Sus teléfonos móviles siempre están encendidos. Pueden sonar a cualquier hora, pero lo más probable es que lo hagan de madrugada. A la hora de los muertos y de los robos más sofisticados. Con esta faena diaria es con la que briegan los integrantes del Grupo XXI de Policía Judicial de Madrid, que tienen en su lupa a entre 200 y 250 expertos en robos con fuerza: de los conocidos aluniceros y butroneros a los que revientan negocios, naves industriales, camiones de carga y hasta hacen saltar por los aires cajeros automáticos. «Esta es una delincuencia que se trabaja más por la noche», afirman estos agentes.
Cuando empezaron a proliferar estos ladrones, había un avezado comisario que irónicamente llamaba a esto «delincuencia desorganizada». Pero, al cabo de un cuarto de siglo, los hay que se han convertido en grupos criminales tan sofisticados, que el palo en una joyería se les ha quedado pequeño. Los más veteranos se mueven ahora como pez en el agua en el mundo de los ‘vuelcos’ de droga, robando alijos sabiendo que ponen precio a su cabeza. Otros muchos siguen en la misma estela que antaño, mientras que una nueva generación, la cuarta, intenta abrirse paso: entre ellos, los hermanos pequeños y hasta los hijos de los que coparon titulares hace una década, explican estos agentes.
Se cumplen 25 años del primer alunizaje. Ocurrió en el distrito de Fuencarral-El Pardo, cuando una banda de ladrones no consiguió reventar el acceso a un local con unas mazas y, allí mismo, no se les ocurrió otra cosa que tirar de lo más potente que tenían a mano: el coche robado con el que se habían desplazado fue el ariete que les abrió las puertas.
Los hermanos Lázaro y los cinco Bote Vargas, aún en activo en parte y comiéndose talego el resto, están considerados los inventores de esta modalidad, que llevó a la Jefatura Superior de Policía a crear en 2004 el Grupo XXI. «Pero ahora lo que menos tenemos son alunizajes –precisa uno de los miembros más veteranos–; lo que más hay son robos en naves industriales, de donde pueden sacar mercancía valorada en un millón o un millón y medio de euros. Y también están los robos de camiones repletos de material en estaciones de servicio».
Las cantidades se pueden multiplicar en un solo golpe si se llevan 2.000 o 3.000 teléfonos móviles de última generación de un almacén. «Mucho más que dando en 15 bares, donde no sacan ni una mínima parte», precisa otro policía.
Los peristas juegan un papel fundamental para estos criminales, que algunas veces ya van con el encargo de unos receptadores o tienen apalabrada de antemano la mercancía; pero en otras tiran de agenda en el último momento: «Hay casos en los que, según vuelven de cometer un robo en otra provincia, van llamando al perista por el camino». Aun así, «buenas bandas», de las que se llevan millones de una tacada, quedan cinco o seis en Madrid operando a diario. Y muchas veces tienen que hacerlo en otras partes de España, por la presión policial en nuestra región.
Inspiración de películas
El Niño Juan, el Tato, el Nano, el Gordi… Son los nombres de algunos de los más fuertes, que incluso han inspirado series y películas de esas que arrasan en las plataformas digitales. A ellos hay que sumar gente como Jonathan Moñiz Alcaide, ‘el Piojo’ (que está a punto de salir a la cárcel, tras decaer la última gran causa judicial contra él en el Tribunal Supremo, donde le pedían 30 años de cárcel por detención ilegal en Córdoba, entre otros delitos) y Gregorio Rodríguez, ‘Goyito’, por mencionar a los más peligrosos. «Aunque hay otros que no cometen hechos de tanta relevancia y son más activos», detallan en el Grupo XXI.
¿Cuál es la situación actual, después de 25 años? «Prácticamente, no hay robos de joyerías y peleterías, ni en la Milla de Oro, a raíz de la operación Luna», explica un inspector, en referencia al dispositivo de vigilancia que hay en el barrio de Salamanca, antaño el más afectado. Los lunes, tocaba hacer recuento de butrones y alunizajes en grandes marcas y almacenes de piedras preciosas: «Ahora se dedican más a polígonos industriales, que tienen mejores salidas a carreteras».
Además, comienza a haber un cambio de generación en la que se ve a hijos de aluniceros y butroneros históricos. El caso de Miguelito, hijo del Piojo y de Jetzabel Herrero Pernía, ‘la Tata’ (también delincuente y exnovia de otro conocido, Iván Bocero Vargas), que con 18 años ya ha sido detenido en ocasiones, también con su tío Jonathan, ‘el Tato’. Son de Orcasitas (Usera), como el Niño Juan. Otro vástago, el del Nano, también se está moviendo, aunque aún no tiene reseñas policiales.
Tenemos al hijo de Rafael Hornedo Cruz, conocido como ‘El Rafita, (no confundir con el asesino de Sandra Palo), un delincuente de 35 años y «muy bragado». «Va con la banda del Samuelillo [que entró en prisión por disparar al novio de su expareja]. Lo detuvo el GEO por el robo de cocaína en un almacén de Logroño».
