Por Nicolás J. Portino González
El dolar y la inflación suben y los precios suben -sin demora- en todos los rubros. El dolar bajó de $1250.- a $1000.- y la inflación de 25% a 20% y se proyecta 14% para Febrero pero sin embargo…los precios no bajan.
Es necesario la rebaja de precios ante la caída del dólar.
En un clima de creciente nerviosismo y hartazgo, sobre todo de la clase media destruída sin piedad por el régimen “K” saliente, la sociedad argentina se encuentra en un punto de inflexión crítico. Tras meses de asistir, casi en estado de shock, a una escalada sin precedentes en los precios de prácticamente todos los bienes y servicios, impulsada por una subida vertiginosa del dólar que hasta el 10 de diciembre de 2023 superó los 1200 pesos argentinos como consecuencia del desastre total dejado por el gobierno saliente y sus 16 años devastadores de Kirchnerismo, hoy nos encontramos en un escenario que, si bien podría interpretarse como un respiro, genera una expectativa casi febril entre los consumidores: el dólar ha experimentado una caída significativa, situándose en un valor de cambio de 1 USD = 1000 ARS, bajando más de $200 en tan solo 80 días.
Esta devaluación de la moneda estadounidense, que debería traducirse inmediatamente en una disminución proporcional de los precios, parece no encontrar todavía su reflejo en la realidad de las góndolas ni en los mostradores de los grandes, medianos y pequeños comercios del país. La pregunta que resuena en las calles, en los hogares y en las redes sociales es una sola: ¿Bajarán finalmente los precios?
La indignación no es para menos. Durante el último trimestre del año pasado, la justificación predominante para el aunento delincuencial de precios fue el aumento del dólar y una inflación galopante, que solo en diciembre alcanzó el 25% mensual, cerrando enero con un 20% y proyectando un 14% para febrero de 2024 según los analistas. Pero además, ahora, con el dólar mostrando una tendencia a la baja, ese argumento parece desvanecerse, dejando expuesta la avidez de un sistema que, rápido para subir los precios, muestra una reticencia casi insultante a la hora de ajustarlos a la baja.
¿Acaso Shell, YPF, Samsung (Tierr del Fuego) —que cuadruplicó sus precios a finales de diciembre—, La Serenísima, Cabrales, Ledesma, Freddo, Arcor, Coca-Cola, iLolay, Knorr, Natura, Marolio, Colgate, La Virgina, Ala, Lucchetti, Quilmes, Hellman’s, Ayudin, Cif, La Paulina entre tantos otros, harán efectiva una reducción de precios que no solo es necesaria sino que se perfila como una obligación ética y social? La ciudadanía, golpeada por meses de inflación desmedida y especulación, espera y exige respuestas.
Es tiempo de que todos los actores de la cadena de precios asuman su responsabilidad. No solo los supermercados, como COTO (cuando hacen ofertas de carne, la gente espera que abastescan las gondolas) o JUMBO, deben liderar este proceso de ajuste, sino que se espera que toda la industria, incluidos productores, distribuidores y comerciantes, actúen con la celeridad y la seriedad que el momento demanda. La caída del dólar no puede ser una anécdota más en los informes económicos del país; debe ser el catalizador para una revisión profunda y honesta de los precios que afectan el día a día de cada argentino.
La paciencia de la población está llegando a su límite. La rebaja de precios no es un gesto de buena voluntad; es una exigencia imperativa que surge de las mismas razones que se utilizaron para justificar sus incrementos. Los ciudadanos, hartos y con la esperanza de un alivio que parece tardar en llegar, están atentos y no dudarán en exigir que se haga justicia en sus bolsillos.
En este contexto, el llamado es a la acción inmediata. La reducción del valor del dólar es un fenómeno que, lejos de ser una excusa para la inacción, debe ser el motor de un cambio sustancial en la política de precios. La sociedad argentina no solo lo demanda; lo merece y LO NECESITA.