Hubo un tiempo en que las críticas a los altos cargos políticos municipales, sin perder su contundencia, elegían formas más civilizadas. Buscando, tal vez, ganarse a la opinión pública tiraban de humor para denunciar lo que consideraban malas decisiones de los alcaldes. Lo sufrieron en sus carnes varios de ellos con figuras como el ‘oso antialcalde moroso‘ o Ruiz-Vampirón.
El ‘oso antialcalde’ era un señor que, portando un disfraz de plantígrado, seguía por toda la ciudad al alcalde José María Álvarez del Manzano, en los años 90. A lo actos públicos, a las inauguraciones, e incluso en una ocasión se metió en un avión en el que viajaba Álvarez del Manzano en un viaje oficial, ante las risas del entonces presidente regional Alberto Ruiz-Gallardón.
El ‘oso’ fue una idea de los sindicatos municipales, y hacía un poco de ‘cobrador del frac’, para recordarle lo que ellos consideraban incumplimientos económicos. Hubo incluso un pleno en el que, al comenzar, los concejales se encontraron en sus escaños de la antigua Casa de la Villa pequeños ositos de peluche. «Cada uno hace el ridículo como quiere», dijo el alcalde Álvarez del Manzano.
Los sindicatos policiales CPPM y CSIT-UP resucitaron, muchos años después, el ‘oso moroso’, y amenazaron a la entonces alcaldesa Manuela Carmena con ponerlo de nuevo a acompañarla en sus actos.
Entre políticos de distintos partidos también tuvieron sus rifirrafes: en 1993, Esperanza Aguirre, concejal de Medio Ambiente, amenazó a Julián Revenga, consejero de Transportes, con encadenarse a los árboles de la Casa de Campo que se iban a talar por la ampliación de la línea 10 del Metro. Al final, el presidente Joaquín Leguina y el alcalde Álvarez del Manzano alcanzaron un pacto entre caballeros para adjudicar las obras de ampliación sin que las máquinas llegaran a la zona afectada hasta las elecciones: quien las ganara decidiera sobre el proyecto.
Contra los parquímetros
Otro ejemplo de rebelión contra el poder, crítica y muy popular, fue la que protagonizaron los vecinos de zonas afectadas por la instalación de parquímetros en distritos como Carabanchel. Estos encargaron, en 2007, un muñeco vestido de conde Drácula, de tres metros de alto, que se parecía al alcalde Alberto Ruiz-Gallardón y al que llamaron Ruiz-Vampirón.
Éste se presentaba en todo acto público en el que hubiera presencia del regidor, aprovechando para reivindicar la retirada de los parquímetros. Finalmente, en los carnavales de 2008, lo ‘enterraron’, «víctima de los parquímetros periféricos, la prepotencia y la temible ESPPE-culación», decían.
En 2010, Ruiz-Gallardón publicó un artículo de denuncia ante los insultos y zarandeos que había sufrido el rector de la Complutense, Carlos Berzosa, por parte de un grupo de estudiantes. En él, mostraba su preocupación ante la «normalización» de las agresiones a representantes públicas.
Democracia y golpes
Recordaba que «la democracia es el ejercicio de la razón pública, y esta difícilmente gana vuelo a base de golpes». Lamentaba que estas «algaradas se vayan volviendo habituales como forma de expresión de lo que no pasa de ser un pensamiento pobre y unas actitudes cerriles». Por eso, concluía, «aunque los culpables de cualquier desafuero son siempre sus autores, nos toca a todos sopesar los conceptos, medir las palabras y afanarnos en resolver las dificultades sin que el espacio público se vuelva un sórdido espectáculo de ruido y furia».
Fuente ABC