Disculpa a la traición; premio a la culpa
Se atribuye a Ortega y Gasset la autoría del conocido refrán según el cual el sentido común es el menos común de los sentidos. Y Bertrand Russell confesó que, aunque se diga que el hombre es un animal racional, él mismo buscó repetidamente pruebas de esa afirmación sin encontrarlas. Steven Pinker, famoso psicólogo especializado en el análisis de las lenguas y los procesos cognitivos, en su libro “Racionalidad” se aplica a demostrar que semejante cosa existe, aunque escasea. Para demostrarlo describe la historia de los bosquimanos, un pueblo ancestral de cazadores-recolectores, cuya sabiduría a la hora de organizar su comportamiento social contrasta con los disparates de muchos de nuestros coetáneos.
El esperpento protagonizado por el presidente del Gobierno español en funciones y presidente de turno de la Unión Europea, su pacto con un buen número de delincuentes para formar gobierno, pone de relieve la ausencia de sentido común y capacidad racional en la dirección de un partido socialista que amenaza con convertirse en una secta. Coincido con quienes atribuyen al ciudadano Sánchez ambiciones desmedidas, pero quizá el más grave de sus defectos sea la incompetencia. Que la paz social y la convivencia entre españoles se vean hoy seriamente amenazadas no parece tanto fruto de un designio maquiavélico como de una mente huérfana de referencias morales. ¿Cómo respetar, si no, a un dirigente político que no se respeta a sí mismo y es incapaz de mantener la palabra dada a aquellos a quienes les pidió su apoyo? Por más que su aparato propagandístico, el pensamiento acrítico y los estómagos agradecidos se empeñen en difundir que todo este tinglado de mentiras y necedades organizado por el poder busca mejorar la convivencia ciudadana, todo el mundo sabe que lo único que persigue es la compra de un puñado de votos para satisfacer las ambiciones de la dirigencia del partido al precio que sea. Y la verdad es que antes incluso de perpetrar su pacto definitivo, la convivencia misma comienza a hacerse añicos. Aún peor, la aventura personal de Pedro Sánchez y sus seguidores ha puesto ya fin al consenso constitucional. Amenaza además la pervivencia del partido socialista, que fue líder de la transformación democrática de España, cuando sus dirigentes persisten en vulnerar la igualdad ante la ley de los españoles y la independencia del poder judicial. Este es el más débil de los poderes del Estado y el más amenazado por los autócratas de medio pelo. En una democracia son las leyes y su aplicación la única garantía de que ni el gobierno ni las muchedumbres a él afines están legitimados para vulnerar los derechos individuales y la libertad de los ciudadanos.
Algunos ignorantes han llegado a decir que filigrana tan lamentable como gobernar a base de alianzas con delincuentes prófugos y enemigos declarados del Estado se inscribe en lo mejor de la historia del partido socialista. Más bien parece inspirada en el activismo guerracivilista que le llevó a su aventura revolucionaria contra la República española en 1934; lo mismo que la declaración de independencia de Puigdemont evoca la rebelión armada contra el legítimo Gobierno de España en octubre del mismo año por el presidente Companys. En aquella ocasión, no mucho después la coalición del Frente Popular tuvo al menos la honradez de proponer en su programa electoral la amnistía para los condenados por sus crímenes. Ahora se da la paradoja de que quienes los han cometido o instigado pretenden redactar ellos mismos los términos de su perdón y del olvido, con la complicidad culpable del gobierno.
