MADRID, España.- La teleaudiencia cubana no olvida el personaje de la adolescente Isabel, que interpretara la actriz Mónica Alonso en la serie Doble juego. Veinte años después, Mónica Alonso asegura que se volvería a rapar; y recuerda con agradecimiento los momentos que compartió junto a actores como Raúl Pomares y Broselianda Hernández.
La actriz lleva dos décadas en España, donde ha tenido que “reinventarse” y ha vivido desafíos profesionales y personales; donde tuvo a su hija Habana, que ya es una adolescente, y con quien tiene una relación de amistad.
Sobre todo ello, Mónica Alonso, que comenzó en el mundo del arte como bailarina, conversa con CubaNet. Adelanta sobre los proyectos en que se encuentra actualmente; comenta sobre la temporada que regresó a Cuba, buscando un “oxígeno” que no llegó como esperaba, y deja ver con sinceridad esta mujer versátil, apasionada del arte, de su hija, y de las “transformaciones” en la vida.
—Comienzas en el mundo del arte como bailarina. ¿Cómo se dio el cambio a la actuación?
—Aunque en Cuba la carrera de ballet comienza a los nueve años, mis inicios en el ballet fueron a los cinco. Desde los cinco años yo estudié ballet, un poco por capricho de mi madre, ella quería que sus dos hijos fueran artistas. Luego empecé en la Escuela Elemental de Ballet de L y 19 (en El Vedado). Y bueno ahí se desarrolló una parte de mi infancia muy importante. Pero no recuerdo ninguna etapa de mi vida donde yo no quisiera ser actriz. Yo no entendía que existiesen más profesiones.
Al tercer año de estar en la escuela de ballet vino un chico que quería hacer su graduación con un ballet teatro. Entonces eligió a alguien que tuviese dotes también teatrales para montarnos una obra. Y bueno nos eligió a David Medina, una de las personas más importantes de mi vida, y a mí.
Ese fue mi primer choque con las artes dramáticas y fue como encandilarme y ya no querer hacer nunca más nada. Luego decirle a mi mamá que necesitaba prepararme como fuera para entrar a la escuela de artes dramáticas. Y eso fue lo que hice.
Era un poco expectante porque las artes en general se ven muy bonitas desde fuera, pero tienen una letra pequeña muy grande y vivir al día de hoy del arte es muy complicado.
—Pero a ti la actuación te trajo muy pronto alegrías con el personaje de Isabel, que los cubanos no olvidan. ¿Cómo recuerdas tú esa etapa?
—Ay, pues es una etapa superlinda de mi vida, porque allí hice unos amigos increíbles. Todos los que vean esta entrevista van a estar de acuerdo conmigo. Desde el equipo técnico, el equipo artístico… nosotros fuimos una familia.
Además, sabíamos lo que estaba haciendo Rudy (Mora). En este caso, la relevancia de esta obra es suya, porque él quiso hacer algo distinto. Todo eso se hizo con mucho amor. No se hubiera podido hacer si no hubiésemos estado unidos, intentando adentrarnos cada uno en esa misma idea, remando todos para el mismo lugar.
De las actuaciones especiales puedo recordar dos que sin ninguna duda son de los mejores actores que conocí nunca. Puedo decir que tuve la gran dicha y la gran oportunidad de estar con ellos en escena.
Fueron, en primer lugar, Raúl Pomares, que fue casi un mentor. Y luego Broselianda Hernández. Han sido una gran pérdida para el escenario artístico cubano. No solo eran actores, eran artistas, eran gente grandiosa y me enseñaron a mí mucho, pero mucho.
—¿Cómo llegas al personaje de Isabel?
—Al personaje de Isabel llegué de casualidad, porque yo no estaba citada para el casting. Cuando llegué al ICRT estaba toda mi escuela allí (la ENA). Yo fui a llevarle una carta a un amigo, para que su novio se la entregara a un novio que yo tenía aquí en España en aquel momento.
Entonces cuando llego, Figueredo (el amigo) estaba en la puerta justamente (para hacer el casting). Cuando abrieron la puerta, un hombre que luego me entero que era Rudy, me dice, “Tú estás para hacer el casting”, y yo le digo, “no”. “Pero eres actriz”, “Sí”. Me entran a la sala de casting, me dan un guion que no me lo aprendí tan siquiera, dieron la acción y cuando dieron el corte, él me dijo, “mira, tienes el personaje, lo único que tienes un hándicap, que te tienes que afeitar la cabeza”.
