MIAMI, Estados Unidos. – La popular canción cubana Lágrimas negras, compuesta por Miguel Matamoros en 1930, comienza con letras de despecho: “Aunque tú me has dejado en el abandono”. En las fuentes de noticias relacionadas con la Isla, cuando un cubano se va del país se suele decir que esta persona “abandonó Cuba”. La palabra “abandono” ha llegado a reemplazar otros términos tradicionales para referirse a quienes se van de Cuba, como “exiliados” o “emigrados”.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define el abandono como “dejar solo algo o a alguien alejándose de ello o dejando de cuidarlo”. En otra definición, el DRAE añade que el abandono es “descuidar las obligaciones o los intereses”. En fin, el que abandona no mira hacia atrás. Estas definiciones no tienen nada que ver con las acciones ni los sentimientos de los cubanos que toman la difícil decisión de irse de su país.
Aunque muchos cubanos de distintas generaciones se hayan ido de Cuba, Cuba nunca se ha ido de ellos. En el caso de las primeras generaciones de exiliados, la Isla se mantenía ―y se mantiene― como piedra angular de su identidad. Por eso establecieron un sinfín de organizaciones cívicas, como los Municipios de Cuba en el Exilio y la Junta Patriótica Cubana. Para los que no vivieron los brindis de fin de año en el exilio, la frase cimera era “el próximo año en Cuba”. Eso no es “abandono”.
Esté donde esté, el cubano inculca a sus hijos y nietos la historia, las tradiciones y la esencia de ser cubano. Esta labor, realizada en gran medida por los abuelos, lleva a muchos jóvenes a decir que son cubanos aunque hayan nacido en otras tierras. Eso no es “abandono”.
Aunque han cambiado las generaciones, los cubanos siguen saliendo de su país buscando nuevas oportunidades. Desde fuera, siguen pendientes de los familiares que dejaron atrás. Trabajan en lo que pueden con el principal propósito de recaudar dinero para enviárselo a sus familiares en Cuba. Realizan todos los trámites habidos y por haber ―reclamaciones, loterías de visas, ciudadanía española, paroles, etc.― para poder traer a sus familiares a Estados Unidos o al país donde residan. Eso no es “abandono”.
Duele mucho ver que el pueblo cubano, secuestrado por una dictadura que en enero de 2024 cumplirá 65 años en el poder, esté tan subyugado que ni siquiera pueda definir sus propias decisiones de emigrar (que son un derecho humano según el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos) sin que la dictadura defina sus acciones con un matiz subversivo y nefasto. El abandono conlleva desdén, olvido y una ruptura total con el objeto “abandonado”, que en este caso es Cuba.
Cuando un padre o una madre abandona a un hijo, este rompe todo lazo con su descendencia. No quiere saber nada de él. No provee el sustento financiero o afectivo necesario para el desarrollo saludable del ser humano. Eso sí es “abandono”.
¿De dónde viene el uso tan frecuente de la palabra “abandono” para referirse a los exiliados o emigrantes cubanos? Tiene su raíz en la lógica del castrismo, implantada por el propio Fidel Castro y sustentada por quienes mantienen la dictadura en pie.
Según la lógica fundamental del castrismo, Cuba es la “Revolución”. Al ser este el caso, cualquier oposición a la “Revolución” o a la dictadura es “anticubana”. Recordemos las infames “Palabras a los intelectuales” que sentenció el propio Fidel Castro en 1961: “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada”. Estas palabras repercutieron en toda la sociedad cubana, estableciendo estrictos parámetros para lo que sería y no sería considerado “cubano”.
Dentro de este marco, el poder se ha adueñado de la palabra “abandono” ―como de tantas otras― para referirse a cubanos que han discrepado de la dictadura imperante y han sido forzados por las circunstancias a decidir irse de su patria. La realidad de cualquier lengua es que es muy fácil que una población adopte la lingua franca vernacular del momento. Sin embargo, las dictaduras como la castrista establecen su propio vocabulario, caracterizado por la frecuente tergiversación de palabras y frases. Como ejemplo, recordemos que las “repúblicas populares” de la Europa comunista no eran ni repúblicas ni populares.
El autor inglés George Orwell, en su célebre novela 1984, estableció el concepto del “doblepensar”, a través del cual el Partido Único en la novela define su realidad con tres lemas: “Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza”. A esto, la dictadura castrista puede añadir un cuarto: “Emigración es Abandono”.
Se sabe que la dictadura no va a cambiar de rumbo a estas alturas. Sin embargo, nos toca a quienes tenemos el poder de la palabra escrita y hablada a desistir de referirnos al acto de irse de Cuba como “abandono”. Las palabras tienen un poder singular, y con ellas podemos lograr establecer parámetros claros que favorecen la libertad.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org