Por Juan Bautista Tata Yofre
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas, encabezadas por la junta militar compuesta por Videla, Massera y Agosti, tomaron el poder. Los sectores políticos que alentaron el derrocamiento de Isabel Perón y formaron parte del gobierno de facto. El fracaso de los militares. Qué hubiera pasado si ganaban los terroristas. Y la hora de la revancha
El pasado martes 19 fui invitado a la Casa de Gobierno para dar una corta exposición para una película sobre el 24 de marzo de 1976. No fue un día cualquiera porque volvía después de 22 años a recorrer sus pasillos y algunos salones. Grande fue mi sorpresa cuando la gente joven salió a saludarme y acompañarme al Salón Blanco donde serían filmadas mis palabras. Durante el corto lapso de tiempo que me asignaron no hice otra cosa que repetir lo que vengo reseñando con el mismo rigor documental desde “Nadie Fue” (2006) y los 14 libros que lo siguieron con mi editorial Sudamericana e Infobae. Tenía muchas cosas para contar pero el tiempo no me ayudó. Ahora de una manera más ordenada, como aprendí leyendo a Adolfo Saldías, les cuento a los lectores:
El 24 de marzo de 1976, la mayoría de los argentinos sintieron que llegaba el final de la “agonía” y la incerteza, como le expresó reservadamente Ricardo Balbín a Jorge Rafael Videla, en febrero de 1976, cuando no se sabía qué iba a pasar al día siguiente. Tras el golpe de estado hubo un apoyo silente: Al mejor estilo wagneriano desfilaron frente a los ojos de la sociedad los tiempos de Héctor J. Cámpora, Raúl Lastiri y José López Rega. Los enfrentamientos en Ezeiza, las universidades destrozadas, la maratón de los precios, la carrera por el dólar, los salarios devorados por la inflación. El desabastecimiento y las colas. La violencia diaria desde todos los extremos, con su demostración obscena de armas y muertos. El paro de las empresas fabriles y el campo, el “lockout” patronal. El “comandante” Mario Firmenich y su “cuanto peor mejor”, “la guerra revolucionaria prolongada” del PRT-ERP comandando por Mario Roberto Santucho. “Haremos de la Argentina otra Cuba” como afirmó Marcos Osatinsky jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, instruido en la academia Frünze de la Unión Soviética. La Triple A y el Altar de la Patria. La guerra en Tucumán. Los asaltos a los cuarteles, entre otros, el Comando de Sanidad, Batallón “Fray Luís Beltrán de Rosario, Arsenales 121 Catamarca, Villa María, Azul, Monte Chingolo y las oficinas del Estado. El vacío de poder. Y la carencia de propuestas de toda la clase dirigente para salir del maremagno.
Vespertino “La Tarde” del 29 de marzo de 1976
Es cierto, el 24 de marzo de 1976 no hubo mucha gente en la Plaza de Mayo para vivar al régimen militar que nacía, aunque existió un silencio expectante y mayoritario. Tampoco fue mucha gente el día anterior para defender la democracia que, supuestamente, encarnó María Estela Martínez de Perón. El gran respaldo que tuvo el golpe cívico-militar se fue perdiendo en el tiempo hasta quedarse sin oxígeno. A principios de 1979 pude conseguir un trabajo en el exterior pero no fui al Salón Blanco a hablar de eso. Cuando el metejón de la sociedad se terminó, como no pudieron explicar su propia desazón, inventaron la guerra contra Gran Bretaña, la OTAN y los EEUU. Ah, y en un comienzo la sociedad (representada en las manifestaciones de la Plaza de Mayo y las principales capitales de las provincias) les brindó su total apoyo. Basta recordar la dirigencia política, gremial y empresaria que viajó a Malvinas, cuando asumió el general Mario B. Menéndez y las “presencias” en Plaza de Mayo el 10 de abril de 1982.
El 25 de marzo de 1976, entre sus primeros actos de gobierno, la Junta Militar suspendió la actividad política de los partidos tradicionales, incluido el Partido Comunista Argentino pero proscribió al Partido Comunista Revolucionario, el Partido Comunista Marxista Leninista, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Obrero Trotskista y el Partido Obrero. Horas más tarde, el PCA emitió una declaración en la que se señalaba: “Ayer, 24 de Marzo, las F.F.A.A. depusieron a la presidenta María E. Martínez, reemplazándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas. No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un límite extremo ‘que agravia a la Nación y compromete su futuro’, como dice en uno de los comunicados de las F.F.A.A.”
