AREQUIPA, Perú.- El 2 de diciembre de 1918 la soprano lírica María Teresa García Montes de Giberga fundó Pro Arte Musical en El Vedado habanero. Esta sociedad tuvo como propósito inicial comprometer a un grupo de personas pudientes a que compraran localidades en conciertos importantes, para asegurar el éxito económico y evitar salas vacías para los artistas. La iniciativa también buscaba fomentar el gusto por la buena música y patrocinar acciones artísticas en la ciudad.
Pro Arte Musical experimentó un crecimiento constante gracias a su enfoque serio, gusto artístico depurado y ética sólida. La sociedad, decidida a funcionar como una empresa, organizó conciertos en la Sala Espadero y, posteriormente, en el Teatro Nacional y el Teatro Payret.
En 1925 se embarcaron entonces en un proyecto ambicioso para construir un teatro propio en Calzada y D; adquirieron el terreno y comenzaron la construcción en agosto de 1927. La obra se ejecutó bajo la dirección de los arquitectos Moenck y Quintana, con la participación de los ingenieros Albarrán y Bibal.
El teatro Auditórium, terminado en noviembre de 1928, fue bendecido por monseñor Manuel Arteaga el día de Santa Cecilia y recibió el Primer Premio del Concurso de Fachadas del Club Rotario de La Habana.
Un mes más tarde, con la presencia del presidente Gerardo Machado, el establecimiento se inauguró con un gran concierto de gala en honor a María Teresa García Montes.
El programa incluyó la Orquesta Sinfónica de La Habana, dirigida por Gonzalo Roig, el pianista José Echaniz, la soprano Natalia Aróstegui y un coro de cien voces, que estrenó un material de Eduardo Sánchez de Fuentes.
El teatro Auditórium, una estructura de tres pisos con una capacidad para 2.500 personas sentadas, destacó por tener una de las mejores acústicas del mundo. En sus instalaciones radicó la casa social de Pro Arte, que incluía un elegante salón de recibo, salón de conferencias, biblioteca, salón de juntas y oficinas.
Se cuenta una anécdota curiosa y transgresora durante la presentación de Rita Montaner en el Auditórium: la artista interactuó de manera juguetona con el cardenal Manuel Arteaga y el Nuncio Apostólico, generando una ovación indescriptible y la participación entusiasta de los prelados.
Después del triunfo de la Revolución castrista, el inmueble recibió el nombre del destacado músico cubano Amadeo Roldán, aunque también se conservó la denominación original como Teatro Auditórium.
Lamentablemente, el 30 de junio de 1977 un incendio afectó la emblemática instalación y tras un extenso proceso de restauración, el teatro fue reinaugurado el 10 de abril de 1999, convirtiéndose en la sede de la Orquesta Sinfónica Nacional.
En la actualidad, el Amadeo Roldán está sometido a una “reparación capital” que ha durado años y no da señales de concluir. Un paseo por los alrededores de la edificación muestra un inmueble abandonado y sin aparente actividad de obreros o personal.
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Fuente Cubanet.org