Hay un gráfico que obsesiona en Bruselas. En él se representa el PIB de Estados Unidos y el de la Unión Europea, y se ve cómo desde 2011 se va abriendo una brecha. Ese hueco entre la línea que representa el PIB de la economía americana y el que representa el de la europea ha hecho correr ríos de tinta, ha provocado análisis sobre las razones por las que la Unión se está quedando atrás y reuniones para intentar ver de qué manera se puede cerrar al menos un poco esa brecha. La realidad, sin embargo, es que esa brecha no existe. O al menos no en esos términos, al menos no tan profunda.
La última vez que ese gráfico ha provocado un revuelo ha sido hace muy poco tiempo, cuando el Financial Times publicó un análisis sobre la competitividad en Europa. Para muchos el dato que aportaban, que en 2013 el PIB europeo era el 90% del PIB americano y ahora representa solamente el 65%, era una muestra de que la Unión se está quedando atrás. Para ello se han encargado informes sobre la competitividad de Europa. En una muestra de algunos de los problemas que afronta la UE, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, encargó un informe al ex primer ministro italiano Enrico Letta, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, siempre en competición con Michel, hizo lo propio y encargó un informe sobre el mismo asunto al también italiano Mario Draghi, ex primer ministro y expresidente del Banco Central Europeo (BCE).
Pero el problema con ese gráfico, que está detrás de muchos de esos análisis, es que no refleja bien la realidad. Solamente unos días antes de que el Financial Times volviera a utilizarlo, el economista húngaro Zsolt Darvas daba en el clavo en un análisis para el think tank económico Bruegel de por qué no debe utilizarse: la brecha se abre porque la diferencia entre el euro y el dólar se ha ido cerrando y al medirse el PIB en dólares, eso se ha traducido en la apertura de una brecha ficticia. No, el PIB europeo no era ligeramente mayor que el de EEUU en 2008 y hoy no es solamente dos tercio del PIB americano. “No hubo ningún milagro europeo entre 2000 y 2008 ni ningún desastre europeo entre 2008 y 2022″, escribe Darvas. Sencillamente en 2008 cada euro se cambiaba por 1,47 dólares y en 2022 se cambió solamente a 1,04 dólares. Al medir el PIB en dólares, hace una década y pico el producto interior bruto europeo se “inflaba” y ahora ya no.
Como apunta el economista húngaro y han señalado otros en las últimas semanas, la manera adecuada de medir este problema es a través de la producción ajustada por la paridad del poder adquisitivo (PPA). La historia es diferente cuando se ajustan ambos PIB al PPA, como muestra el siguiente gráfico. Esa enorme brecha prácticamente no existe. Cuando se mide el porcentaje de PIB global (en PPA) se ve que sobre el año 2000 el porcentaje era similar en el caso de EEUU y la UE, y que desde entonces han entrado en declive debido a la irrupción de China. Es cierto que el declive es más rápido en el caso europeo que en el americano, pero la brecha no es dramática: EEUU representa el 15,4% del PIB en 2023, mientras que la UE representa el 14,5%. La brecha seguirá creciendo, y según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2028 habrá cuatro puntos de diferencia.
Sin embargo, hay incluso otro gráfico algo más relevante, ya que elimina otros distorsionadores como por ejemplo el aumento de la población, que es el PIB per cápita en PPA. Desde 1990 la situación es muy estable. No hay un cambio dramático en los últimos años. De forma más o menos estable el PIB per cápita europeo desde inicios de siglo ha fluctuado entre el 66% y el 71% respecto al de EEUU. En resumen: la economía europea lleva siendo más o menos un 30% más pequeña que la americana desde hace tiempo. No hay una historia de éxito clamoroso en la primera década de este siglo ni ha habido una historia de colapso en esta segunda década.
Darvas incluso divide ese gráfico, el PIB per cápita en PPA respecto al de EEUU, por regiones europeas. En Europa occidental y del norte la situación es muy estable desde hace tiempo, rondando el 80% del PIB per cápita americano. La historia de éxito es claramente la de Europa del este: ha pasado de menos del 32% en 1995 a cerca del 55% en 2023, con la previsión de que en 2028 alcance 60% del PIB per cápita de EEUU expresado en PPA.
Donde sí que hay claramente una divergencia en términos de PIB per cápita ajustado a PPA es en el sur de Europa. Hacia finales de la década, Europa del este estará convergiendo con el sur en este gráfico. El sur, entendido por Chipre, Italia, Malta, Portugal y España, se situaban en el 72% del PIB per cápita de EEUU en 1995, pero en 2028 será solamente del 63%, tres puntos por encima del grupo de Europa del este.
¿Más pobres o con más tiempo libre?
El resumen es ese: en general, los europeos son, de media, un 30% más pobres que los americanos, y lo llevan siendo desde hace tiempo. La realidad, sin embargo, es que también tiene que ver que los trabajadores europeos tienen jornadas más cortas, más vacaciones y hay más empleos a tiempo parcial. Por eso Darvas propone el experimento de comparar el PIB por trabajador y también por horas trabajadas: lo que se ve es que lejos de haber una divergencia hay una convergencia con los Estados Unidos, como muestra el siguiente gráfico. Existe una brecha, pero en vez de estar abriéndose se está cerrando.