No pienso reproducir aquí la sarta de mentiras, falsedades, y provocaciones que portavoces muy calificados del partido en el gobierno vienen profiriendo contra quienes denuncian semejante felonía. Los testimonios están en las hemerotecas y han sido reproducidos hasta la saciedad por los medios de comunicación. Pero tres miembros del Gabinete pertenecen a la nómina de la magistratura, y deberían expresar abiertamente si están conformes o no con el pacto firmado según el cual los jueces españoles instruyen procesos y dictan sentencias por motivaciones políticas. El ministro del Interior dice padecer alguna dicotomía, o sea, que en su interior luchan dos partes; tendrá que decidir si opta por la de la decencia moral. Porque si se consuman las infamias suscritas con los partidos supremacistas por los representantes del gobierno en funciones, sobre las que la presidenta del Congreso de los Diputados ya se ha ocupado de evitar cualquier debate parlamentario previo a la presentación del proyecto de ley, la crisis será definitiva, al margen de cuál fuera la decisión del Tribunal Constitucional sobre la legalidad o no de todo el bodrio. De momento el consenso constitucional ya ha sido traicionado por el Partido Socialista.
Escribo mi indignación desde la República Dominicana, donde asisto a los preparativos del próximo Congreso de la Asociación Mundial de Juristas. Es la misma organización que en enero de 2019 concedió al rey Felipe VI el Premio Paz y Libertad a través del derecho. Un galardón previamente otorgado a Winston Churchill, Rene Cassin y Nelson Mandela; y más tarde a Ruth Bader Ginsburg, la Constitución colombiana, el activista de los derechos civiles Andrew Young y la Unión Europea en la persona de la presidenta de la Comisión. En el caso de nuestro monarca, la distinción quiso reconocer su defensa de la Constitución frente al golpe de Estado perpetrado por el señor Puigdemont. Fiel a la cobardía de sus acciones, y ante el silencio ominoso del Gobierno, este no ha cesado de repudiar histéricamente el discurso de Felipe VI, una alocución ejemplo de la dignidad democrática frente a la indignidad golpista de los ahora socios de Sánchez.
En República Dominicana reina una estabilidad política y una continuidad democrática envidiables y he comprobado la preocupación que en la clase política, muchos de cuyos componentes se formaron en la lucha sindical, y también entre los empresarios e intelectuales, suscitan los sucesos de la semana pasada en nuestro país. La Transición española se vivió en muchas incipientes democracias como ejemplo a seguir de reconciliación entre los ciudadanos, un sistema basado en los acuerdos entre los partidos centrales, huyendo de la confrontación. La polarización y el odio que anida ahora en gran parte de nuestra clase política, los insultos, improperios y mentiras, están a la orden del día, también en muchos portavoces gubernamentales. Por lo demás, conviene llamar la atención sobre la involucración de los servicios de inteligencia rusos en su apoyo a la política de Junts, tanto como el reciente intento de asesinato a un ejemplar político de la derecha democrática, crimen al parecer inspirado por los servicios iraníes. En medio de la creciente tensión geopolítica, se trataría de ayudas foráneas a la promoción del desorden civil creado en nuestro país al hilo de esta ruptura del consenso constitucional perpetrada por el ciudadano Sánchez, no sé ya si a sabiendas o por pura incompetencia. El objetivo, debilitar la solidez de un Estado que es la cuarta economía de la Unión Europea, cuyos dirigentes comienzan a preocuparse y con razón por las veleidades oportunistas del gobierno de Madrid.
Pedro Sánchez no debe preocuparse más por su lugar en la Historia: con toda probabilidad acabará metido entre la chatarra. Si le quedara alguna perspicacia en la búsqueda de su dignidad política aprendería de los bosquimanos o de su colega portugués y dimitiría para dar paso a nuevas elecciones. Ahora que su deslealtad puede ya describirse con los versos imborrables de Francisco de Quevedo:
“No des la culpa al viento detenido, /ni al mar por proceloso:/ de ti tiembla tu madre, codicioso… /Sacas al sueño, a la quietud, desvelo/ a la maldad consuelo;/ disculpa a la traición;/ premio a la culpa;/ facilidad al odio y la venganza;/ y, en pálido color, verde esperanza; / y debajo de llave/ pretendes, acuñados,/ cerrar los dioses y guardar los hados”.
Por Juan Luis Cebrián