A Pedro Sánchez siempre le ha gustado referirse al periodo entre 2014 y 2016 como su «primera vida» como secretario general del PSOE. En octubre de ese año fue desalojado del poder por unos barones del partido que temían que planease unas terceras elecciones y un pacto con Podemos y los independentistas. Qué cosas. En 2024 va a cumplir una década al frente del PSOE , con el paréntesis de los nueve meses de su destierro en 2016. Una década en la que, pese a la multitud de actores en la escena, no hay ninguno cuyas posiciones hayan sido tan decisivas para el devenir político del país. Sánchez llega a este aniversario habiendo visto el abismo muy cerca durante el año que termina. Entre 2017 y 2018, con su retorno al liderazgo del PSOE y con la moción de censura contra Rajoy , Sánchez inauguró esa segunda vida. Al margen de la crudeza de los acontecimientos que han marcado su presidencia, lo cierto es que hasta este año ha navegado en la política española observando como todos sus adversarios se iban desvaneciendo. Crisis a su izquierda, fracturas en su derecha. Y él como único presidente posible. Ninguna de las elecciones de 2019 alumbraron algún liderazgo que pudiera competirle esa condición. El ciclo electoral de 2023, tras la victoria del Partido Popular en las elecciones autonómicas y municipales del pasado mes de mayo cambió de un plumazo el mapa del poder territorial.El cambio de ciclo político estaba en marcha. Algunos importantes ministros del Ejecutivo empezaban a hacer planes. Tal vez una embajada, quizás un libro . Y mucho alto cargo reclamando un puesto en las listas para al menos tener el refugio del escaño, aunque fuera en la oposición. Pero Sánchez tenía otros planes. Noticia Relacionada estandar No Sánchez ni menciona la amnistía en su carta de balance del año a los militantes del PSOE Mariano Alonso El presidente del Gobierno despide 2023 con una misiva dirigida a la miltancia en la que presenta a los socialistas como víctimas «del improperio y la intransigencia»Ahora sabemos que ya por entonces había ordenado a su secretario de Organización, Santos Cerdán , que empezase un deshielo en las relaciones con Junts . El presidente sabía y sabe que su bloque con los independentistas menguaba. Si había alguna opción de seguir en La Moncloa, muy probablemente iba a pasar por ampliar el campo de acción.Fuentes de Ferraz constatan como aquel 29 de mayo el anuncio de Sánchez de convocar elecciones generales sirvió para resetear el partido. «Cambió el estado de ánimo y el tema de conversación», relata un cargo del PSOE que vivió en la sede socialista el anuncio del presidente. Sánchez hizo esa apuesta por dos motivos que se retroalimentan. Primero, no se podía permitir un peregrinaje de meses con el PP en ascenso y con su partido en shock y pidiendo cuentas. En la noche electoral del 28M el análisis que compartían las federaciones que habían perdido el poder en sus territorios era la de haber sido víctimas de un castigo a Pedro Sánchez.Presidente por accidenteLas sensaciones de la campaña de las generales fueron cambiantes, pero nunca llegó a atisbarse hasta las últimas 48 horas la sensación de que la derecha perdía fuelle. Tras el golpe de mano que supuso el cara a cara entre los dos líderes en favor de Alberto Núñez Feijóo , la certeza de la victoria terminó jugando una mala pasada al PP, que no fue capaz de creerse su propia consigna para evitar el conformismo: «Estamos cerca, pero todavía no estamos dentro». Lo cierto es que el clima de la campaña no contemplaba un escenario de oposición.Tras meses de intercambios declarativos y tras el intento fallido de investidura de Feijóo se consolidó un bloque de 178-179 votos en torno a Pedro Sánchez, lo que ya se vislumbró la noche electoral y lo que se consolidó en la sesión constitutiva de las Cortes. El líder socialista sabe que ha revalidado casi por accidente . No se trata ni siquiera de que