El gobierno saliente de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa se suponía que iba a “volver a poner de pie a la Argentina”. Prometía recomponer el salario real, reactivar la economía, solucionar el problema de la deuda y bajar la inflación. Cuatro años después, el producto bruto interno (PBI) está en los mismos niveles de 2012, la inflación es cercana al 150% interanual, la Argentina sigue sin acceder a los mercados internacionales de deuda y el poder adquisitivo cayó entre 13% y 34%, según si es un salario promedio de un empleo registrado o una jubilación media.
El país también sumó dos problemas macroeconómicos que no tenía a fines de 2019. El Banco Central (BCRA) pasó de tener US$12.000 millones de reservas netas positivas a US$11.000 millones negativas y una deuda comercial de los importadores que creció en US$20.000 millones en apenas dos años. La segunda complicación es que el Estado pasó de tener un resultado fiscal casi en equilibrio, en 0,4% del PBI, a un déficit primario de casi 3% del PBI que no tiene forma de financiar, salvo con emisión monetaria.
Fernández repitió en las últimas entrevistas, e incluso en su último mensaje televisivo difundido el viernes, que su gobierno sufrió la pandemia, una guerra (la invasión de Rusia a Ucrania) y la peor sequía de los últimos 100 años. Excepto el conflicto bélico, que benefició al país porque los precios de los productos y servicios que exporta la Argentina subieron más que los precios de los que importa, la pandemia y la sequía tuvieron un gran impacto en las cuentas fiscales y externas del país.
Sin embargo, los sucesivos equipos económicos liderados por Martín Guzmán, Silvina Batakis y Massa no pudieron amortiguar los shocks y la mala praxis amplificó los efectos iniciales. Por ejemplo, si bien la pandemia requirió un mayor déficit del Estado por la ampliación de los planes de ayuda y la contracción de los ingresos, la Argentina nunca volvió al nivel de gasto que tenía previamente a la crisis del Covid, como sí hizo el resto de los países de la región. Con respecto a la sequía, el gobierno saliente se resistió a acomodar el tipo de cambio a su valor real debido a los menor cantidad de dólares disponibles.
De hecho, durante los cuatro años de gestión, mientras que el tipo de cambio oficial subió alrededor de 500%, la inflación acumulada fue mayor a 800%. El retraso del valor del dólar explica por qué hay escasez de reservas en el Banco Central.
“En los últimos cuatro años pasó de todo y el plan económico se dedicó a aguantar, pero no alcanzó. La herencia más pesada es fiscal, ya que se deben ajustar las cuentas porque el Tesoro no tiene quien lo financie. El Banco Central (BCRA) se quedó sin dólares y tiene que ajustar varios precios relativos (tipo de cambio, tarifas) en un clima social difícil, con la pobreza en 43%. Y esta economía la hereda un presidente ‘nuevo’, que no es del partido Justicialista, que deberá buscar consensos y gobernabilidad para hacer los cambios. Milei hereda una economía sumamente vulnerable, pero que tiene solución, como todo”, opinó el economista Fernando Marull en su último informe.
El analista financiero Juan José Battaglia, economista Jefe de Cucchiara y Cía, también hizo un detallado resumen de la “mortal herencia” que recibirá el presidente electo, Javier Milei. “Asume con la economía en terapia intensiva. Ya no es la pesada, sino la mortal herencia. Sería un error político excusarse cuatro años de mandato en la herencia. Sin embargo, también sería un gran error no explicar en detalle el punto de partida”, dijo en la red social X.
El economista se refirió al Banco Central “quebrado”, con las reservas negativas en US$11.000 millones, “un nivel sin precedentes”, y agregó que esta situación “pone al país al borde del abismo desde diferentes ópticas: te acerca a la hiperinflación, al default externo y te obliga a poner un tipo de cambio muy alto para componer reservas”. Además, señaló que “para peor, la necesidad de recomponer las reservas complica la desinflación y estabilización”, porque “comprar divisas implica emitir más pesos, por ende, debemos tener más paciencia para bajar la inflación”.
Luego se refirió al déficit fiscal primario de 3% del PBI sin acceso al financiamiento. “Bajar tres puntos implica bajar el gasto corriente en 15%, tarea titánica, sobre todo cuando vemos los ítems donde hay que atacar. No hay margen para tocar jubilaciones y asignación universal por hijo (AUH), porque ya se comieron un brutal ajuste. Los candidatos son subsidios, transferencias a provincias, empresas públicas y otros programas sociales, como Alimentar y Argentina Trabaja. Esto tiene un ineludible costo político y social”, explicó.
Entre otras herencias que deja el gobierno saliente es el atraso del tipo de cambio real multilateral, muy cerca del nivel que había dejo Cristina Kirchner a Mauricio Macri en 2015. “La brutal inercia inflacionaria complica todo el panorama cambiario y monetario. Corregir el tipo de cambio real desde esta nominalidad [inflación] pone el escenario de híper muy cerca y hace extremadamente compleja la tan deseable unificación [cambiaria]”, dijo Battaglia.
Otro combustible para la inflación será la corrección de la distorsión de precios relativos, con valores que en los últimos años aumentaron a distintas velocidades. Por ejemplo, según la consultora 1816, mientras que el rubro “prendas de vestir y calzado” tuvo subas de precios de 1115%, entre diciembre de 2019 y octubre pasado, las tarifas de agua, gas y electricidad aumentaron la mitad en el mismo período: en promedio, 456%.
Estas distorsiones son palpables cuando se observa que un café en la Ciudad de Buenos Aires pueda llegar a costar $2000, mientras que el boleto de colectivo no supera los $75.
“Para ‘estabilizar’, primero hay que ‘acomodar’. Hay que ‘acomodar’ con un nivel de pobreza altísimo. Quizás el peor punto de la herencia. El ajuste es inevitable y la pobreza subirá antes de bajar. Es tan complejo como doloroso el plan macro necesario para estabilizar. Pobreza e inercia hacen muy compleja la unificación cambiaria. Con brecha cambiaria se dificulta acumular reservas. Sin acumular reservas es casi imposible estabilizar. Por ello la herencia es muchísimo más que pesada”, dijo Battaglia.
En cuanto a la deuda, la Argentina no tiene significativas obligaciones de pago en 2024 con acreedores privados (alrededor de US$4000 millones), pero en 2025 necesitará salir a los mercados internacionales para refinanciar los vencimientos. Para ello, necesitará haber dado una señal de estabilización y corrección de las distorsiones macroeconómicas acumuladas durante los últimos años.
Fuente La Nacion