“Paraty es un nombre de origen tupi-guaraní y significa depósito de agua”, cuenta Fernanda Strivo, guía argentina de Paraty Tours, y quien nos pasea por el casco histórico de esta ciudad colonial del estado de Río de Janeiro. El punto de partida para arrancar a deshilvanarla es Pousada Arte Urquijo, un precioso hotel boutique que recibe huéspedes en una edificación de 1780 que tiene seis habitaciones. Está atendido por su dueña, también argentina, que es artista plástica y llegó acá hace treinta años. Se llama María Cruz Urquijo y, antes de que salgamos de paseo, me anticipa: “Paraty siempre estuvo protegida en esta bahía, entre la sierra y las islas. Las casas, que son las mismas que ves ahora, estaban repletas de oro”.
Nuestro recorrido empieza por la rua Dona Geralda, que contiene galerías y atelieres (como nuestro hotel). A unos pasos está la Iglesia de Santa Rita, la más antigua de la ciudad, de 1722, que funciona como Museo de Arte Sacro y expone piezas en madera y cerámica de los siglos XVII y XVIII. ¿Quiénes la frecuentaban? Los pardos libertos. Es decir, las personas esclavizadas –la guía no dice “esclavos”– que habían sido traídas de África y luego pasaron a ser libres.
Paralela a la rua Dona Geralda está la rua do Fogo, que es más angosta y corta, con buganvillas (santarritas) que trepan por los marcos de las ventanas y novias que la eligen para tomarse fotos para sus álbumes de boda. Dicen que es la primera del barrio histórico y que llegaba a la plaza Matriz. También hay una rua do Comércio, que es la más agitada y convocante, sobre todo de noche. Entre negocios, bares y restaurantes con mesitas en la calle, tiene un sobrado (casa de dos pisos) del siglo XIX, en cuya planta alta se acopiaban los granos de café en tiempos del boom cafetero. También es muy transitada la rua da Lapa, que termina en la praça do Chafariz. Por esta zona ingresamos al centro histórico el día anterior, desde la rua Roberto Silveira, que es el centro cotidiano –y no histórico– de esta ciudad de 43.000 habitantes y 25 manzanas protegidas.
Bien demarcado desde 1970, al centro histórico no se accede en auto. Preserva las casas que dejó la colonia y están pintadas de blanco, excepto por puertas y ventanas con vidrio repartido o treliça –un tipo de treillage de madera que hace las veces de celosía–, con marcos celestes, azules, amarillos, verdes o bordós. Siempre combinan dos colores, no más. Todas tienen techo de tejas, donde cada tanto crecen plantas gracias a las semillas que distribuyen las aves. Como dijimos, Paraty está entre la bahía de Paraty y la Serra do Mar, que condensa un importante cordón de mata atlántica, repleta de pájaros.
En la praça do Chafariz, hay una fuente de 1851 y también un monolito que marca el Camino del Oro o Real. “Era un antiguo sendero de los nativos, que tras la llegada masiva de los portugueses, en 1660, sirvió para conectar Paraty con Ouro Preto y otras ciudades de Minas Gerais, en las que habían encontrado oro. Era una ruta de 700 kilómetros que se recorría a lomo de mula en 75 días. El oro se acopiaba en las casas. Y en la entrada al pueblo había un portón de hierro que se abría a las 6 de la mañana y se cerraba a las 6 de la tarde, con un tiro de cañón. Así controlaban el flujo del oro y de otras mercaderías, como el azúcar. De aquí salían hasta el puerto de Río de Janeiro para cruzar el Atlántico hasta llegar a Lisboa, en Portugal. Durante el siglo XIX, cuando se abrió un camino que caía directamente en Río de Janeiro, el puerto de Paraty pasó a despachar el café que salía del valle de Paraíba. Recién quedó aislado a principios del siglo XX, cuando se construyó la ferrovía que comunicaba San Pablo con Río. Y renació en la década del 70, gracias al turismo paulista y a la inauguración de la BR 101, que comunica el litoral de Río de Janeiro a Santos”, señala la guía mientras avanzamos por el calçamento –empedrado– atentas a no dar un paso en falso.
