«Ha sido un partido perfecto», sentencia Novak Djokovic después de firmar, sí, un encuentro impecable contra Carlos Alcaraz. Quería el español alargar la sonrisa que había descubierto que todavía tenía tras ganar a Andrey Rublev y a Daniil Medvedev, pero choca con un Djokovic que no admite ni bromas ni tonterías. Es así como ha creado el serbio su leyenda: con tres niveles más en los momentos en los que se observa el premio. Se muestra inapelable en el cuerpo a cuerpo desde el fondo e implacable con el resto. Alcaraz, otro torneo de aprendizaje, se queda en las semifinales en su debut, como Rafael Nadal, como Roger Federer, aplauso de Turín por su bravura.
Celebra el Pala Alpitour este encuentro desde por la mañana, pues han sido cuatro precedentes de puro espectáculo, con un último aviso en la final del Masters 1.000 de Cincinnati hace apenas unas semanas, de tres horas y 49 minutos. Pero se queda descafeinada esta segunda semifinal de las ATP Finals porque es un partido de máximos que pasa de lo que desea Alcaraz a lo que quiere Djokovic, que es todo, su novena final, para empatar con Ivan Lendl, y a solo un partido, hoy contra Jannik Sinner, con el que busca su séptima corona, para superar a Federer.
Por lo pronto, supera a Alcaraz con una estrategia de dejar hacer. Todo valentía, intensidad y derechas estupendas al inicio con el que reprende a Djokovic, agazapado y con la obligación de apagar como puede esos ímpetus de los 20 años del español. Pero lo hace, a lo grande. Puños a lo alto después de levantar cualquier peligro y contundencia para decirle al rival que no es el Djokovic que estuvo a punto de quedar eliminado, pero lo recuperó Sinner al ganar a Rune cuando no se jugaba nada. Se verá hoy si el italiano se arrepiente de esa decisión.
Consigue Djokovic apagar la mecha del español y encender la suya. ‘Nole, Nole’, corea la grada. No lo hace con potencia, sino con control. Medidos sus golpes a las líneas, bajando las revoluciones que le llegan y levantando puños y brazos, una inspiración de orgullo ante la intensidad inicial del rival. Y en cuanto el español acepta que todo lo que intenta no hace daño, cuando observa que la estrategia no funciona, el saque baja su efectividad y ahí se cuela Djokovic hasta el final.
Al séptimo juego del primer set, ya vuela hinchado el serbio. Gana todos los intercambios largos y a Alcaraz le empieza a fallar el aire, la derecha y el revés (22 errores), y ni siquiera lo soporta el saque. «Ha sido muy duro. Ha jugado el mismo nivel durante todo el partido. La calidad que tiene es increíble, si juega profundo es muy difícil superarlo. Una vez más ha demostrado por qué es el mejor en este deporte», admite entre risas de resignación.
Y es entre risas porque quiere mirar el lado positivo de esta dura derrota, incapaz de levantarse en el segundo set, más abusiva quizá en el marcador que en lo que se vive en la pista. «He sentido que tengo que entrenar mucho más porque no estaba en el nivel que estaba Novak. En indoor lleva mucha experiencia. Yo he jugado muy poco, no estoy acostumbrado. Salgo con una sensación mala, dolido, pero a la vez, soy consciente de en lo que me tengo que centrar en la pretemporada. Me ha pasado por encima en muchos aspectos. Veré el partido y con papel y boli apuntaré lo que tengo que mejorar para estar al nivel de Novak».
Y subraya lo de ‘Novak’ porque también sabe que con ese nivel que ha mostrado hubiera tenido muchas más opciones con cualquier otro rival. «Dos bolas de break en el primer juego, he jugado tres puntazos, muy buenos tiros, he tenido la opción. Una derecha que al final he dejado de tirar, se me ha quedado en la red, podría haber sido break. Esa oportunidad no le ha aprovechado y me ha jodido», reconoce y explica así esos gestos a su palco a los que el público no está acostumbrado con el murciano: «No pude jugar mejor algunos puntos, y aun así los perdí de todas formas. Fue un poco de frustración. Juanki me decía que me mantuviera ahí, fuerte mentalmente, pero no pude hacerlo».
Juan Carlos Ferrero, entrenador del de El Palmar, señala a Djokovic como el mejor de la historia. «A mí personalmente se me cae la baba cuando juega por cómo se mueve y toca la pelota. Es casi inquebrantable en esta superficie. Cuando mentalmente está al cien por cien es una barbaridad cómo maneja los tiempos y momentos calientes del partido. Tiene una calidad impresionante, en saque, derecha, revés y resto. Te mete presión en todos los puntos. No falla dos veces seguidas en todo el partido. Consigue casi la excelencia. Para mí es el mejor». De ahí que aplauda a su pupilo por cómo lo ha intentado y cómo se ha levantado esta semana.
Es final de curso y toma recoger las notas. Han sido 65 victorias, seis títulos, número 2 del mundo, Wimbledon… Así lo valora Alcaraz: «Ha sido una temporada espectacular, con dos mil puntos más, sin jugar Australia. He jugado grandes partidos, he ido mejorando poco a poco, también he sabido cómo lidiar con las presiones. Parece que me voy triste o mal por las sensaciones, pero me voy contento. Ha sido un año espectacular con muchas cosas positivas que firmaría repetir». Pero es Alcaraz, y querrá sacar un once en 2024.
Fuente ABC