Tras presenciar la jura de la Constitución por la princesa Leonor, con mención expresa de su sometimiento al derecho y al parlamentarismo, cabe preguntarse por qué hay aquí tanto forofo de la asimetría. Ojalá muchos que cuestionan el papel de la Corona estuvieran igualmente dispuestos a someterse a unas reglas de juego que a todos obligan.
No se engañen: ni la amnistía ni «nada de eso» despiertan entusiasmos mayoritarios ni siquiera en Cataluña. Mejor dicho, en Cataluña es donde más cuestan de tragar. Hasta el presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, dejó traslucir en la entrega anual de premios de su importante entidad su exasperación ante una clase política infantilizada, echada al monte, que nunca rinde cuentas de lo que gasta ni de la economía que destroza. Vamos, que sí que sí a la amnistía por fuera, dicen muchos por ahorrarse problemas: pero la procesión va por dentro.
Dice poco en favor de los defensores de una España de libres e iguales haberse dejado coger en una ratonera donde o eres sanchista o eres ultraderecha. Catastrófica disyuntiva. Existe el constitucionalismo de buen tono, de derechas, de centro y de izquierdas. Hay esperanza para muchos que a lo mejor comulgaron con ciertas ruedas de molino alguna vez, y que ahora sólo piden una manera digna de salir de ahí. El reencuentro que urge no es con los golpistas. Es con todos sus damnificados, votantes independentistas y socialistas burlados incluidos. Buena gente: vamos todos en el mismo barco. ¡Ayudémonos!
Mientras escampan la confusión y la tormenta, bienvenida sea una Corona cargada de nuevos bríos, única estrella polar de la que podemos fiarnos una inmensa mayoría de catalanes mientras se nos desgobierne así. Más Corona y menos espinas en Cataluña hasta pasar este via crucis. ¿Ya falta menos? De usted depende.
Fuente ABC