LA HABANA, Cuba. – Si nos atenemos a los vínculos económicos que desde hace varios años mantienen Cuba y la República de Corea (Corea del Sur), y también a cierto acercamiento cultural entre ambas naciones, no ha resultado muy sorpresivo el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países, anunciado recientemente.
De acuerdo con datos emitidos por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), Corea del Sur clasificó durante el sexenio 2017-2022 como el tercer socio comercial de Cuba en el continente asiático, solo superada por China y Vietnam.
En ese lapso el intercambio comercial entre ambos países ascendió a 595 millones 945.000 dólares. De ese total, el 98% correspondieron a importaciones cubanas desde la nación asiática, en lo fundamental equipos electrónicos y efectos electrodomésticos. En cambio, el intercambio comercial de Cuba con su empobrecida aliada Corea del Norte apenas alcanzó los 4 millones 521.000 dólares.
Por otra parte, cada vez son más frecuentes las películas de Corea del Sur en la Televisión Cubana, las que cuentan con el agrado de los televidentes y la crítica especializada. También ha trascendido la presentación en aquel país de varios grupos artísticos cubanos.
Mas, al margen de los ya citados factores económicos y culturales, otra pudiera ser la recepción de la noticia teniendo en cuenta el elemento político-ideológico. Porque no hay dudas de la histórica amistad entre los regímenes de Cuba y Corea del Norte, jalonada por las visitas a Pionyang de los principales dirigentes cubanos, desde el Che Guevara en los años 60, hasta Miguel Díaz-Canel en fecha reciente, incluyendo el paso de Fidel Castro por el norte de la península coreana.
Un capítulo sobresaliente de la solidaridad entre La Habana y Pionyang lo constituyó el boicot castrista a la olimpiada de Seúl en 1988. Tal vez Castro habría considerado que los países de la denominada Comunidad Socialista, en bloque, se ausentarían de la cita olímpica de la capital surcoreana como muestra de amistad hacia Corea del Norte. Por tal motivo el mandamás cubano decidió que Cuba no participara en esa justa, sin importarle el daño que ello ocasionaba a la carrera deportiva de muchos atletas de la Isla, que hubieran podido alcanzar el podio olímpico en ese evento.
Pero, una vez más, Castro salió trasquilado, y sumió a Cuba en un total aislamiento deportivo. Porque a Seúl fueron atletas de la Unión Soviética, República Democrática Alemana, Hungría, Bulgaria, Rumanía, República Popular China, Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia y Mongolia. Las representaciones de la URSS y Alemania Oriental estaban tan nutridas y fortalecidas que lograron ocupar los dos primeros lugares en el medallero por países.
Es indudable que aquel compromiso castrista con el régimen norcoreano choca con el actual acercamiento diplomático entre La Habana y Seúl. Un acercamiento en el que parece haber pesado más el elemento utilitario, sobre todo el económico, que la rigidez político-ideológica.
Aunque, claro, el heredero de los Castro ha aprovechado un aniversario del nacimiento del Kim Jong-il, el hijo del fundador de la dinastía gobernante, Kim Il Sung, y padre del actual mandatario Kim Jong-un, para reiterar “los históricos lazos de amistad, cooperación y hermandad que unen a Cuba y la República Popular Democrática de Corea”. Ha sido algo así como una especie de disculpa política por el establecimiento de las relaciones con Seúl.
En verdad sería conveniente que esa hipotética flexibilidad utilitaria se pudiera extender al interior de la Isla, y posibilite una apertura económica hacia el mercado, unida a cambios políticos que tiendan al establecimiento de la democracia que todos deseamos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org