¿Cuándo se fundó Paraty? Fernanda Strivo cuenta que, por consenso, los historiadores marcan la primera ocupación portuguesa entre 1530 y 1590. Se instalaron en el fuerte, desde donde podían ver y no ser vistos, levantaron una capilla en honor a San Roque y le dieron ese nombre a la villa. Eran expedicionarios, comerciantes y religiosos de distintas hermandades. El pueblo tomó forma después de 1630, cuando una dama, María Jácome de Melo, donó tierras para la construcción de la ciudad que estaría entre el límite que marcaban los dos ríos, el Perequê-Áçu y el Matheus Nunes. Como contrapartida, había que levantar una iglesia en honor a Nuestra Señora de los Remedios, la santa venerada por su mecenas. Unos años más tarde, en 1667, la Vila de Nossa Senhora dos Remédios de Paraty quedó reconocida formalmente.
La Iglesia Matriz se levantó y se derribó dos veces hasta tomar el aspecto actual, que data de 1780. De fachada neocolonial, reunía a las familias más ricas de la ciudad. Algo más antigua, de 1725, la Iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Benedicto era para las personas esclavizadas. Detalle: es la única que está abierta el lunes que la visitamos. Un ananá en el soporte de una lámpara central es buen ejemplo de la tropicalización de las artes sacras. También está la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, que es de 1800. Además de una cruz, posee una esfera armilar que simboliza el comercio y la navegación, así como un gallo, que representa Portugal. Cuenta con una abertura longitudinal que permite ver desde adentro, pero no desde afuera. Porque además de iglesia, alguna vez fue fuerte. Por algo será que todas las iglesias de Paraty tienen exactamente la misma orientación cardinal frente al mar.
A unos pasos, ahí donde el río termina en la bahía, se ve una casa verde con una palmera imperial –altísima– y una placa que dice: “En esta casa vivió el príncipe don João de Orléans e Bragança (1916 a 2005). Sirvió en la fuerza aérea brasileña en 1941, después del exilio de la familia imperial. Era nieto de la princesa Isabel y bisnieto del emperador don Pedro II. Ahora vive su hijo, João de Orléans e Bragança, fotógrafo y empresario. El color verde de la bandera brasileña desde la independencia de 1822, y en esta casa, es por la casa de Bragança”. En Paraty, la historia está a la vuelta de la esquina.
El recorrido termina con una de las postales clásicas del pueblo: la marea. El mar sube unas horas y cubre las calles del centro histórico que están más cerca del puerto. Aunque el empedrado tiene una leve inclinación hacia el centro, no llega a inundar las casas, que se encuentran un escalón más arriba. La gente está acostumbrada: sale en ojotas, botas de goma o apoya tablas entre vereda y vereda para cruzar. El efecto del reflejo es sutil y hace a Paraty aún más bella.
Protegida desde 2019 por su biodiversidad y cultura como Patrimonio Mundial Mixto según la Unesco, tras una primera aproximación a las razones históricas, nos lanzamos a conocer su entorno natural. Porque si bien es un puerto y no tiene playa –aunque algunos se bañan sin problema en praia do Pontal–, aquí la principal propuesta turística es navegar por la bahía para gozar del mar y de las playitas e islas cercanas.
Cuando volvemos al hotel, “tienen que hacer una salida en barco”, insiste Cruz Urquijo y coordina un paseo en el Neptuno Vintage de Paraty Tours. Sebastián Buffa Urquijo, hermano de Cruz, es el creador y dueño de esta agencia líder en la zona. “Empezamos con mountain bike en los años 80. Cada tanto viajaba a Búzios y notaba que acá podíamos hacer lo mismo. Tengo vocación para los negocios y entendí cómo traer gente de Brasil y de todas partes del mundo”, cuenta Sebastián, emprendedor nato y personaje célebre del pueblo por el impulso que le dio al turismo en el destino.