El PIB per cápita por trabajador (ajustado siempre a PPA) de la UE ha pasado del 70% en 2005 (su punto más bajo y cuando ingresa el bloque del este en el club) al 79% en 2023, y por hora trabajada ha pasado del 70% al 82,6%. En el caso de Alemania (el país en el que menos horas se trabaja al año en la UE) se ha pasado de un PIB per cápita por trabajador del 74,5% en 2009 (su punto más bajo de la serie) al 80,1%. Pero la historia interesante está realmente en el PIB por hora trabajada: en 2005 era algo superior al 90% y en 2010 del 87,3%, pero en 2023 es incluso algo superior a la de EEUU, un 100,4%. El PIB per cápita por hora trabajada (en PPA) muestra que en realidad no hay una gran diferencia con EEUU en el caso de muchos países competitivos de la UE, como muestra el gráfico.
“Algunas naciones de Europa occidental y septentrional parecen valorar el tiempo libre y prefieren trabajar menos horas, obteniendo así ingresos más bajos, incluso si en muchos de estos países los trabajadores producen cantidades iguales o mayores en una hora que los trabajadores de Estados Unidos”, escribe Darvas en un paper. Mientras tanto, en el sur de Europa se trabaja más que en EEUU, pero la producción medida en PIB por hora trabajada es muy inferior. Europa tiene muchos problemas, pero es capaz de ser más productiva de lo que habitualmente se cree. En gran parte Europa es más pobre porque se valoran otros elementos, como el tiempo libre. Forma parte del estilo de vida europeo.
Los problemas reales
Todo esto no significa que Europa no se esté quedando algo atrás o no tenga problemas, algunos muy serios. El crecimiento es anémico y hay grandes cambios en marcha. Pero no existe la debacle del gráfico que en gran medida estructura los debates sobre la pérdida de competitividad de la Unión Europea. Hay que tomar medidas, pero sin pánico. Un debate mal informado puede generar políticas que en realidad sean todavía más dañinas para Europa. Un ejemplo claro es mantener y ampliar la manga ancha en materia de ayudas de estado para hacer frente a los retos que plantea la nueva política industrial americana para responder a los subsidios de China. Sin una estrategia europea, de forma desordenada y sin un enfoque común, se beneficia precisamente a los países que ya se encuentran en una mejor situación, y eso no será algo que quizás pase en el futuro: es algo que ya está ocurriendo. De las ayudas de estado que autoriza la Comisión la inmensa mayoría son solicitadas por Alemania. Es una auténtica bomba de relojería para el mercado interior.
Hay problemas estructurales que Europa debe afrontar de forma urgente, como la demografía, el acceso a trabajadores cualificados y desarrollar infraestructuras. “Las perspectivas demográficas de la UE son muy desfavorables: con baja fertilidad y el número de personas en edad de trabajar disminuirá en millones en los próximos años. La buena noticia es que la esperanza de vida es mayor en la UE que en Estados Unidos y en la UE está aumentando. Pero menos trabajadores tendrán que mantener a un número cada vez mayor de personas mayores”, explica a El Confidencial Darvas.
Además, existe un problema geoestratégico en materia de energía y esa crisis no desaparecerá en ningún momento del futuro cercano después de que la UE haya cortado el grifo a la energía barata rusa. El Delors Centre de Berlín ha realizado recientemente un análisis del los riesgos y oportunidades para la competitividad europea, y señalan que la energía es uno de los grandes retos incluso si la UE lanza todo su potencial en la estrategia de un cambio del modelo energético. “Seguirá existiendo una brecha de costes durante y después de la transición a la energía limpia”, explican. “Dado que Europa tiene un menor potencial de energías renovables que otras regiones del mundo que son más soleadas, tienen más viento y más espacio, la energía renovable será más cara aquí”, señalan en su informe Johannes Lindner, Philipp Jäger y Francesco Findeisen. Esto beneficiará precisamente a países que han visto un deterioro de su economía ante una desindustrialización que en las próximas décadas se podría revertir, ya que Estados miembros como España o el sur de Italia serán zonas con energía mucho más barata que el norte de Europa. Linder, Jäger y Findeisen auguran un cambio en la ubicación de las industrias pesadas en búsqueda de energía barata. Pero aunque ese cambio pueda beneficiar a algunas capitales, en general la UE va a vivir en un escenario de precios de la energía (y por tanto costes de producción), mucho más altos.
Europa afronta, además, un tablero global muy complejo. Las tensas relaciones entre Estados Unidos y China obligan a Europa a mutar en uno de sus elementos fundacionales: estar siempre abierta al comercio y regular mucho las ayudas de estado. Ahora, la UE trabaja en intentar desarrollar una agenda de soberanía económica que necesariamente pasa por una visión más proteccionista, por un mayor control de inversiones extranjeras y, quizás, control también de inversiones europeas en el extranjero para evitar potenciar industrias críticas en países competidores. En el seno de la Unión, las tendencias más “afrancesadas” y también en línea con los intereses alemanes, están empezando a imponerse a la visión nórdica más liberal. Y eso también se nota en la política de competencia y en las ya mencionadas ayudas de estado, uno de los principales riesgos para el futuro de la Unión.
