MIAMI, Estados Unidos. – A finales del siglo XIX, en lo que hoy es el corazón de Miami, Julia Tuttle, una visionaria residente de la región, veía más allá de la inhóspita maraña de vegetación y pantanos. “Puede resultar extraño”, expresó en una carta a un conocido, “pero mi mayor anhelo es transformar este erial en una tierra floreciente. Imagino este lugar, actualmente cubierto de enredaderas y maleza, convertido en un hogar para familias, rodeado de jardines, flores y árboles frondosos”.
Convencida de que la clave para este cambio radical era la construcción de un ferrocarril que conectara la zona con el resto del país, Tuttle puso sus esperanzas en Henry Flagler, un magnate ya conocido por sus inversiones ferroviarias y hoteleras en Florida. A pesar de sus reiterados intentos de captar la atención de Flagler, sus esfuerzos parecían en vano hasta que un evento climático inesperado presentó una nueva oportunidad.
La devastadora helada de 1894, que arrasó con los cultivos cítricos de Florida, respetó sorprendentemente las tierras de Tuttle. Este hecho fortuito le permitió a Tuttle demostrar a Flagler, mediante el envío de flores de naranjo intactas por la helada, el potencial agrícola y turístico de la región, libre de las gélidas temperaturas que afectaban al resto del estado.
Según relatos, fue James E. Ingraham, colaborador cercano de Flagler y amigo de Tuttle, quien finalmente convenció al magnate de visitar personalmente la bahía de Biscayne. Ingraham, impresionado por el verdor y la vida que persistía en la zona, llevó consigo muestras de la flora local hasta Flagler, acompañadas de una propuesta de Tuttle y de los Brickell, otra influyente familia local, quienes ofrecían parte de sus tierras a cambio de la expansión ferroviaria.
El encuentro entre Tuttle, los Brickell y Flagler marcó un hito: acordaron la donación de terrenos a cambio de la prometida infraestructura ferroviaria y de servicios básicos. Este acuerdo fue decisivo para el nacimiento de Miami, que para julio de 1896 ya estaba oficialmente incorporada como ciudad, aunque a Tuttle, por su condición de mujer, no le fue permitido participar en la votación de su fundación.
Nacida en Cleveland en 1849, Tuttle se trasladó a Florida tras la muerte de su esposo, adquiriendo una extensión significativa de terreno en lo que entonces se conocía como Fort Dallas. Su incansable labor y visión transformadora le valieron el reconocimiento como “Madre de Miami”, siendo una de las primeras directoras del Bank of Bay Biscayne, aunque renunció ante la reticencia de la comunidad por tener a una mujer en un cargo financiero.
A pesar de fallecer en 1898 a los 49 años, sin ver el fruto completo de sus esfuerzos y en deudas, el legado de Tuttle perdura. Su figura, eternizada en una estatua en Bayfront Park, simboliza el espíritu emprendedor y la determinación que dieron origen a una de las ciudades más emblemáticas de Estados Unidos.
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Fuente Cubanet.org