Rebosante de naturaleza
Por la mañana del día siguiente, el Neptuno Vintage nos espera en el muelle principal. Es un gran barco de madera con velas y motor, que tiene colchonetas y mesas con sillas. Una casquinha de siri (cangrejo en su cáscara) y un agua tónica son el preludio de la caipiriña de rigor. El plan es salir hacia el sur de la bahía, para parar en dos playas y tirar el ancla cerca de dos islas. La primera es la praia da Conceição, media hora después de dejar el puerto y con el sol brillando. “La zona está libre para buceo, para nadar o para ir en bote hasta la orilla”, anuncia una guía para que los 20 pasajeros del barco decidamos si nos ponemos el snorkel, si nadamos hasta la playa –que está a 50 metros del barco– o si vamos en bote. Anuncia, además, que vamos a estar 50 minutos en esta playa, que se ve divina. Yo opto por el bote, porque quiero llevar el celular. La arena caliente y el baño en el mar son reconfortantes.
Para la segunda parada hay cambio de planes. En lugar de ir a la Baía da Preguiça, vamos a Ilha dos Cocos. Se está nublando y si el viento sopla más fuerte, como está previsto, por la tarde no podremos hacer snorkel. Una vez que llegamos, el agua de Ilha dos Cocos se ve transparente. Los marineros nos prestan antiparras, nos zambullimos y, ¡momento mágico!, los peces nadan a nuestro alrededor. Un rato más tarde, la parada de Baía da Preguiça viene bien para almorzar frutos de mar, y sigue con otra pausa en Ilha Comprida. A esta altura, el viento se puso frío, y el placer pasa por clavar la mirada en la selva e imaginarse dentro. Mata atlántica densa y en estado puro, con palmeras, cedros, higueras, lianas y enredaderas de todo tipo.
Dijimos que no hay playa en Paraty, pero se puede ir a Trindade, que queda a sólo media hora en auto. Otrora playa de hippies y artesanos, se accede por la BR 101 y un desvío, y tiene un pueblito del mismo nombre con negocios bien brasileños. Praia do Meio es una primera opción pequeña, a la que llegamos apenas después de estacionar. Pero la más linda es praia do Caixadaço, después de caminar 10 minutos por un sendero sencillo. Ancha y tranquila, tiene razones para ser la recomendada de la zona. Dicen que, si tomamos un nuevo sendero y caminamos media hora más, llegaríamos hasta unos piletones naturales espléndidos. Pero el sol está cayendo y hasta acá llegamos.
La tardecita es especial en Paraty. La rua da Cadeia –porque allí estaba la antigua cárcel– agrupa tantos restaurantes como la rua do Comércio. Franceses, americanos y paulistas prevalecen entre los turistas. No es raro verlos pedir una moqueca a las 6 de la tarde, aunque se puede salir a comer hasta las 21. Los negocios son para todos los gustos y bolsillos. Artesanías más o menos personalizadas, linos de la mejor calidad, obras de arte no sólo sacro, remeras de Hering y cerámica con diseño. Y un último detalle que explica mucho de lo cautivante de Paraty. Aquí no hay cables ni postes de luz. Pasaron a ser subterráneos en 2007. Desde entonces, no hay nada que afee ni se interponga entre los visitantes y este pueblo de empedrado, colores vivos y farolas.