Hay problemas reales también cuando se miden otros elementos: EEUU y China siguen produciendo gigantes empresariales, especialmente en el ámbito crítico de la tecnología, mientras la Unión Europea se centra en intentar regularlos, que es clave, pero sin una estrategia común para crearlos. Tampoco hay buenas noticias cuando se trata de buscar las mejores universidades del mundo o el desarrollo de la tecnología crítica para el futuro. En un mundo de gigantes, Pekín y Washington son capaces de tener una mirada estratégica hacia 2030 y más allá que Europa no logra encontrar. En la Casa Blanca saben qué tecnologías serán las que marquen las siguientes décadas y tienen un plan. Invertirán miles de millones de dólares e intentarán dejar atrás a China y, por supuesto, a Europa.
El registro de patentes en materia tecnológica e industrial es una buena muestra de la capacidad de las grandes economías para innovar y seguir siendo competitivas. En 2022 casi el 47% fueron registradas en China, el 17,2% en Estados Unidos y solamente el 5,6% en la Unión Europea. En el registro de diseños industriales la UE sí es la segunda potencia, registrando el 7,4% del total, pero China representa el 53,8%, según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), aunque hay que tener en cuenta la diferencia en escala.
La Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT, por sus siglas en inglés), una organización que jugó un papel importante en el diseño del Mercado Interior, pieza clave de la UE, ha emitido a finales de octubre un informe en el que alerta sobre la necesidad de que los Estados miembros europeos empiecen a despertar. La ERT la forman CEO de compañías como Vodafone, E.On, Heineken, Telefónica, Engie, ENI, Inditex, Orange, Mercedes-Benz, Shell, Siemens o BMW. En su informe apuntan a datos que son preocupantes: por ejemplo, la UE invierte solamente un 2,27% de su PIB en innovación y desarrollo, frente al 2,40% de China o el 3,45% de Estados Unidos. En 2010 la UE invertía un 2% y EEUU un 2,7%, es decir, que la brecha no solamente no se ha cerrado, sino que ha crecido.
La sensación generalizada en Bruselas, tanto entre los técnicos como entre políticos y en los grupos de presión e influencia, es que Europa tiene un gran poder pero se encuentra dividida y fragmentada. Es lo suficientemente grande como para competir, pero para eso debe actuar unida, que el mercado interior no debería ser sinónimo de 27 mercados parcheados y unidos de forma desigual. Darvas explica a El Confidencial que muchos de los problemas para la economía europea vienen de aquí: 27 sistemas fiscales distintos, algunos de ellos de manera efectiva paraísos fiscales y 27 mercados muy distintos en algunos elementos, especialmente en servicios. Hay conciencia de que es necesario hacer más juntos y que para tener un impacto hay que actuar en escala. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, habló de la posibilidad de crear un “Fondo de Soberanía” que ayudara a la UE a invertir más en innovación y en política industrial, especialmente en aquellos países con menos espacio fiscal, para nivelar así el terreno de juego con aquellos Estados miembros con más capacidad, como Alemania o Francia. Hace meses que no se habla de ese fondo y que se ha sustituido por ideas menos ambiciosas.
La UE también necesita ser menos burocrática y compleja a la hora de aprobar grandes proyectos. El hecho de que se hayan encargado dos informes sobre productividad a dos italianos distintos para que cada una de dos de las grandes instituciones europeas puedan asumir la “paternidad” de un plan para relanzar la productividad es una demostración bastante poética de alguno de los problemas que tiene la UE. Hace falta completar de verdad el mercado interior, flexibilizar los proyectos importantes de interés común europeo (PIICE), ser más rápidos y eficaces a la hora de desplegar una política industrial real. Además, como apuntan desde el Delors Centre, la calidad legislativa ha bajado en los últimos años a medida que la Unión Europea ha intentado acelerar el desarrollo de normativas para crear un marco regulatorio para la transición ecológica. Muchas voces en Bruselas alertan de que en los próximos años se empezarán a notar las deficiencias en el diseño de algunas de esas leyes.
Si Europa quiere mantenerse en la carrera con EEUU y China deberá volver a pensar a lo grande. Hace tiempo que la UE está estancada, incapaz de encontrar una nueva razón de ser y una dirección en la que remar. La épica se reduce a sobrevivir de crisis en crisis. Los grandes avances se producen solamente al borde del precipicio y se asume como natural porque en el propio ADN de la Unión están aquellas palabras de Jean Monnet: “Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones que se adopten para esas crisis”. Pero esta, a diferencia de otras, se cocina a fuego lento. No hay precipicio, es una suave pendiente. La buena noticia es que hay tiempo, que como demuestran los gráficos, la situación no es catastrófica. Pero requiere de una acción que los líderes europeos no están dispuestos a tomar por ahora. Para revertir la situación Europa tendrá que volver a los días en los que se asumían riesgos y se daban pasos de gigante. La Europa que se movía.
Fuente El Confidencial