Y tras 365 días esperando, la tarde-noche más esperada del año llegó. Fue «ilusionante y mágica» para Hortensia, de 87 años, subida a la carroza de mayores que abrió la cabalgata de Reyes, y «genial y preciosa» para Alejandro, de 8, que esperaba en un lateral del paseo de la Castellana a ver a su rey favorito: Baltasar. Hortensia y Alejandro, mayores y niños, el ejemplo de dos generaciones. Ese era el hilo conductor del desfile, la unión entre jóvenes y no tan jóvenes; los nervios de unos; la sabiduría de los otros. Melchor, Gaspar y Baltasar consiguieron este viernes en Madrid, en una de las cabalgatas más aplaudidas de los últimos años por los diseños de las carrozas y un discurso sobre el amor a los abuelos, conectar a quienes tienen toda una vida por delante y a los que ya la han vivido pero la siguen disfrutando como «chiquillos».
Porque justo así se sentían Guillermo, Charo, Pilar y Hortensia, cuatro de los veinticuatro usuarios de centros de mayores de Madrid elegidos para inaugurar el pasacalles desde una carroza de mimbre. Fueron las caras de una generación dedicada a cuidar(nos) y a guiar(nos) que «por fin» se vio reconocida. Y esas caras no podían borrar las sonrisas. «Siempre veníamos con nuestros hijos y nietos, y hoy serán ellos los que nos vean», confesaba Charo, subida a la pieza confeccionada por los artesanos Agustín Yugueros y Antonio Martínez. «Contentísima, contentísima de estar aquí y de que se hayan acordado de los mayores», añadía Pilar, y Hortensia decía sentirse «como una niña».
Hace un mes les propusieron abrir la cabalgata tras quedar segundos en el concurso de teatro Mayores a Escena representando a su centro de Vicálvaro. Dijeron «sí» sin dudarlo porque –en palabras de Guillermo– les «gusta mucho el cachondeo». Este viernes se acordaban de alguien que por edad no pudo acompañarlos: Raquel, su directora de teatro. «Es maravillosa, ponlo, gracias a ella estamos aquí. Pero ponlo, eh», insistieron. Y sobre qué les gustaría encontrarse bajo el árbol: «Salud, mucha salud para seguir disfrutando como hoy».
Alejandro no pensaba en eso. Él ha pedido una Play 5 y el Fifa 2024. «Porque he sido bueno y he sacado muy buenas notas», contaba bajo la atenta mirada, y sonrisa, de su madre. La familia Hernáiz, de la que es uno de los miembros más jóvenes, se cita cada 5 de enero para ver la cabalgata. Es una de sus «maravillosas» tradiciones, en la que se rotan para coger el mejor sitio. Desde las 12.30 horas llevaban en el paseo de la Castellana para estar en primera fila y hacerse con un hueco para los 17 que son, de entre 3 y 69 años. «Ha sido genial, precioso, lo que más me ha gustado son las carrozas de los Reyes. Y ya cuando ha llegado Baltasar… Bfff, mi favorita. Es mi rey preferido», argumentaba, al término del pasacalles, el miembro de los Hernáiz, de 8 años.
A los mayores, en la cabecera del desfile, los acompañaron dos marionetas gigantes que simbolizaban la relación entre abuelos y nietos, con una danza por la Castellana en la que no dejaban de abrazarse. Bailaban al son de Lume de Biqueira, una agrupación de gaitas y percusión de «Madrid-Galicia» conformada por 47 músicos que repitieron tras amenizar ya las calles en 2012. Ángel es su presidente. «Es fantástico estar aquí, y es fantástico que se dedique a los mayores, que vaya para ellos», afirmó antes de que su tambor empezase a sonar. La alborada gallega resonó en la capital.
Hubo una lluvia de caramelos –tras un pequeño chaparrón que amenazó con enturbiar la tarde, pero que (sabio) escampó a las 18.30 horas, al inicio de la cabalgata–, manos alzadas que no paraban de saludar y gargantas que no dejaron de gritar. «¡Más caramelos!», «¡Beben y beben los peces en el río!» y «¡Melchooor!» al asomar el primero de los Magos por Nuevos Ministerios. Llegaron y triunfaron.
La comitiva estuvo formada por 1.500 personas, 200 pajes y elementos dedicados a Europa, Asia y África en cada uno de los séquitos. «Por los Reyes», chillaron los emisarios reales. Por fin, el momento más esperado. Melchor, con un trono rojo y dorado (este último, el color con unió todo el desfile), apareció acompañado de dos figuras de caballos y un gran astrolabio. El rey preferido de Blanca, de 5 años, que esperaba desde las 16.30 en Nuevos Ministerios y al que pidió un micrófono y una flauta.
Tras él, Gaspar, que bien podría ser ya Gaspar ‘el guapo’, a tenor del furor que causa desde hace tres años en la capital. Y, luego, Baltasar, precedido de un camello articulado, que no por ser el último fue el menos importante; al contrario, fue el más vitoreado, subido a un enorme elefante dorado rodeado de palmeras. «Espectacular» y «guau» fue todo lo que se escuchó. No hizo falta decir más.
El mejor regalo
Dos horas y media duró el desfile hasta llegar a Cibeles, donde el alcalde José Luis Martínez-Almeida les dio la bienvenida y les agradeció «la ilusión» con la que invaden la ciudad. Melchor pidió a los niños que recordasen a aquellos «que no son tan afortunados» y Gaspar les dijo que «ningún regalo del mundo es más importante que el amor que podemos darnos». «Que tengáis presentes a los mayores, a los abuelos y las abuelas que os cuidan, os dedican tiempo y comparten con vosotros sus experiencias. Escuchad lo que os dicen, recibid sus consejos y sentíos afortunados de tenerlos cerca», demandó: «Son lo mejor que tenemos. Decidles que los queréis mucho porque, aunque ya lo sepan, les gustará escucharlo».
Baltasar les instó a «ser amables, generosos y solidarios» con quienes comparten el día a día. «Dad las gracias, pedid disculpas si os equivocáis y dad la mano a quien la necesite. Y, sobre todo, sonreíd todo lo que podáis, porque una sonrisa es magia, y nosotros de magia sabemos mucho». Los Reyes son magos, pero también sabios. Y con esto, punto y final a la mágica tarde. Una noche larga les quedaba todavía por delante.
Fuente ABC