El año que amaneció como un calvario por el fichaje de Hamilton es una pura delicia para Carlos Sainz en el Ferrari. Ha disputado tres carreras (una menos, por la apendicitis) y ha conseguido tres podios. Rendimiento potente en un coche de primera y en Japón un Sainz estelar que doblegó en el tramo final a Leclerc (el que se queda en Ferrari), Norris, Hamilton y Russell.
Max Verstappen, que sigue en modo invisible consumiendo victorias y kilómetros en cabeza que a nadie interesan, logra su tercer triunfo de 2024. Fernando Alonso, que pronosticó ser noveno, terminó sexto.
Sainz está en racha, lo siente él y lo perciben todos sus colegas de profesión después de haber recibido condolencias por las malas noticias. La contratación de Hamilton que lo deja en el desempleo, la operación de apendicitis que lo apartó de Arabia, la incertidumbre de su futuro en la F1…
En vez de lamentarlo, Sainz ha reaccionado con voz alta. Lo hace en su última temporada en Ferrari, cuando lo tiene perdido, un gran piloto sin coche, tal vez debió sacar el diente mucho antes. Pero todo lo que perpetra este año, le sale de fábula.
Carlos Sainz está por encima del rendimiento de su compañero Leclerc, la teórica estrella del equipo, más marketing, tal vez más glamour, más reconocimiento de los hinchas italianos que llevan décadas y siglos apoyando a Ferrari como si fuese la selección nacional de F1.
El madrileño se beneficia del monoplaza que Ferrari ha puesto a su servicio. Un coche que no desgasta los neumáticos como el año pasado, cuando las últimas vueltas de cada rueda eran un suplicio. El Ferrari cumple y Sainz lo da todo como si la F1 se acabase mañana.
En esta reivindicación perpetua, tres carreras, tres podios, el español se ha quitado la carbonilla y ataca, muestra el diente, piensa en su resultado más que en el equipo que ya le dio de lado. Y por ahí salen ganando el piloto y la escudería.
Ganador invisible
Suzuka deparó una carrera muy táctica, gobernada por las estrategias, tirando al aburrimiento por el sinfín de paradas y neumáticos en juego, catenaccio futbolero con 0-0 en el marcador. Se escapó Verstappen y la televisión no le volvió a enfocar hasta la última vuelta.
Hubo doble salida por un accidente inicial de Albon y Ricciardo y la degradación de las ruedas marcó el devenir de la prueba. La gestión de los neumáticos será la clave para definir resultados, pero es tediosa para los aficionados.
El desenlace fue mucho más interesante que el proceso hasta las últimas vueltas, siempre al mando Verstappen y su compañero de Red Bull Checo Pérez. El mexicano se muestra este año mucho más sólido que el anterior y ocupa el lugar que le corresponde, segundo en Japón, en la pole, en el Mundial, en todo.
En el tramo final, Sainz salió séptimo de la última parada en los garajes. Tenía que superar a cuatro primeras espadas para escalar al podio. Contaba con la ventaja de neumáticos más frescos y un ritmo superior del Ferrari 55 en sus manos. Sainz se deshizo de Hamilton en el final de recta, de Russell en la parada de éste, de Norris en otro adelantamiento, y finalmente de su compañero Leclerc, quien no presentó oposición después del mensaje del garaje. «Tu pelea es con Norris», le dijeron.
Así subió Sainz a su tercer podio del curso, tan alto su estatus que ahora mismo es un caramelo en el mercado, tan motivado como está por seguir en la F1 en un coche potable.
Fernando Alonso anticipó en la entrevista antes del GP que la simulación le daba noveno, aunque salía quinto. Su jefe, Mike Krack, ironizó con una sonrisa: «Fernando siempre promete algo y luego da siempre más».
Lo hizo. Después de las paradas en boxes, llegó el tiempo de defender el botín. Y en eso, como en muchas otras cosas, el asturiano es un maestro. Contuvo a Piastri y su McLaren durante muchas vueltas al estilo Checo Pérez en Brasil hasta alcanzar ese sexto puesto que le sabe a gloria.
Fuente ABC