Cuando decides ser actriz, decides que tu vida siempre esté en constante transformación. Yo creo que hay pocas cosas que me gusten más que la transformación.
Entonces, no me importó en aquel momento afeitarme al cero la cabeza, no solo un día. El match es muy importante en las escenas. Por tanto, yo tenía que afeitarme la cabeza un día sí, un día no. Durante ocho meses de rodaje, y yo estuve encantada. Si ahora lo tuviera que hacer de nuevo, lo haría también.
—Isabel era una adolescente rebelde, con todas sus complejidades. ¿Cómo te enfrentaste al personaje?
—Isabel era una una chica que vivía en un mundo mucho más underground. Yo me crié en una casa en El Vedado, hacía ballet. Yo me crié escuchando música clásica. Al final todo eso era de algún modo elitista. En un solar la mayoría de la gente se cría escuchando rumba o guaguancó.
Claro, con las experiencias que yo tenía hasta ese momento, y desde mi casa en El Vedado sabía perfectamente que no lo iba a conseguir. Yo me fui antes de comenzar a rodar tres meses a un solar, a vivir con un señor que me dejó quedarme en su casa. Y estuve viviendo en el solar tres meses, para darme cuenta de qué es lo que pasa ahí. Y claro, esa experiencia en el solar hizo que mi personaje viviera.
—Un par de años después de Doble juego emigraste a España. ¿Qué dirías de ese nuevo comienzo?
—Llegar a España fue para mí encontrarme con las dificultades. Dirán, pero bueno, las dificultades estaban en Cuba. Sí, pero de cierto modo Cuba te crea como una especie de zona de confort que es muy tramposa. A nivel profesional tiene un techo, tal vez bajo, tal vez cómodo, pero sí te crea una zona de confort a nivel familiar en primer lugar y luego a nivel profesional.
Entonces, claro, irme de Cuba implicó una cosa que yo creo que tenemos todos los cubanos, que es la disección familiar. Ese rompimiento con el eje de tu familia, de tus tradiciones… y luego chocar con el cambio en cuanto a mi vida profesional.
Cuando llegué aquí entendí que aquí muy pocas personas vivían de eso (de la actuación). Fue como terminar una vida y comenzar otra.
Yo venía de haber hecho una carrera muy prolífica en Cuba, sobre todo el personaje de Isabel, que había marcado un antes y un después en mi vida. Fue llegar… y de repente sabías que tenías que pagar un peaje para poder continuar tu carrera. Entonces era o haces esto o no trabajas, pero además de una manera descarada; cosa que no me había pasado nunca en Cuba.
Al final Cuba tiene fama de ser muy abierta, muy desorganizada en muchos aspectos, sobre todo en contextos sexuales. Sin embargo, no me encontré jamás este tema. Aquí sí. Y claro, todo eso me dejó muy dolida, frustrada, no saber para dónde coger, porque es que yo no había estudiado nada más en toda mi vida.
Yo no quería adaptarme a cosas que interfirieran en mi moralidad, y tuve que adaptarme a otras que sí interferían en mi comodidad profesional, mental, etcétera. Yo llegué aquí a trabajar en bares de copas, en discotecas, en tiendas de ropa… y decidí reinventarme.
—¿Qué hiciste para reinventarte?
—Estudié de todo, estudié medicina china, me hice monitora de pilates, estudié yoga, nutrición. Luego también creé una especie de método para los bailarines clásicos, que lo pude desarrollar en varias ciudades de Europa, que era como actuación para los bailarines, para que no fueran un mero instrumento de un coreógrafo, sino para que pudieran sentir a la hora de bailar. Fui budista un tiempo, vegana 16 años.
Claro, España al final me hizo una mujer. Porque llegué aquí siendo una niña y esa reinvención, ese separarte de tu zona de confort te endurece, por supuesto, pero te curte, te da experiencias.
Y bueno, aquí estoy, ya después de todo ese camino, ahora estoy más relajada. Ahora desde la relajación he podido retomar esta parte artística que vive dentro de mí que nunca me ha abandonado, pero que estaba ahí, callada.
—¿Qué estás haciendo actualmente?