¿Cuándo conviene visitarlo? De diciembre a marzo puede llover bastante. En cambio, en primavera las temperaturas no superan los 30 grados, y en invierno no bajan de los 18. Claro que también vale la pena tener en cuenta el calendario festivo de Paraty. La ciudad tiene una nutrida agenda de celebraciones paganas y religiosas que hace más de 300 años les dan vida a sus calles. La Fiesta del Divino Espíritu Santo empieza el domingo de Pascua y termina el domingo de Pentecostés, día principal de las reuniones. Del 8 al 17 de julio, la Fiesta de Santa Rita convoca alrededor de causas imposibles. La ciudad se tiñe de blanco y amarillo. Hay procesiones, misas y letanías. La Fiesta de Nuestra Señora de los Remedios se da entre el 30 de agosto y el 8 de septiembre. Participan niños vestidos de ángeles que llevan caramelos. La iglesia se decora con flores de papel blancas y azules y el pueblo con banderines. La Fiesta de San Benedicto y Nuestra Señora del Rosario es entre el 10 y el 19 de noviembre. Incluye procesiones nocturnas y danzas folclóricas africanas en honor a los patronos de los esclavos. Se corona un rey y se celebra misa.
Datos útiles
Cómo llegar
Flybondi. Vuela a Rio de Janeiro con tres frecuencias diarias cinco veces por semana (lunes, miércoles, viernes, sábado y domingo). Las tarifas son ventajosas. Cuenta con una flota de 12 aviones Boeing 737-800 NG con 189 asientos de única clase. La novedad son los tickets 3.0: sacar un pasaje, pero confirmar el nombre del pasajero hasta 48 horas antes de partir.
Dónde dormir
Pousada Arte Urquijo. En el centro histórico, recibe en seis habitaciones de una casa de 1780 que, además, es galería y taller de arte. Propiedad de los artistas Cruz Urquijo y Nelson Martínez está signada por su obra, las porcelanas antiguas y los objetos que ellos han traído de sus viajes. Lujo sutil en sábanas, toallas y jabones. El desayuno es completo y con productos de calidad. Tiene pileta en un patio interno encantador. Desde u$s 120 la doble con desayuno. R. Dona Geralda, 28. T: +55 (24) 99 312-7297. IG: @pousadaarteurquijo
Casa Arte Caboré. La casa de los propietarios de Pousada Arte Urquijo acaba de ser inaugurada para recibir. Los huéspedes se hospedan en esta edificación moderna, con baños e instalaciones a estrenar. Cuenta con seis habitaciones amplias –algunas con patio interno y hamaca paraguaya–, galería de uso común, pileta y jardín. Ofrecen muy buen desayuno. Está separada del casco histórico por un puente, próxima al área comercial de la ciudad. Tiene estacionamiento. Desde u$s 120 la doble con desayuno. Av. Octávio Gama, 920. T: +55 (24) 99 228-0335. IG: @casaartecaboreparaty
Dónde comer
La Dolce Vita. Pizzería y trattoria con bonita ambientación, sirven muy ricas pizzas napolitanas y buenas pastas. Precios accesibles y menú turístico. Lo más recomendable es ocupar una mesita en la vereda. Todos los días, de mediodía a medianoche. R. do Comércio, 315. T: +55 (24) 98 881-5595. IG: @ladolcevitaparaty
Celeiro. En el casco histórico, es almacén, restaurante y bar con carta acotada, pero muy bien ejecutada. Sirven pescado o pollo con arroz y papas a buen precio, entre otros platos clásicos de la comida del litoral brasileño. Todos los días, de 14 a 23 horas. R. Ten. Francisco Antônio, 58b. T: +55 (24) 99 930-8528. IG: @armazemceleiro
Caminho do Ouro. Ronara y Fernando Toledo lideran este restaurante exclusivo, que está entre los más convocantes de la zona. Pulpo, camarón, ostras y cordero figuran entre los platos más ponderados. Son pocas mesas y muy bien puestas. De lunes a sábado de 16 a 23 horas. R. Dr. Samuel Costa, 236. T: +55 (24) 98 876-1899. IG: @caminhodoouro
