El camino del Gobierno para eliminar las restricciones a la compra de dólares
Por Pablo Fernández Blanco
Agentes del mercado, economistas y una parte de la conducción nacional comenzaron a vislumbrar una ventana que le permitiría a Javier Milei dar uno de los grandes golpes de efecto en la primera parte de su gobierno. Se trata de la flexibilización del cepo cambiario, un mal que llevó al extremo la gestión de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner, pero que pesa sobre la economía desde la caída electoral de Mauricio Macri.
Hay una fecha que se destaca en la pizarra: el tercer trimestre de este año, aunque los primeros capítulos de esa historia comenzarán a difundirse antes. De hecho, ya están redactadas algunas de las normas necesarias para desarmar la arquitectura que pesa sobre la compra de dólares. Será un trabajo conjunto entre el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores (CNV), que esperan la orden de Milei en coordinación con el ministro Luis Caputo.
La apertura del cepo es un ejercicio peligroso, que se hará con cuidado y cuando se cumplan determinadas condiciones. Es probable que la nueva fisonomía del control de cambios les permita a más pequeños ahorristas comprar una cantidad de dólares mayor a los US$200 actuales. Pero no se espera una libre circulación total en un plazo muy corto, a menos que el contexto de los próximos meses sea incluso más favorable de lo que esperan la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda.
La duda anterior recorre los despachos públicos. Se puede salir del cepo de a poco, o todo junto. Si Caputo se inclina por la primera opción, un hombre casi desconocido para la vida pública económica adquirirá un rol importante. Se trata de Roberto Silva, un abogado que está al frente de la CNV, el organismo que regula al mercado de capitales. Continuará con la parte final de la herencia que recibió de su antecesor, Sebastián Negri.
Negri, uno de los brazos operativos de Sergio Massa para fortalecer el cepo, siguió en su silla en los primeros días del gobierno de Milei. Caputo le ordenó deshacer parte de su trabajo. El propio Negri redujo el tiempo de espera para comprar dólares a través de la Bolsa a un día y eliminó una declaración jurada que hacía engorroso el proceso de dolarización.
Silva continuó ese camino y lo profundizó. En el momento en que el ministro dé la orden, se modificarán distintas reglas que hoy pesan en la operación con dólares. Se sacará completamente el parking (el tiempo de espera para terminar una operación), se terminará con el límite para comprar y transferir hasta $200 millones diarios para los inversores extranjeros y ya no habrá que avisar con cinco días de antelación cada vez que los locales quieran comprar dólares por encima de esa cifra a través del mercado de capitales.
La eliminación de lo anterior está a tiro de una firma, al igual que mejoras en la operación de los fondos comunes de inversión (FCI).
El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, también hizo ya parte del trabajo. Liberó las transferencias en dólares entre cuentas en el país. No hay límites a la cantidad de transferencias recibidas en una misma cuenta (el año pasado se podía recibir solo una por mes) y se eliminó la restricción a las transferencias a cuentas inactivas por 180 días.
Más que eso, Bausili marcó un cambio de época para los entendidos en temas cambiarios. Desde su llegada, el Banco Central actualiza el denominado texto ordenado de Exterior y Cambios. Son casi 200 páginas de una prosa difícil de transitar que explica qué se puede hacer con el dólar en la Argentina.
El kirchnerismo lo usó como una especie de barrera paracambiaria. Sacaba resoluciones sobre el dólar casi todas las semanas, pero no las mostraba todas juntas. Eso hacía que quien quisiera hacer una operación debiera mirar comunicación por comunicación, un trabajo agotador. Cuando un banquero o su cliente no están seguros de hacer algo, eligen no hacerlo por el temor a infringir la ley penal cambiaria.
El texto ordenado no se renovaba desde abril de 2022. La gestión de Miguel Pesce lo actualizó un día antes del cambio de gobierno, pero Bausili ya lo volvió a actualizar en pocos meses. Para los entendidos, es una señal inequívoca del rumbo hacia la normalización.
Bausili y Caputo tienen que tomar decisiones complicadas en las próximas semanas. Es muy probable que la flexibilización del cepo sea hacia adelante. Una vez más, el pasado es un problema. ¿Cómo se resolverán los stocks que dejaron Fernández y Kirchner? Allí está el dinero de las empresas que quieren girar utilidades al exterior e importadores que no aceptaron hasta ahora las propuestas del Gobierno para facilitar su acceso a las divisas.
Es difícil estimar de cuánta plata se trata. Una cuenta imperfecta podría sugerir que un indicio de ese monto está en la cantidad de pases del Banco Central. Son pesos emitidos y retirados porque nadie los quiere. Rondan los US$30.000 millones. Pero hay un universo de no residentes interesados en girar utilidades de los últimos años al exterior, por ejemplo. De acuerdo con la contabilidad oficial, la cifra ascendería a los US$60.000 millones. El temor es que ante una apertura total de las restricciones busquen una salida rápida hacia el dólar y generen un tsunami cambiario.
Esa lista de espera tendrá que alinear su impaciencia con las necesidades del organismo que maneja Bausili. El presidente del Banco Central podrá sacar las cuentas finas cuando terminen las colocaciones del Bopreal, el bono para calendarizar parte de la deuda comercial de los importadores. En ese momento se definirá si se avanza en la unificación del tipo de cambio.