—Para este año próximo vamos a rodar dos cortos. Uno lo está escribiendo Arturo Infante, a partir de una idea original mía, y lo va a dirigir Pavel Giroud. Y el otro lo estoy coescribiendo con Joseph Ross. Ambos los voy a actuar también.
Además, llevo dos años, creo que me he pasado un poco, pero es que para mí es súper difícil, intentando escribir un libro de cuentos. Elegí este formato del cuento para adultos porque como cada vez a la gente le está costando más leer, por el móvil, por Tic Toc, Instagram y todas estas cosas que son muy instantáneas.
La lectura es algo mucho más lento que te calma mucho más, es menos específico, más amplio, ¿no? Pero el cuento tiene como ese principio, desarrollo y final, que tú dices, me voy a organizar y me voy a leer un cuento todas las noches, y bueno termina siendo lo que viene siendo mi objetivo, que es que tú te leas un libro.
—Cuando llevabas años en España volviste a Cuba durante un tiempo. ¿Qué podrías decir sobre esa etapa?
—Fue en el momento de saturación de aquí de Madrid, donde sentía que la ciudad me estaba superando. De Cuba me estaban llamando para hacer cosas, y el mismo día que mi hija Habana cumplía cinco años, nos fuimos a Cuba. Y bueno allí trabajé como actriz.
Ya después de quedarme a gusto, de estar actuando, vi que realmente había otras cosas. Ya estaba deseando volver a poner copas aquí. A nivel económico allí era imposible. Me fui (a Cuba) buscando como un poco de oxígeno. Entonces claro, llegué y ver todo desde esa perspectiva…
Por poner un ejemplo, en cualquier producción cinematográfica del mundo, lo que más cuesta es el talento. Tú quieres trabajar con Brad Pitt y su manager te dice, vale, Brad Pitt cobra cuarenta millones de euros por hacerte esta película, y tú decides hacerlo o no.
En Cuba lo que más cuesta es el transporte y la comida. Pero bueno, al final quien está estudiando incansablemente, trabajando eres tú. Y cuando llegas esperas que te traten con un pelín de respeto, ¿no? Y eso no sucedió. Y yo me harté y me volví para acá.
Además, mi hija estaba acostumbrada a vivir aquí, con las condiciones de aquí. Estuvimos un año y ocho meses, y ya al año y ocho meses cogimos, recogimos y volvimos. Pero eso sirvió. No quedó ahí como en el olvido. Sirvió porque yo vine renovada.
—¿Qué dirías de tu experiencia como madre?
—Un hijo te cambia la vida completamente. Yo lo agradecí. Siento que yo he aprendido más de esta relación que ella de mí. Con mi hija yo he aprendido lo que soy y lo que no soy.
Yo intento con las personas que amo, o sea, lo que es mi círculo más cercano: mi hija, mi madre, mi pareja, mi hermano, intento ser lo más sincera que puedo. Con Habana lo he intentado así.
Hay veces que tienes que ser madre y en otras etapas de su vida, como es la adolescencia, si no eres amiga, la pierdes.
Y bueno, estoy satisfecha, porque de algún modo esto también es una creación, una creación muy grande. No estoy satisfecha del todo porque no sé si ella sacará tantas cosas positivas como yo he sacado de nuestra relación, pero sí, estoy algo satisfecha.
—¿A qué se debe el nombre que elegiste para tu hija?
—Eso fue casi como obligatorio, porque yo cuando tenía dieciocho años soñé que me levantaba y de repente empezaba a gritar “Habana” a un niña, y que esa niña era mi hija.
Entonces cuando me desperté, le digo a mi padre, mira que sueño más extraño. Aquí la gente piensa que en Cuba Habana es un nombre habitual, pero para nada. Entonces mi padre, que había sido alcalde de La Habana ocho años, me dijo que había una tarja con una historia mitológica en La Habana Vieja, que fuera a verla.
Y efectivamente, cuando llegué (vi) la historia de cuando llegaron los españoles: Había una india en unas rocas. Le preguntan, “¿cuál es tu historia bella india?”. Y ella responde, mi nombre es Habana, soy la hija de Habaguanex (un cacique). Entonces fundan la villa de La Habana con el nombre de San Cristóbal de La Habana.
Cuando me enteré que (mi hija) era una niña, dije, “pues el nombre ya sabemos cuál va a ser”. Claro, ahí también está el homenaje a tus añoranzas, a tu nostalgia.
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Fuente Cubanet.org