su bloque hubiese tenido menos apoyos y el de la derecha más. Con un reparto distinto del voto de la derecha en tres provincias, hoy no sería presidente. Con algo menos de transferencia de papeletas de ERC al PSC en las circunscripciones catalanas, hoy no sería presidente.Sánchez inicia ahora su «tercera vida» y lo hace reforzando su imagen de político audaz a la par que despiadado. Conceder la amnistía a los condenados y fugados que lideraron el golpe independentista de 2017 es solo un «cambio de opinión más», un peaje asumible. Y, como se sabe accidental, desde el primer minuto persiste en su estrategia de chocar con el PP para extremar su posición hacia la derecha. En la recta final de la campaña, Sánchez logró reducir las transferencias de voto del PSOE al PP, un flujo que durante años no fue relevante pero que se ha reactivado ante el ocaso de Ciudadanos. Para el líder socialista es clave reducir esos flujos para que su bloque, que tiende a reducirse frente a la derecha, no pierda la mayoría en el próximo lance. La incógnita es si el tiempo que se abre será de descuento o no. Es ese riesgo el que se pretende conjurar evitando que sea una legislatura corta. La fragilidad parlamentaria de su alianza es evidente. Al contrario que en el mandato anterior, el PSOE necesita a todos sus socios en cada votación. No puede permitirse ninguna deserción. Pero, a la vez, no existe una mayoría en contra, más allá del escenario –del todo ilusorio– de ver a PNV o Junts en la misma aritmética que Vox.Ambos líderes han hecho retoques en sus respectivas cúpulas, pero ninguno de los dos tenía motivos para purgas de mayor caladoEnfrente, todo lo contrario: un PP como primera fuerza, en crecimiento electoral, con el control del Senado y un enorme poder territorial, pero que observa cómo se le ha escapado un momento propicio. En el pasado ciclo electoral, a Feijóo se le escuchó en varios mítines que el cambio estaba cerca y, en un llamamiento a la movilización, alertaba de que «nos arrepentiríamos» si no se materializaba. Existe esa sensación grande de oportunidad perdida. Una legislatura en la que Sánchez ha consumado sus alianzas con los independentistas y aprobado medidas como el indulto o el borrado de la sedición y la rebaja de la malversación en el Código Penal, incumpliendo en todos esos casos la palabra dada. Unos años en los que las economías domésticas han sufrido por la pandemia y las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania. Sin llegar, eso sí, a los colapsos de las grandes crisis, en buena medida por el cambio de paradigma económico de la Unión Europea, que ha apostado por permitir el endeudamiento y las políticas expansivas de gasto. Una legislatura, también, con enormes polémicas como los efectos perversos de la ley del ‘solo sí es sí’ en forma de rebajas de penas y excarcelaciones a agresores sexuales. Y, con todo eso, no ha sido suficiente para expulsar al PSOE del poder. Cambios en las cúpulasEl PP acaba el año con el reto de reajustarse tras meses asumiendo la realidad de la oposición , algo para lo que nadie estaba preparado en Génova. Feijóo y Sánchez han terminado 2023 de modo muy similar, con cambios en sus equipos de dirección, pero manteniendo la columna vertebral de sus núcleos de poder. Lo ha hecho el presidente del PP al ampliar su Comité de Dirección con un mayor reparto de funciones, el rejuvenecimiento y la feminización, pero sin sacar de la dirección a ningún dirigente, salvo los dos que pasaron a ocupar cargos institucionales, y con decisiones continuistas. Hay cambio de roles, pero los integrantes de la cúpula no cambian.Pedro Sánchez también ha renovado buena parte del Consejo de Ministros, pero las principales carteras se mantienen con los mismos titulares, salvo el retoque por la salida de Calviño al Banco Europeo de Inversiones y el consiguiente ascenso de María Jesús Montero a vicepresidenta primera.Ambos