Por Santiago Fioriti
El gobernador Torres quedó impactado por las respuestas que recibió de la Casa Rosada antes de lanzar el ultimátum.
El Presidente redobla la apuesta: qué dicen los que hablan con él y el papel de Macri como mediador.
Se vienen nuevas medidas de ajuste. El mensaje del FMI.
Algo empezó a descomponerse definitivamente el martes, cuando el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, recibió la noticia de que la Nación le había retenido 9.800 millones de pesos de la coparticipación. Iba a enterarse poco después de que la cifra se estiraría a 13.500 millones. Hizo un llamado, dos, tres, cien. Pidió auxilio. Amagó con llamar al propio Javier Milei, pero se contuvo: ya lo había hecho una vez, un mes atrás, y no había tenido éxito.
De pronto lo atendieron dos funcionarios importantes de la Casa Rosada. Uno le dijo que no había nada para hacer, que la decisión estaba tomada y que bajaba del Presidente. El otro le respondió algo parecido, pero entreabrió la puerta para explorar una salida.
—Nacho, entendé que no es con vos. El Gobierno está buscando de qué manera puede matar a una provincia para disciplinar al resto. Dame unas horas que vamos a intentar convencer al Presidente.
Torres contestó con insultos.
El gobernador de Chubut se refirió a los “trolls” que lo atacan en internet y a la tensa situación entre Chubut y el Gobierno nacional.
—Nacho, aflojá. Yo sé lo que te digo —insistió el funcionario.
Entre los llamados que hizo Torres hubo uno a Mauricio Macri, otro a Patricia Bullrich y varios a sus pares de Juntos por el Cambio. No quería cortarse solo antes de lanzar una medida drástica. “Venite a Buenos Aires”, le dijo Macri. Se encontraron el jueves en las oficinas de la calle Libertador, en Olivos. Torres asistió con Rogelio Frigerio. Ambos se sorprendieron por el tono del anfitrión, que juzgaron demasiado comprensivo hacia la administración de La Libertad Avanza: “Tenemos que darle una mano a Milei. Ahora están dadas las condiciones para los cambios que no se dieron cuando me tocó a mí”.
Torres le explicó que la situación de su provincia era desesperante. Y que tenía un plan de acción, una amenaza bajo el brazo: anunciar en público que desde la Patagonia no saldrían más envíos de gas y petróleo si no le liberaban los fondos. Le contó que ya había hablado con los gobernadores de la región, pero también con otros del Norte, y que se sentía respaldado. Que todos percibían que Milei los quería maniatar con el látigo y la chequera. Uno de ellos lo comparó con Néstor Kirchner. “Pero sin talento y con un Congreso que no le responde”, dijo. Desde luego, era un mandatario peronista.
“Dame un día. Dejame ver qué puedo hacer”, le pidió Macri a Torres. Lo mismo le sugirió Bullrich: que esperara. Al otro día, el viernes, por la mañana, en la gobernación chubutense sospecharon que asomaba un principio de acuerdo.
Pero luego se produjo un largo silencio. Los teléfonos dejaron de sonar. Torres volvió a hablar con un hombre del mileísmo para palpar el clima. Fue el último chat antes del acto en Comodoro Rivadavia. El funcionario nacional adelantó que no iba a haber marcha atrás, pero que, por el bien de todos, el conflicto no debía escalar. “No puedo, en la provincia me matan”, le dijo Torres. El dirigente, casi como si quisiera protegerlo, le dijo que le iba a reenviar un texto de WhatsApp que procedía, supuestamente, del gurú de La Libertad Avanza, Santiago Caputo. Se lo mandó a las 18.23 del viernes. Se trataba de un mensaje interno en el que el equipo de comunicación diseñaba el operativo de defensa.
—Vamos a sacar los tanques a las redes. Vamos a romperlo todo —decía el texto.
El gobernador lo leyó y contestó en caliente:
—Me chupan un huevo los tanques de las redes. Nos vamos a defender.
El gobernador todavía estaba en el acto organizado por el Sindicato del Petróleo y Gas Privado del Chubut en defensa de la Industria Hidrocarburífera y el Trabajo en la Cuenca del Golfo San Jorge. Allí lanzó el ultimátum, que sorprendió hasta a su propio equipo, que esperaba un anuncio menos intransigente: “Le damos tiempo al Gobierno nacional hasta el miércoles. Si el miércoles no nos quitan la pata de encima no va a salir ni un barril de petróleo más de Chubut para la Argentina”. Bullrich volvió a tomar contacto con él: “No creí que fueras a hace
La acción que propone Chubut es de compleja realización. Fuentes del sector petrolero apuntan no solo que no es legal sino que, para llevarla adelante, se necesitaría hacer un bloqueo en la terminal de Comodoro Rivadavia. O fomentar un paro con colaboración del gremio.
La pelea de fondo es por una deuda que Chubut tiene con la Nación, que viene de la época de Mariano Arcioni. Para ese préstamo se toma como garantía los fondos coparticipables. Chubut pidió una prórroga, como otras provincias. Nación se la negó. El Gobierno pretende cobrar todos aquellos pasivos -que abarcan a diez provincias- y sostiene que a Chubut no se le retuvo nada de modo indebido. Milei, por la red X, apeló al Código Penal y subió la apuesta al citar el artículo 194 que prevé prisión de tres meses a dos años para aquel que “estorbe o entorpezca el normal funcionamiento de los transportes por tierra, agua o aire o los servicios públicos de comunicación, de provisión de agua, de electricidad o de sustancias energéticas”. Desafiante, Torres dijo en la intimidad: “Ojalá se animen a meterme preso”.
