La policía estuvo presente en gran número pero apenas intervino. La iglesia estaba rodeada de barreras protectoras
Miles de rusos hicieron este viernes colas kilométricas, desafiando al frío y la policía de Moscú, para despedir al disidente cuyo nombre Vladimir Putin siempre evitó pronunciar en público: Alexei Navalny. El silencio presidencial fue contestado con un triste pero cálido ruido en la calle a dos semanas de unas elecciones que son puro trámite para la entronización del mandatario.
Los canales de televisión nacionales rusos ignoraron el funeral. A los medios estatales se les prohibió publicar informaciones sobre la despedida de Navalny, sólo una breve nota. Su mujer y su hija lo despidieron desde el exilio: “Siempre has sido y seguirás siendo mi héroe”, escribió Daria Navalnaya sobre su padre. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, declaró que no tenía nada que decirle a la familia de Navalny.
Más de un cuarto de millón de personas vieron la despedida de Navalny en su canal de YouTube, bloqueado dentro de Rusia. En la calle, miles de rusos corearon el nombre de Navalny. Algunos juraban que no perdonarían a las autoridades por su muerte. Otros miraban en silencio, sin respuestas. Delante de ellos, el líder de esa disidencia desarbolada —por el exilio, la cárcel y también la muerte— era enterrado en Moscú. El régimen consintió las muestras de duelo a regañadientes, vigilando e identificando a los asistentes. Al cabo de la jornada, más de 70 personas habían sido detenidas en todo el país por mostrar su pesar en público.
Algunos que jamás fueron seguidores de Navalny admiten ahora que su muerte en prisión les ha mostrado que tenían razón. Es difícil saber a cuántos rusos representan los que salieron a honrar la memoria de este combativo abogado nacido en 1976, un año después de que Putin se uniese al KGB.
Pero los rusos que se quedaban mirando las colas desde lo lejos o compartían las fotos del sepelio en canales privados de Telegram conforman un nuevo estrato en el país. Apolíticos hasta la guerra, ahora atentos a lo que pasa como nunca antes. Más o menos en silencio, con el gesto torcido, con la certeza de que nada cambiará estando Putin y que nadie sabe qué ocurrirá cuando desaparezca.
Seguidores de Navalny esperan su funeral.
En el cementerio Borisov, la madre de Navalny, Lyudmila; y su padre, Anatoly, se inclinaron sobre su ataúd abierto para besarlo por última vez mientras un pequeño grupo de músicos tocaba distintas melodías. Una de ellas, al final, la banda sonora de la película ‘Terminator 2’, la favorita del líder disidente. Los músicos también interpretaron ‘My way’, la universal canción de Frank Sinatra durante la ceremonia de despedida. El padre y la madre de Navalny se cogieron entonces de la mano.
La policía estuvo presente en gran número pero apenas intervino. La iglesia estaba rodeada de barreras protectoras y policía, desde el cielo parecía una herida sangrando en medio del relato oficial, que enterró el caso antes que se permitiese enterrar el cuerpo. El certificado de defunción de Navalny asegura que murió por causas naturales.
“Mi novio vive en el barrio de Maryino, a dos kilómetros de la iglesia a la que trajeron a Navalny. Dice que hay fila para despedirse de su casa”, explicaba por la mañana Natasha, enfermera de 30 años. Jamás fue a una manifestación de la oposición. “He soñado que estaba en el funeral de él, de esa persona que no debe ser nombrada, [prefiere no escribir su nombre en el chat] y que la iglesia estaba en llamas, y ahora estoy viendo el entierro por internet y el ataúd y todo es exactamente igual, he pasado un rato llorando”.
El bonito homenaje de la mujer de Alexei Navalny el día de su funeral
“Estoy leyendo mensajes y testimonios que deja la gente en la web, pero he tenido que dejarlo”, explica Anna. Tampoco fue a las movilizaciones, no quería que la señalasen. Mijail quiere escribir el nombre de Navalny en la papeleta de las presidenciales del 17 de marzo, “aunque sí digo la verdad, incluso me da miedo que descubran que soy yo el que lo ha hecho”. Otros, como Borislav, piensan que su sacrificio fue en vano.
Entre la multitud, muchas personas llevaban ramos de flores y algunos se unieron a los cánticos: “Rusia será libre”, “no a la guerra”, “Rusia sin Putin”, “no perdonaremos” y “Putin es un asesino”.
Dentro de la Iglesia sus allegados se santiguaron y dieron unos pasos adelante para acariciar su rostro antes de que un sacerdote colocara suavemente un sudario blanco sobre él y cerraran el ataúd. Desaparece el rostro más sólido y audaz que ha tenido la disidencia rusa en mucho tiempo sin que haya una explicación oficial clara de su muerte, que su entorno considera otro asesinato político del régimen de Putin.
“Vine aquí para despedirme de Navalny. ¿Qué significa eso para mí? Ni siquiera sé cómo explicarlo”, dijo a Reuters un hombre de 25 años que se identificó como Kirill. “Es muy triste para el futuro de Rusia… No nos rendiremos, creeremos en algo mejor”. Una joven, Kamila, explicó: “Aquí hay más de 10.000 personas y nadie tiene miedo… Vinimos aquí para honrar la memoria de un hombre que tampoco tuvo miedo, que no tuvo miedo de cualquier cosa.”
Xavier Colas
El Mundo