23 de marzo de 1976. “La Tarde” y su periodismo de anticipación
“El PC está convencido de que no ha sido el golpe el método más idóneo para resolver la profunda crisis política, cultural y moral. Nos atendremos a los hechos y a nuestra forma de juzgarlos: su confrontación con las palabras y promesas”. Fue una declaración moderada, no condenatoria del golpe, que iba en consonancia con algunas consignas de los jóvenes comunistas: “Videla, Viola, éste es un golpe piola”.
El líder de la Unión Cívica Radical (UCR) Ricardo Balbín sostuvo en una carta publicada por “La Opinión” que “recibimos con satisfacción que las Fuerzas Armadas en el poder, haya ratificado su voluntad de arribar a un proceso democrático y republicano. Que no hayan definido otros enemigos que los responsables de las deshonestidades administrativas y la quiebra moral y los que han marginado voluntariamente el proceso recurriendo a la subversión y al terrorismo y que hayan reconocido la necesidad de los partidos políticos.”
El reconocimiento al hecho anticonstitucional fue casi general en la dirigencia partidaria. Se expresó no solo con palabras si no con hechos. El gobierno de Videla y la Junta Militar contó con la participación de funcionarios de extracción política en el Estado Nacional y provinciales. El Cuerpo Diplomático fue nutrido con dirigentes políticos… hasta del peronismo (caso del embajador argentino en La Habana).
Videla con los directores de los diarios después del golpe
Hasta fines de 1978 –como se informa en la página web del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), presidido por el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, los intendentes con “tendencia política definida en todo el país” eran: Unión Cívica Radical: 310 intendentes, 53,3%; Justicialismo: 169 intendentes, 19,3% ; Demócrata Progresista: 109 intendentes, 12,4% ; Movimiento de Integración y Desarrollo, liderado por Arturo Frondizi, (MID): 94 intendentes, 10,7% ; Fuerza Federalista Popular, liderado por Francisco Manrique: 78 intendentes, 8,9% ; Partidos Conservadores ajenos a organizaciones nacionales: 72 intendentes, 8,2% ; Neoperonistas: 23 intendentes, 2,7% ; Demócratas Cristianos: 16 intendentes, 1,8% ; Partido Intransigente, de Oscar Alende: 4 intendentes, 0,4%.”
El lunes 29 de marzo asumió Jorge Rafael Videla en la Casa de Gobierno. A no muchos kilómetros de ahí la policía bonaerense entró en una vivienda donde se desarrollaba una cumbre de la Junta Coordinadora Revolucionaria de la que participaban miembros del PRT-ERP y miembros de grupos terroristas de Chile, Uruguay y Bolivia. Tras el enfrentamiento en la quinta “La Pastoril”, Videla recibió a los directorios de los diarios en un salón de la Casa de Gobierno. En la tapa de “La Tarde”, Jacobo Timerman, director de La Opinión y padre del director del vespertino, se ocupó de salir fotografiado en primer plano. Su hijo Héctor también asistió.
A cuarenta años del suceso, con estos datos en la mano, más innumerables hechos que conformaron la dictadura militar, a Mario Eduardo Firmenich le fue muy fácil sostener: “La dictadura de Videla tuvo consenso social, si no, no hubiera existido… Esa gente que pidió el golpe de Estado… después muy hipócritamente, dijo: Me lavo las manos, no sabíamos nada, ¡ay, qué barbaridad! Las cosas que hacía; este hombre es un demonio.”
Escrito de Videla ante los jueces: “Que fuimos crueles ¡vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una Patria…la salvamos como creíamos que debíamos hacerlo. ¿Hubo otros métodos? Nosotros no los vimos, ni creíamos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa al rostro y gocen de los resultados. ¡Nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres!”
“Clarín”, al año de producido el acontecimiento militar escribió: “La naturaleza de los resultados que se persiguen impone un progresivo grado de participación ciudadana, ya que si la obra no es compartida, el sistema institucional que se funde, que tendrá a la civilidad como protagonista, tiene escasas perspectivas de perdurar. Ello no implica, desde luego, abrir las puertas para que ingrese la vieja política.” ¿La vieja política? ¿La que había fracasado? Volvieron todos ante la huida castrense del poder en 1983.
El periodista Heriberto Kahn, en “La Opinión” del 27 de marzo de 1976, escribió: “No es un secreto para nadie que las Fuerzas Armadas contribuyeron casi ilimitadamente a evitar el colapso de las instituciones, pero sus esfuerzos, como los de la oposición, fracasaron porque las instituciones no se ayudaron a sí mismas, hasta el punto de abandonar a un total y absoluto vacío de poder a un país desquiciado, dominado por la corrupción y azotado por una violencia que sumergió en la inseguridad a todos los argentinos.”