Batata Baroa. Clásico entre los locales, queda frente a la prefectura, a pasitos del centro histórico. Pescado, pollo y cerdo en todas sus variantes, con arroz, porotos y ensalada, en porciones abundantes. Ofrecen un menú de almuerzo que es económico. El espacio es sencillo, pero limpio. Invita a una experiencia real de gastronomía local. Todos los días desde las 11 hasta las 23.30 horas. Alameda Princesa Isabel, 111. T: +55 (24) 99 854-6391. IG: @restaurantebatatabaroa
Bem Brasil. En pleno sector de movida vespertina, se lucen por las tablas con rabas, bolinhos de sirí, frituras de mar y por la moqueca. Buena barra, variedad en cervezas y televisor disponible para ver espectáculos deportivos. Todos los días, de 11.30 a 24 horas. R. Domingos Goncaves de Abreu y R. Com. José Luiz. T: +55 (24) 99 991-3190. IG: @bembrasilparaty
Pistache Gelateria. Sirven muy buen helado artesanal. Tienen pocos gustos y se destacan por el pistacho. De lunes a domingo, de 11 a 23 horas. R. Tenente Francisco Antonio, 149. T: +55 (24) 3371-6263. IG: @pistachegelateria
Paseos y excursiones
Paraty Tours. Del argentino Sebastián Buffa Urquijo y su esposa Silvana, es la empresa que desarrolló el turismo en la ciudad y se mantiene primera en ventas desde hace treinta años. Con oficina en la calle comercial, ofrecen salidas en barco –de diferentes tamaños y prestaciones– hacia la praia da Lula, praia Vermelha y praia da Ponta Negra, entre otros rincones de la bahía de Paraty que están rodeados por lo más exuberante de la naturaleza. Coordinan también visitas a reservas indígenas y de descendientes de esclavos, experiencias de cocina tradicional, avistaje de aves, raftings, trekkings por la montaña, paseos en canoa, cabalgatas y tirolesa. Cuentan con una flota de vehículos para hacen traslados en auto, camionetas y ómnibus. Tienen guías bilingües. Av. Roberto Silveira, 479, Paraty. T: +55 (24) 99 974-2734 / (24) 3371-1327/ 2651. IG: @paratytours.agencia
Fernanda Strivo. Guía independiente y certificada, es argentina y conoce muy bien la historia de la localidad. Ofrece recorridos por el casco histórico, con datos súper interesantes y coloridos. Hace salidas por senderos y cascadas, en zonas de naturaleza. Valores a convenir según la duración. T: +55 (24) 98803-0438. IG: @fer.guiadeturismo.paraty
Museo de Arte Sacro. En la Iglesia de Santa Rita, funciona como museo todo el año, excepto para las fiestas patronales. De estilo rococó, conserva imágenes, candelabros y piezas en adobe, metal y madera de los siglos XVII, XVIII y XIX. De miércoles a domingo, de 9 a 12, y de 14 a 17. Gratis. R. Santa Rita s/n. T: +55 (24) 3371-8328
Iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Benedicto. Se empezó a construir en 1725 y es de las más bellas de la localidad. Los altares y retablos convocan fieles, pero también admiradores del arte sacro. De martes a sábado, de 9 a 11 y de 14 a 17 horas. Gratis. R. do Comércio s/n. T: +55 (24) 3371-1467.
Iglesia Nuestra Señora de los Remedios. Iglesia matriz de dimensiones imponentes y estilo neoclásico, tiene capillas internas y baptisterio. Abre de miércoles a domingo, de 9 a 11 y de 13.30 a 16 horas. Gratis. Largo do Rosário s/n. T: +55 (24) 98828-8699.
Museo Defensor del Fuerte. A un par de cuadras del centro histórico, se accede por un sendero accesible. Con una vista privilegiada de la bahía, tiene mirador, un centro de interpretación y cañones que hablan de la llegada de los primeros colonos. De lunes a viernes de 8 a 12 y de 14 a 17.30. Sábados, domingos y feriados de 9 a 12 y de 14 a 17 horas. Gratis. Av. Orlando Carpinelli, 440. T: +55 (24) 98142-0081.
Fuente La Nacion