Por Ricardo Roa
Por el escándalo de unos chats a Lacalle le renunciaron el canciller y su vice. De este lado del río, el yachtman Insaurralde sigue como intendente con licencia en Lomas de Zamora.
Según Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Este sábado de la política lo copiamos así: la política tiene razones que la razón no entiende. Por qué, si no, tanta macana de uno y del otro lado del balotaje, como si las metidas de pata sumaran votos. Massa se ahoga por la falta de nafta que sólo la imbatible impericia de su gobierno puede explicar y Diana Mondino, de lo más sensato del mileismo, va y habla y cambia la agenda con eso de que el mercado de órganos es algo fantástico. Se metió en un lío y metió a Milei en un lío en el que Milei estaba de salida.
Y mientras tanto, el yachtman Insaurralde, que firmaba los decretos de Kicillof con Sofía Clerici en el Mediterráneo, está de licencia en la intendencia lomense. ¿No es extraordinario? Cruzando el río, en cambio, siguen profesando un tradicionalismo político incomprensible para nosotros aunque ahora algo enturbiado.
Primero, aclaremos: sumaron un uruguayo a la larga lista de narcos con vinculaciones políticas en la región. Es Sebastián Marset, de Montevideo, y amplio prontuario pese a sus 32 años. Lo busca medio mundo, pero no lo encuentra. Como todo narco, también es lavador, pero ni aun así ni la DEA da con él.
Indirectamente o no tanto, se lo vincula con la muerte de un fiscal colombiano. Un mafia de estos tiempos de la globalización narco. ¿Cuál es el último capítulo de su historia? Por andar con un pasaporte paraguayo falso lo apresaron en 2021 en Dubai. Pero al mes consiguió uno nuevo, de su país, que le permitió quedar suelto y desaparecer. Desde el ministerio del Interior, que los otorga, le habían pedido a la vice del canciller Alejandro Bustillo que apuraran el trámite en el Consulado de Dubai. Esos chats, suele pasar, quedaron ahí. Cuando estalló el escándalo, Bustillo intentó taparlo y le pidió a su vice Carolina Ache que borrara, perdiera, hiciera desparecer el teléfono. Pero Ache se negó, renunció y para mostrar su inocencia los presentó en la Justicia.
Revelado el asunto, Bustillo sumó su renuncia y entonces uno se pregunta si aquí renunciaría alguien por unos chats. En especial siendo un diplomático de carrera con influyentes amigos en uno y otro lado. Bustillo fue embajador de los presidentes Tabaré Vázquez en la Argentina y de José Mujica en España, en cuya casa solía parar el ahora afantasmado presidente Alberto Fernández.
Pero esos son datos que corresponden al rubro, digamos, sentimental. Al otro, se puede recordar que Bustillo fue acusado y llevado a juicio acá por importar o casi contrabandear autos. No cualquier auto, claro está. Porsches, Hammers, o algo así, con las ventajas diplomáticas del caso para enajenarlos convenientemente a… amigos poderosos. Uno fue a las manos de Adrián Werthein. Bustillo zafó en los tribunales por sus fueros de embajador. ¿Y quién fue su abogado exitoso? Si pensó o recordó Alberto Fernández, acertó.
Pero Uruguay tiene eso que nos falta: al menos dos renuncias a tiempo, no la repetidamente obscena exhibición de fui elegido para hacer lo que me da la gana. Otra muestra de esa política sencilla, pero mayor: cuando faltó agua, Mujica, del Frente Amplio, no volcó un camión de culpas sobre el presidente Lacalle, jefe de la coalición que sacó a la suya del poder.
Lleno de sentido común y tal vez con un cálculo político tan lejos de los nuestros de la grieta, confesó: “y… nos quedamos dormidos todos”. Tal vez se trate de otro tipo de viveza política que desconocemos y que, si conocimos, hemos hecho todo tipo de esfuerzos por olvidarla.
Nuestra viveza política, si merece ese nombre, es de otro orden. Una, mínima: Fernández, el presidente, ha sabido desaparecer del gobierno antes de tiempo y sin dejarlo. Y otra, que puede llegar a máxima: Cristina no ha desaparecido, se ha alejado, cumplido su objetivo. Dejó avanzar a Massa, que nunca dejará de avanzar, le sea o no útil para su ambición, tan grande como el ego (o los temores) de su jefa. Cristina no tendrá descendencia en un delfín bien propio, pero tiene diputados: la mayoría los puso ella. Es algo clave para el congreso que viene y la espada de Damocles (o de Domacle, según Sandra Mendoza) que judicialmente sigue sobre su cabeza.
De pronto, el peronista (¿disidente o, simplemente, cordobés?) Schiaretti se tiró contra Massa por el juicio militante a la Corte.En ese tema ha sido consecuente y ve que Llaryora, al que cedió la gobernación, hace un peligroso rancho aparte con Massa. Los diputados de Massa son clave en ese simulacro de juicio en el Congreso que cualquiera puede darse cuenta, apuntó, apunta y, por lo que se puede vaticinar si gana el peronismo, seguirá apuntando a conseguir la declaración de total inocencia de Cristina. Especialmente con tanto radical que se declara neutral como si esa neutralidad no fuera voto massista encubierto.
Otros, en raro estado psicológico, como Moreau y Santoro, cantan siga el baile, siga el baile, al compás del tamboril, Sergio Massa presidente de la mano de Alfonsín. Debe ser por su hijo, Ricardito. Fue en un acto por los 40 años del triunfo de Alfonsín sobre el peronismo. Sin comentarios.
Morales se la agarró con Macri en la celebración oficial del partido. Hubo poca gente: se ve que la mayoría no está para festejar la democracia. Puede ser deprimente, y lo es, pero tampoco a mucha gente le interesa la corrupción, o castigar la corrupción, como se vio en Lomas de Zamora. Quizás hasta reciclen a Insaurralde en un nuevo cargo en el Estado.
Los esfuerzos de Juntos, o ya ex Juntos, para frustrar la colonización judicial por parte del kirchnerismo es cosa del pasado y nada se puede adelantar sobre cómo será ahora. Se puede pronosticar algo bastante seguro: el discurso anticorrupción seguirá, pero sobre las acciones no se sabe.
¡Quiero flan! se puso una vez a gritar Alfredo Casero. ¿Habrá visto venir el flan en el que a todo trapo se ha convertido parte de la política. El balotaje, como casi todo balotaje, parece venir apretado. Y renovando la costumbre nacional de ocultar, por las dudas, medio mundo ya se prepara para, llegado el momento, repetir la calcomanía en la luneta del auto: yo no lo voté.
Fuente Clarin