Caputo tiene la presión de haber sido hasta ahora un buen alumno desde la mirada de quienes manejan el dólar y pueden provocar una devaluación. El hecho de que caiga la actividad económica, pierda peso el salario y languidezca el consumo contrasta con resultados favorables en otros números descarnados. Hay menos déficit presupuestario (incluso superávit), el Banco Central acumula reservas y dejó de financiar al Gobierno.
Los dueños del dinero confían en el ministro de Economía. Hay cifras documentadas que así lo acreditan. Las operaciones para comprar el denominado dólar futuro en diciembre de este año arrojan un precio de $1430. Es un valor que puede resultar elevado si se lo compara con los $848 de esta semana, pero sería una interpretación incorrecta.
El dólar a diciembre tiene hoy un precio que contempla un premio implícito del 86%, por debajo de la última corrección en la tasa de política monetaria que definió el Banco Central la semana pasada. Es una verdad reveladora: el mercado le cree a Caputo cuando dice que no va a devaluar. No sólo eso. Le tiene cada vez más confianza, algo que se puede expresar también con cifras: el dólar futuro valía más en enero que ahora.
De hecho, el equipo económico vivió una semana primaveral. Bajó las tasas de interés, mostró un número de inflación alto, pero menor al anterior, canjeó deuda y comunicó un resultado financiero positivo por segunda vez en tres meses. Caputo cree que las medidas que toma, rinden. Por eso le molesta que su palabra no tenga el mismo peso para todo el mundo. Al menos, así lo entienden quienes lo rodean.
Si bien el mundo financiero le creyó cuando dijo que no iba a devaluar, los fabricantes de productos de consumo masivo tienen más reparos con respecto a la baja anunciada de la inflación. Es el trasfondo de la pelea con ese sector. La expectativa del ministro es que en el jardín de las góndolas se sequen las promociones (los famosos 2×1) y florezcan los descuentos de hasta el 75%.
La dificultad para el gobierno de Javier Milei es que esa fortaleza cambiaria que parte de su equipo económico se puede convertir en una debilidad si no está a la altura de las expectativas que creó. El capítulo siguiente de un resurgimiento de la desconfianza es una corrida contra el peso.
Tanto Caputo como Bausili reconocieron en reuniones privadas en los últimos días que el objetivo es ir hacia una unificación cambiaria. En los papeles, esto implica que haya un solo valor para el dólar en el país y más reservas en el Banco Central. Hay cada vez más interlocutores con el equipo económico que no descartan una subsistencia edulcorada de los impuestos que hoy castigan a la compra de divisas para ciertos usos, como el ahorro o los pagos con tarjeta en el exterior.
La presión sobre el Gobierno llega también por el lado de la fábrica de dólares. El campo ha mostrado un sorprendente entrenamiento para pasar la crisis de la sequía con sobresaltos, pero menos estrés del esperado si se considera el tamaño del problema.
En julio próximo, los productores habrán cancelado los pagos de la mayor parte de sus obligaciones y sabrán realmente qué les queda. Cualquier expectativa de cambios en el valor futuro del dólar los estimulará a que se sienten sobre los granos.
Economía está apuntando con los dos ojos a ellos. De los US$15.000 millones que, según Milei, se necesitan para levantar el cepo, la mayor parte provendrá de ahí, dado que el resultado de la cosecha para este año se estima en más de US$30.000 millones. Sólo se puede esperar, por encima de eso, una ayuda adicional del Fondo Monetario Internacional, que está en discusión.
La apertura del cepo es una parte del proceso virtuoso que busca empujar el Gobierno. Junto al superávit fiscal, son las dos patas de una mesa sobre la que se apoyará la credibilidad de Javier Milei. A tal punto que, según Hacienda, acelerará el proceso de análisis de inversiones, el crecimiento, la baja de la inflación y hasta la reducción de impuestos.
La tercera pieza es la aprobación del paquete legislativo que impulsa Milei. Pese a los traspiés en el Congreso, su principal inspirador, Federico Sturzenegger, tiene cada vez más trabajo. Incluso tiene una oficina en la Quinta de Olivos -está cerca de su casa y no lidia con el tránsito- donde lo acompañan algunos colaboradores. Entre ellos, Lucas Llach.
La vieja conducción del Banco Central en la era de Mauricio Macri encontró allí un lugar acogedor para encontrar alternativas de desregulación de la economía. Está prohibido hablar de coyuntura macroeconómica para no pisar la vereda de Caputo.
El trabajo de ese equipo es una evidencia más de que la eliminación paulatina de las restricciones está atada, aunque el Presidente no quiera, a su capacidad de convencer a la política para que convalide su proyecto económico.
Otra vez, los números hablan: el dólar futuro dejó de bajar cuando se retiró de Diputados el proyecto de ley ómnibus, por el que el Gobierno vuelve ahora a la carga. Y la deuda argentina abrió en caída el día después del rechazo al DNU en el Senado, esta semana.
Milei lo sabe. Responsabilizó a los “orkos” de la Cámara alta por el retroceso de los bonos. Es una conciencia incómoda. La apertura del acceso al dólar será con menos sobresaltos si la acompaña la casta.
Fuente La Nacion