
Daban las nueve de la noche del jueves, víspera de la Inmaculada Concepción, cuando más arreciaba la lluvia por las calles de Horche. El desánimo de algunos se contrarrestaba con las esperanzas de otros en ver, de algún modo, arder alguna de las hogueras dispuestas para celebrar La Purísima. El agua corría pendiente abajo formando pequeños riachuelos y los más impacientes se agrupaban en torno a las primeras lumbres, aquellas en las que sus ‘hermanos’ habían sido lo suficientemente precavidos como para mantener la leña seca y a buen recaudo.
Un gran regalo, como caído del cielo, iluminaba toda la plaza y el pueblo se impregnaba del colorido y la ambientación de las luces navideñas, que marcan el inicio de unas semanas cargadas de emotividad y celebraciones.
Platos con mantecados comenzaban a circular bajo los paraguas mientras, de vez en cuando, se escapaba algún ‘Viva La Purísima’, alentado por los porrones de vino de que pasaban de mano en mano. Entre llamaradas y humo se iba alimentando el fuego con el combustible de reserva, y de manera casi milagrosa cesaba el temporal entre una frondosa neblina.
Al final, nueve hogueras ahuyentaron los malos augurios de los horchanos, rodeadas de jóvenes con intenciones de brincar entre las llamas para purificarse en cuerpo y alma. Los más intrépidos así lo hicieron, generando la expectación de costumbre y el reconocimiento del grupo. Con las primeras ascuas y sin lluvia, el ritual continuaba en cada uno de los puntos de reunión con parrilladas a la brasa, entre nuevos vítores a la Purísima Inmaculada, informa el Ayuntamiento sobre la noche más especial del año.
Fuente ABC