El viernes pasado, un oscuro capítulo se escribió en la historia reciente de Rusia, cuando el ISIS-K, una facción del grupo extremista ISIS, se atribuyó la autoría de los atentados ocurridos en una sala de conciertos cerca de Moscú. Los informes oficiales indican que al menos 133 personas perdieron la vida y más de 140 resultaron heridas en el devastador ataque.
ISIS-K, una abreviatura para el Estado Islámico de Jorasán, surgió como una ramificación del ISIS original, inicialmente activo en Siria e Irak. Sin embargo, este grupo encontró su nicho en la región de Khorasan, que abarca partes de Afganistán y Pakistán. A diferencia de otras células de ISIS, que se han centrado en llevar a cabo ataques en el extranjero, ISIS-K ha estado inmerso en enfrentamientos con los talibanes afganos.
Su presencia en Afganistán se remonta a 2015, un año después de que el ISIS original, surgido como una rama de Al Qaeda, se apoderara de vastas franjas de territorio en Oriente Medio y declarara un califato. Desde entonces, ISIS-K ha representado una amenaza persistente en Afganistán y Pakistán, reclutando a antiguos miembros del Tehrik-i-Taliban pakistaní y desertores de los talibanes, así como de la red Haqqani, un grupo criminal vinculado a estos últimos.
La letra “K” en su nombre hace referencia a Jorasán, una región que abarca múltiples países, incluidos Pakistán, Afganistán, partes de Asia Central, Irán e incluso fragmentos de India y Rusia, que el grupo considera como parte de su futuro califato.
A pesar de compartir un trasfondo ideológico, los talibanes mantienen una relación hostil con ISIS-K. Mientras que los talibanes buscan establecer un gobierno islámico en Afganistán, ISIS-K aspira a un califato global y ha criticado la negociación de los talibanes con Estados Unidos. Durante las conversaciones que llevaron a la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, los talibanes se comprometieron a evitar que grupos como Al Qaeda y ISIS-K utilicen Afganistán como base para ataques contra Estados Unidos y sus aliados.
A pesar de su retórica agresiva, los informes de inteligencia sugieren que ISIS-K sufrió importantes reveses en los últimos años. Según un informe de la ONU de 2020, el grupo contaba con tan solo 2200 combatientes en Afganistán después de sufrir derrotas a manos de las fuerzas estadounidenses y afganas en la provincia de Nangarhar, en el noreste del país.
El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) señala que, desde enero de 2017, ISIS-K fue responsable de casi 100 ataques contra civiles en Afganistán y Pakistán, así como de enfrentamientos con fuerzas de seguridad estadounidenses, afganas y paquistaníes.
Los recientes atentados en Moscú vovieron a poner a ISIS-K en el centro de la atención mundial. Según los informes, varias personas armadas irrumpieron en el recital en el Crocus City Hall, al noroeste de la capital rusa, y abrieron fuego indiscriminadamente contra los asistentes al evento.
“Hubo dos tiroteos en paralelo, tanto dentro como fuera del recinto, donde se presentaba la banda Piknik”, informaron las autoridades locales. Además de los disparos, se desencadenó un incendio en las instalaciones, presuntamente provocado por los atacantes, lo que contribuyó al caos y la confusión en el lugar. Posteriormente, se reportó una explosión en el edificio, que causó el colapso parcial del techo.
Fuente El Cronista