Los gobernadores tomaron partida en favor de Chubut. Juntos por el Cambio sacó un comunicado, con la firma de los diez mandatarios -incluida la de Jorge Macri- en el que expresó su “total respaldo” y pidieron al Presidente que “cumpla con la Constitución”. Los mandatarios patagónicos y los peronistas del resto del país se acoplaron: le requirieron a la Nación que “no extorsione”.
Axel Kicillof tomó contacto por chat con Torres por primera vez en su vida. “No puedo creer lo que te hicieron. Voy a salir a solidarizarme con vos”, le escribió. El bonaerense lo hizo, en seguida, por la red de Elon Musk. El kirchnerismo se relame cuando las desgracias son ajenas. Para la fuerza de Cristina todo es ganancia: Milei entró en una crisis con un gobernador que, se supone, podía ser aliado y que fue apoyado en la campaña por Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
Milei salió a dar la batalla en las redes. Escribió y le dio “like” a posteos muy agresivos. Su apuesta es la de siempre: dejar de un lado a “la casta” y, del otro, a “la gente”. Como cuando naufragó la Ley Ómnibus y habló de una victoria. Y celebró en las redes un comentario que decía que durante el vuelo de ayer a Washington se iba matando de risa de los comentarios de la pelea con Torres.
Los asesores del jefe de Estado, que llevan un registro diario de su imagen, dicen que la popularidad no ha bajado desde diciembre, pese a un ajuste monumental de la economía y a una inflación altísima. ¿Qué pasaría si eso se revirtiera de golpe? “Por eso queremos hacer todo rápido y cruzar marzo y abril, que van a ser los meses más duros”, decía esta semana un funcionario con pasaporte libre hacia el despacho presidencial.
Es posible que Milei siga apelando a recortes y a resoluciones de impacto para sostener la iniciativa. El jueves pasado anunció que avanzará con un proyecto de ley para el cierre del INADI. En carpeta, aunque de modo reservado, hay otra movida de alto impacto. Milei podría anunciar pronto el cierre de Télam. Es algo que prometió en campaña y que su interventor, Diego Chaher, fue intimado a ejecutar. “Estamos buscando un mecanismo jurídico para hacerlo ya”, revelaron a Clarín. Télam cuenta con 767 empleados. En 2023, la agencia tuvo gastos previstos por 18.023 millones de pesos y en 2024, al no haber publicidad oficial, perdió un área de negocios.
El ajuste forma parte del núcleo central del Gobierno. Milei apuesta a equilibrar las cuentas como sea. Luis Caputo, el ministro de Economía, promete mano de hierro. Eso comienza a generarle ruido con sus pares del Gabinete. Sandra Pettovello, que tiene que lidiar con los piqueteros y con la falta de comida en los comedores populares (44 mil en todo el país, pero 10 mil a los que hay que asistir de modo urgente y constante) despotricó contra él esta semana en una charla reservada. La ministra intentó desmentir que había llorado. Es lo de menos. Las críticas que le dedicó a Caputo las oyeron, al menos, tres personas. Suficiente como para que se propagaran.
En diálogo con radio Mitre, el funcionario nacional retrucó: “No tiene ninguna capacidad, derecho ni facultad para cortar el suministro de petróleo”.
Ella adujo más tarde una operación en su contra, lo mismo que el ministro, que amagó por televisión con mostrar mensajes elogiosos de su compañera de Gabinete y ayer tuiteó una foto de ambos en la que se los ve sonrientes. No sería la primera vez que alguien dice algo, trasciende y, al verse en un brete, dice que no pasó lo que pasó.
“Para que esto funcione van a tener que llorar todos los ministros, no solo Sandra. Eso indicaría que Caputo está haciendo lo que le pide Javier”, decía el jueves, y acaso no haya que tomarlo de modo irónico, un colaborador del Presidente.
El ajuste es tan feroz que hasta el FMI apuntó, a través de su subdirectora gerente, Gita Gopinath, que resulta “esencial” que desde el Estado se hagan “esfuerzos sostenidos para apoyar a los segmentos vulnerables. El diálogo de Milei con Gita no prescindió de elogios. En el Gobierno aseguran que el Fondo se comprometió a “hacer lo que tenga que hacer” para colaborar. Están en danza entre 10 mil y 15 mil millones de dólares que el organismo podría desembolsar. Caputo los quiere para tener un respiro. Milei no está tan convencido: cree que si el Banco Central sigue acumulando reservas y el campo liquida fuerte, no habría necesidad de tomar más deuda.
La personalidad de Milei es un tema constante de debate. No han sido pocos los dirigentes -políticos y empresarios- que, de buena voluntad, han enviado mensajes para que modere sus apariciones. Hasta han buscado interlocutores para “tratar de ayudarlo” sin que se note. Días atrás, un diputado fue a visitarlo al despacho.
Al salir, un dirigente que estaba al tanto de la cita lo llamó, ansioso, para saber cómo lo había visto de semblante.
—¿Te dijo algo? —preguntó.
—Sí. Que no va a parar.
Fuente Clarin