AREQUIPA, Perú.- La llegada del presidente Calvin Coolidge a La Habana en enero de 1928 fue un suceso histórico marcado también por la inauguración de la Sexta Conferencia Panamericana. Invitado por su homólogo Gerardo Machado, el mandatario de Estados Unidos se convirtió en el primero en visitar la Isla durante el ejercicio de su cargo. El segundo sería Barack Obama, en 2016, casi 90 años después.
Coolidge era conocido como “el Callado”, y fue un hombre serio, silencioso e inteligente, según lo describió Orestes Ferrara, un diplomático cubano que interactuó con él en Washington.
Durante su estancia en la capital cubana, se cuenta una anécdota apócrifa en la que la esposa de Coolidge observa un gallo que se apareaba repetidamente con diferentes gallinas en una granja avícola experimental. Al preguntar sobre este comportamiento natural, Coolidge respondió con humor: “Dígale eso a mi esposa”. Sin embargo, esta historia no ha sido respaldada por pruebas históricas y pertenece a la ficción popular.
El presidente se alojó, con su cónyuge, en el Palacio Presidencial, mientras que el resto de su comitiva lo hizo en el hotel Sevilla. Se le vio muy complacido en el almuerzo que Machado ofreció en su honor en su finca Nenita, en la carretera que corre entre Santiago de las Vegas y Managua.
También asistió, en el llamado Palacio de los Gritos de Concordia y Lucena, a un partido de pelota vasca. Entonces Machado le obsequió una columna confeccionada con metales que fueron parte del monumento al Maine, destruido por el ciclón del 20 de octubre de 1926.
La comitiva del presidente Coolidge, que incluía al famoso aviador Charles Lindbergh, disfrutó plenamente de su estancia en La Habana. Provenientes de un país donde la Ley Seca estaba en vigor desde 1920, los funcionarios y periodistas estadounidenses encontraron una ciudad que, según las palabras de Alejo Carpentier, ofrecía una amplia variedad de bebidas al paladar curioso del viajero.
En La Habana, las parejas no tenían que mostrar un certificado de matrimonio para alojarse en un hotel y podían apostar grandes sumas de dinero en las ruletas del Casino Nacional sin llamar la atención de las autoridades. Los visitantes buscaban los bares más populares y algunos más atrevidos se aventuraban a los pequeños cabarets de la playa de Marianao, conocidos como “las fritas”. También hubo quienes visitaron teatros pornográficos y se adentraron en el barrio de Colón en busca de experiencias inolvidables con mujeres cubanas.
Sin embargo, la hora del regreso entristeció a la comitiva, ya que estaban volviendo a un país bajo la Prohibición. Pero pronto recuperaron el ánimo, pues al llegar a los Estados Unidos, no había controles aduaneros en Cayo Hueso. Ello significaba que cualquiera podía llevar consigo tanto ron como deseara.
Coolidge en la Isla supuso un momento significativo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Aunque la estadía estuvo marcada por la discreción y la falta de eventos llamativos, su presencia en la Conferencia Panamericana resaltó la importancia de las relaciones interamericanas en ese período.
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Fuente Cubanet.org