comunes, sobre todo en edificios y ciudadelas, donde llevar una convivencia pacífica, en medio de tanta precariedad y hacinamiento, no siempre es fácil.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org