LA HABANA, Cuba. – Comentan los taxistas que muy pronto el tramo de recorrido más corto en La Habana deberán cobrarlo a 500 pesos o quizás a más. No solo por la subida del combustible —que ya sabemos que para encontrarlo rápido, sin hacer extensas colas en las gasolineras, hay que pagarlo varias veces por encima del “precio oficial”— sino, además, por lo que cuesta mantener rodando vehículos que casi en su totalidad poseen, cuando menos, más de 20 años de explotación.
De modo que, en breve, la desolación de nuestras calles será mucho más tenebrosa que ahora, pero igual tal reforzamiento del espanto nos regalará un “avance”, una especie de “tráiler” de lo que será la economía de la Isla en unos años —tal vez meses, semanas— cuando los comunistas, siguiendo aquella trayectoria de la que tanto hablaba el pobre Alejandro Gil, terminen de llegar al “punto B” desde el “punto A”.
Todavía no han dicho en cuál tramo de esa incierta ruta nos encontramos —ni cuánto nos costará a nosotros los “pasajeros”, montados ya por voluntad, ya por la fuerza en el viejo almendrón de la “continuidad”— pero todo indica que nuestros “choferes” están más perdidos que nosotros y que, entre vueltas a la redonda y “muelas bizcas” lo único que buscan es ganar tiempo, marearnos y, por supuesto, cobrarnos bien caro el pasaje a ningún lugar.
Y es que luego de tanto ordenar, reordenar y corregir distorsiones ya calculábamos estar a mitad de camino, pero si, al comenzar el viaje, comíamos pan de trigo —caro, escaso y mal hecho, pero pan de trigo— y ahora nos lo venden “mezclao” con calabaza, entonces es evidente que nuestro taxi marcha en reversa, de modo que el “punto B” no solo ahora está mucho más lejos que al principio sino que vamos en dirección a un lugar tan incierto que ni siquiera existen letras del abecedario para nombrarlo, puesto que la “A” la dejamos atrás (lo justo sería “adelante”) hace ya mucho tiempo.
Como me ha dicho un querido amigo, jugueteando en virtud de su naturaleza en extremo suspicaz: suponiendo que la “A” signifique “Alejandro” y que la “B” alude a la inicial de “Banco” (de donde proviene el ministro sustituto), quizás hasta lo de ir del “punto A” al “punto B” fue un mal chiste, donde el mismísimo destituido inconscientemente anunciaba su caída. Quizás hasta se lo ordenaron decir tal cual, palabra por palabra, como para desternillarse de la risa mientras lo escuchaban. “Jodedores que son”.
Una “B”, más que de “banco” como de “burla”, porque también puede ser de “buuumm”, de “bombazo”, pero también de “burro”, “bufón” (hablando de chistes), “burócrata”, “burbuja” (por el lugar donde viven los “dirigentes” cubanos), de “bostezo” (por lo que provocan sus discursos), de “barrigón” (algo evidente) y hasta de “botar” y “barrer” como sinónimos de “despido”. Una “B” como de “bobos” porque es así como nos ven y como nos comportamos, más que como disciplinados pasajeros en este taxi que viaja detenido a ningún lado.
De modo que la economía cubana transitó del “punto A” al “B”, sí, aunque apenas como sucede siempre con los comunistas cubanos, no cambiando los planes sino solo a las personas que los ejecutan (y a pesar de la perseverancia en la idiotez, esperando mejores resultados).
Me quedo con la idea de que no tienen ningún plan, es decir, con la veracidad del chiste donde nos hacen creer que en realidad, en busca de la prosperidad, nos moveremos alguna vez de un punto a otro. Una broma en extremo macabra creada por el mismo “sentido del humor” que los hizo anunciar la ejecución del alza de los combustibles y la electricidad la víspera del bisiesto (el 28 de febrero), regodeándose en el sentido nefasto de la fecha, así como cuando en 2014 eligieron la víspera del 17 de diciembre (día de San Lázaro) para anunciar el “deshielo”, aprovechándose de la connotación milagrosa, como de “plegaria respondida”, que tiene esa celebración religiosa para los cubanos.
Lo hacen todo el tiempo, sin pudor, sin contención, sin límites con el desparpajo. Llorando por Palestina y guardando absoluto silencio por la invasión a Ucrania. Pero además secreteando “abiertamente” con Rusia, a tan altísimo nivel que incluso el secretario del Consejo de Seguridad ruso fue recibido por Raúl Castro antes que por Miguel Díaz-Canel. ¿Y alguien esperaba otro “orden” de cosas?
¿Alguien incluso esperaba por la anulación de la subida de precios de los combustibles o que, por otro lado (pero en la misma cuerda de las bromas pesadas), Esteban Lazo retornara de África con algo más que una “información sensible” que pudo haber llegado a Cuba por otras vías y sin necesidad de pagarles una costosísima gira de vacaciones al octogenario señor junto con su séquito?
Para los que esperan “algo más” de esta serie llamada “Continuidad”, después de contemplar demasiadas desolaciones (la de las calles, la de las estanterías vacías en la Feria del Libro, el mercado, la bodega, la farmacia; la desolación de nuestros barrios desangrados por el éxodo masivo y hasta la del velorio de Juana Bacallao) les alerto que viene un spoiler: la “continuidad”, aunque hasta ahora tuvo todos los tintes de un drama denso (más bien de una película de catastrofismo) en su último capítulo se revela como una comedia sin final feliz, pero entre risas serán sus últimos minutos en pantalla. Ellos riéndose de nosotros, y nosotros riendo de lo tontos que fuimos.
Tan “bromistas” van desde hace tanto tiempo que ni se toman en serio cargos, funciones y “tareas” que se reparten como los roles en un juego de niños, es decir, “piteando”. Porque de lo que se trata es de simular que “manejan” un auto que no ayer ni antier sino hace años que se detuvo cuando el único que malamente lograba empujarlo (más que manejarlo) murió. Un carro que ni siquiera es un taxi (eso hacen creer) sino una carroza fúnebre que carga detrás el pesadísimo cadáver del putrefacto exconductor.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org