Isabelita, López Rega y los edecanes militares en la residencia de Olivos
Por decir lo menos, la administración militar que derrocó a Isabel Perón generó en siete años un gran desastre. El gobierno militar de facto entregó el poder en 1983, tras la derrota de la Guerra de Malvinas (1982). Durante el período de siete años tuvo cuatro jefes de Estado, sin contar los interinatos: Jorge Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Bignone. Nunca se resolvió el problema de los desaparecidos y existió un intento de auto amnistía que fue rechazado por la dirigencia política, no por el peronismo. Primó durante las gestiones de Videla y Viola la ausencia absoluta de mando militar. Cada jefe de Cuerpo era un “califa” (grandes jefes regionales) que hacían y deshacían a su antojo. Si el Ejército estaba sin mando mucho más lo estaba el Estado. Había tres jefes de las FFAA que se lo dividieron en un 33% para cada Fuerza.
Al año siguiente del golpe la visión de Ricardo Balbín era diferente. El 1º de diciembre de 1977, en un “off the record” con el autor observó: “Yo hasta hace poco tiempo tenía entendido que había militares malos y buenos, duros y blandos. En estos momentos considero que existen militares que se quieren quedar mucho tiempo en el gobierno y militares que se quieren quedar muchos más.” Hablando sobre los diferentes discursos públicos de los altos jefes militares en esos días, observó: “Todos se contradicen, es un caos, yo no sé dónde va a terminar todo este proceso, pero lo veo mal, sin alternativas”.
Más categórico y más crítico, el almirante Emilio Massera, un miembro de la Junta Militar, afirmó el 25 de diciembre de 1977 en un “off the record”: “El actual gobierno militar es el peor que ha habido en toda la historia de los gobiernos militares”. Y siguió: “Yo soy pesimista con respecto a la situación económica, si esto sigue así me voy a tener que ir”. No lo decía Balbín o el peronista Deolindo Felipe Bittel. Lo afirmaba uno de los jefes militares que tomaron el poder el 24 de marzo de 1976.
Ahora debemos preguntarnos: ¿Qué hubiera sucedido si ganaban Montoneros, el PRT-ERP y los demás grupos terroristas? Respuesta de Roberto Mario Santucho a su hermano “capitán” Asdrúbal (“Chicho”): “Creo que para lograr la patria socialista vamos a tener que matar a no menos de un millón de personas.” Héctor Leis, un ex miembro de Montoneros, conto en su libro “Testamentos de los Años 70″ que un miembro de la organización le dijo que “existía un cálculo inconfeso de medio millón de víctimas, entre prisión y fusilamientos que serían necesarias luego de tomar el poder”. O el parte de guerra de Montoneros (26 de junio de 1977): “¡El ejército Montonero aniquila!” Y la verdad es que por su acción aniquiló militares, sacerdotes, policías, gendarmes, empresarios, mujeres y hombres comunes, niños.
Párrafos del informe sobre la redada al ERP del 29 de marzo de 1976
No deseo terminar sin antes citar al periodista Jesús Iglesias Rouco, columnista de “La Prensa”. El 24 de marzo de 1982 (a días de la ocupación de Puerto Argentino), mientras muchos colegas callaban, el “Gallego” –que no era precisamente un hombre de izquierda—les dijo a sus lectores, militares y civiles: “Junto con las diversas dictaduras peronistas, estos seis años de ‘proceso’ serán recordados como una de las etapas inconcebibles de la historia argentina […] Y aun así mañana, con la devastación a la vista, quienes ahora detentan el poder va a celebrar el inicio de semejante estado de cosas. Parece, en verdad, demasiado. También resultaría excesivo cargar exclusivamente este saldo en la cuenta de los jefes de las Fuerzas Armadas, o en las Fuerzas Armadas mismas. Lo más grave de la situación actual es que por acciones u omisiones sistemáticas, la mayor parte de la ciudadanía argentina, incluida la más ilustrada, también tiene algo que pagar a su historia; y que todavía no acepta tal obligación, o no la comprende. Pero, como suele decirse, la vida continúa, hasta para quienes se empeñan en ver nacimientos donde sólo deberían ver funerales.”
Y queda por decir que los militares tuvieron su calvario. Cuando el país, aparentemente, restañaba sus heridas, en la última década, los que nada habían hecho en los años del Proceso, abrieron la ranura del dolor para dar paso a un sistema que más tiene de represalia que de Justicia. A la Argentina se le hizo necesario un Konrad Adenauer o un Juan Domingo Perón de 1973/1974. No los tuvo y los terroristas, o mal llamados “jóvenes idealistas”, lanzaron su die stunde der rache (la hora de la venganza) que hoy todavía continua.
Fuente Infobae