AREQUIPA, Perú. – La frase “No te salva ni el médico chino” es muy popular entre los cubanos. Con algunas que otras variaciones, el proverbio es utilizado para denotar escepticismo sobre una acción o tarea imposible. Ahora bien, ¿quién era el médico chino tan mentado en la Isla? ¿Está basada la famosa expresión en alguien real?
La respuesta es que sí. El médico chino del refrán existió en verdad, o más bien debería decirse existieron, ya que fueron dos los célebres doctores de esa región quienes pudieron motivar el aforismo.
El primero de estos personajes fue Cham Bom-biá. El galeno llegó a La Habana en 1858, ganándose rápidamente la clientela entre sus compatriotas. Reconocido por su agudo ojo clínico y amplia cultura oriental, combinaba conocimientos de la flora cubana y china con la medicina occidental.
Este notable hombre de ciencias, experto herbolario, de estatura elevada, ojos vivos y luengos bigotes, vestía una holgada levita de dril. Eventualmente, tras dejar la capital cubana, el reconocido médico estableció consultorios en Matanzas (donde destacó por su desprendimiento y atención gratuita a los más pobres) y luego en Cárdenas.
Cham Bom-biá falleció en circunstancias desconocidas. Al respecto se especuló muchísimo, incluyendo la posibilidad de suicidio o envenenamiento por algún colega envidioso de su fama.
Siam, el otro médico chino, era oriundo de Pekín y arribó a la ciudad de Camagüey en 1848, generando curiosidad entre los vecinos. A pesar de ser considerado inicialmente como un hechicero por algunos pobladores, sus efectivas curaciones le valieron prestigio.
Los archivos de la Parroquial Mayor de Camagüey registran que el médico se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo el 25 de abril de 1850. Si fue una estrategia para acallar los rumores de brujería que le rodeaban nunca quedó del todo claro. Lo cierto es que el chino adoptó entonces el nombre de Juan de Dios Siam Zaldívar.
Durante su vida, acumuló una fortuna cuantiosa, desplazándose en un carruaje lujoso y vistiendo al modo occidental con traje negro. Según el padrón de vecinos de 1879, tenía 68 años y estaba casado. Falleció el 23 de marzo de 1885. Su popularidad y prestigio le valieron un obituario en el diario El Camagüeyano.
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Fuente Cubanet.org