En la parentela de estos sujetos destacan también David del Campo, ‘el Niño Rubio’, en la veintena y hermano menor del histórico Rana (que protagonizó una de las primeras investigaciones contra aluniceros, la operación Rana, en 2007, con veinte detenidos). Es gente de barrio que ha visto el dinero fácil, que lo ha mamado en casa. Cristian, ‘el Ruso’, es el hermano del Goyito, y Samira es su cuñada, también arrestados en varias ocasiones, aunque ahora que el líder está en la cárcel andan de capa caída, porque dependen mucho de él.
En la reciente operación Séquito ha caído la banda del Gordi, hermano del Nano, quien a su vez es hermanastro de Juan Manuel Gordillo Plaza, el famoso ‘Niño Juan’, de corta estatura pero amplísimo historial: inventó el alunizaje en altura (lanzó un coche a 200 kilómetros por hora desde un camión, en Coslada) y llegó a planear el asalto al palacio de Fontainebleau, a las afueras de París, por encargo de un mafioso chino que quería porcelana asiática.
Explosiones de cajeros
Está Lolo Menasalvas, lugarteniente del Goyito, cuyo padre es un histórico atracador. En cuanto a la saga de los Bote Vargas, los más veteranos, no es la que era, pero ahí está Jonathan, hijo de Félix, para tomar el relevo. Está Jonathan, el hijo de Félix. Esta familia es originaria del Romancero Gitano, un antiguo poblado junto a las Torres de Villaverde, consideradas la cuna de los aluniceros. «Aunque aquello ya no tiene apenas movimiento», aclara un policía. Los delincuentes de Puente de Vallecas están tomando algo de fuerza.
Volviendo a los grandes nombres, hay diferencias en sus ‘modus operandi’, entre ellos. Por ejemplo, el Niño Juan está más especializado que el Piojo, quien utiliza más violencia que fuerza en los robos. El treintañero José Eloy López Sánchez, de San Fermín (Usera), está detrás de muchas de las explosiones de cajeros automáticos, un ‘terrorista bancario’ que ha importado de Chile una bomba que elabora con pólvora de petardos: «Son los casos más bestias, porque crean alarma social y pueden suponer estragos en un edificio».
Ejemplos recientes los encontramos en una entidad de Marqués de Corbera, en La Elipa (Ciudad Lineal), y en un banco de Getafe que saltó por los aires cuando había un indigente pernoctando en la esclusa del local. En los últimos tiempos se ha detenido a tres grupos criminales de esta calaña.
Luego, tenemos a Ismael Arriero Valcárcel, ‘el Troll’, y Jean Joseph Younes, ‘el Libanés’, exmanos derechas del mítico y asesinado Niño Sáez. Protagonizaron la operación Bravo, en 2005, la primera importante del Grupo XXI. «Esos son presas mayores, roban una vez cada mucho, porque sacan millones de euros», inciden los informantes.
«No es nada personal»
No puede decirse que las relaciones sean fluidas entre estos delincuentes y los agentes del Grupo XXI. Los primeros llegan a decir al ser detenidos: «Nosotros hacemos nuestro trabajo y vosotros el vuestro. No es nada personal, solo profesional». El contacto en comisaría no es especialmente malo, dentro de lo que cabe, claro. Aunque el Gordi y el Niño Juan destacan por ser los más malencarados. «Hace poco, iba con mi mujer y mis hijos por un centro comercial y me encontré con uno de estos tipos y se paró a saludarme, me dio la mano y me preguntó cómo estaba», recuerda un veterano agente.
Dos compañeros de la comisaría de Usera-Villaverde fueron los que quedaron para comer en un centro comercial de Madrid y se encontraron con que en la mesa de al lado estaba la Tata. La detuvieron, pues tenía una busca pendiente. «También iba yo un día por Alcorcón y me crucé con uno que estaba sentado en una terraza y le detuve. A otro lo vi en un coche, comprobé que tenía una reclamación y lo arresté, poniéndome en paralelo a él con mi vehículo», cuentan en el Grupo XXI sobre cómo es su día a día, también cuando no están de servicio: «Es cierto que nos resulta muy difícil desconectar. Lo intentas, pero manejamos muchísimos datos. Nos pueden llegar 30 informaciones en un fin de semana. U ocurre que alguno vive cerca de ti y te lo cruzas por la calle». Pero en ese oficio no hay lugar para el romanticismo. Porque estos delincuentes no piensan en el prójimo. «Yo veo a un policía y corro», han llegado a reconocerles, hasta embestir a la Policía y llevarse por delante a quien haga falta.
«En definitiva, ahora estos delincuentes son más complicados de investigar, porque trabajan con varios coches que están más preparados y ya no son grupos cerrados», sentencian.
Fuente ABC