líderes tienen argumentos para defender que sus equipos no merecen una purga. El PP ganó tres millones de votos y el PSOE, uno. Un crecimiento a costa de sus respectivos aliados: Sumar y los independentistas en el caso de los socialistas y Vox en el del PP. El año que acaba ha sido también el de la sustitución en la izquierda. Una operación auspiciada por Yolanda Díaz con la connivencia de La Moncloa para hacer desaparecer la marca Podemos de la carrera electoral. Los socialistas creen a día de hoy que el cambio en el liderazgo de ese espacio y la idea de que Díaz «no es Podemos» ha sido clave para que el bloque resistiera y para que esa imagen de ticket con Sánchez funcionase como contrastase a la de Feijóo y Abascal. «Podemos siempre fue un partido muy masculinizado. En la campaña nos salvaron las mujeres», asegura un ministro actual, diagnóstico que Feijóo tiene también muy interiorizado.Los otros protagonistas El ‘influencer’ espiritual Pablo Iglesias Más de dos años y medio después de apartarse de la primera línea política tras fracasar en las urnas madrileñas, Iglesias sigue marcando el paso a lo que queda de su partido. Desde la atalaya de un canal digital, se ha convertido en azote de Sumar por sus disputas internas con Podemos, hasta el punto de que ha instigado y bendecido la ruptura de ambas siglas en el Congreso y Galicia. Liquidadora de Podemos Yolanda Díaz Sigue como vicepresidenta segunda tras diezmar a sus antiguos compañeros de Podemos antes del 23J y liquidarlos después. No consiguió ser tercera fuerza y retrocedió en escaños, más aún tras la ruptura con los morados, pero le ha servido para reeditar la coalición con Sánchez y ya sin el incordio de Belarra y Montero. Fue la primera que rindió visita a Carles Puigdemont en Bruselas. Del éxito del 28M al fracaso del 23J Santiago Abascal El año de Abascal está marcado por un éxito y dos fracasos, uno de ellos por descontado. Lo mejor para Vox es que atesora más poder territorial que nunca, gracias a los pactos con el PP tras el 28M y pese a las reticencias de los populares. Pero el 23J se desplomó al perder una veintena de escaños (de 52 a 33) y no sumar con el PP para desalojar a Sánchez, como intentó con la peculiar moción de censura de Ramón Tamames. De prófugo a socio clave Carles Puigdemont De la noche del 23J a la mañana siguiente pasó para toda la izquierda de ser un prófugo al que sólo cabía llevar al banquillo a convertirse en el socio clave para que Sánchez siga –y se mantenga– en La Moncloa. Ha aprovechado esa chance para arrancar la amnistía al PSOE, lo que le legitima y empodera como protagonista de la política española en general y catalana muy en particular.Aunque Podemos accedió a integrarse en Sumar de cara al 23J, la estrategia de diferenciación comenzó muy pronto. Apenas ha arrancado el periodo de sesiones y sus cinco diputados ya se han ido al Grupo Mixto . Pero los morados contemplaban esta estrategia de repliegue tiempo atrás, incluso calculando en su escenario un Gobierno de la derecha. Con el partido sufriendo una fuerte descapitalización, Irene Montero e Ione Belarra son las principales dirigentes, con Pablo Iglesias como arquitecto de Canal Red, televisión digital desde la que espolea un discurso propio y en colisión con las izquierdas gubernamentales.En Vox ha sido un año de contrastes. Está en su momento álgido de poder institucional al conseguir que se imponga la coalición con el PP ya en cinco autonomías, una relación que los populares han intentado minimizar y a la que asocian una parte de sus problemas. Pero a la vez ha sido el año en que se ha constatado un deterioro del proyecto respecto a 2019. Vox persiste, con un estructura blindada y buscando también la diferencia permanente con el PP . El PSOE ha normalizado el pacto con sus aliados, pero los populares todavía ambicionan una concentración en su espacio que les haga no necesitar a Vox.
Fuente ABC