Antonio Ángel Ortiz Martínez. Español, nacido en Jaén, hace 52 años. Este nombre, tan común, pocos recuerdos avivará en la población general. Pero el apelativo del pederasta de Ciudad Lineal pone los pelos de punta a quienes sufrieron (o conocieron), hace justo ahora una década, la barbarie de este sujeto, uno de los delincuentes más buscados desde el 10 de abril 2014. La operación Candy, un macrodispositivo policial que se extendió hasta su detención, casi seis meses después, puso patas arriba a los distritos de la zona noreste de Madrid y el municipio de Coslada.
Este individuo ha pasado casi una década en el penal de Herrera de la Mancha, con la nómina de criminales más abyectos de nuestro país. Desde hace unos meses, se ‘hospeda’ en la cárcel de Jaén, su localidad de origen, a petición propia; supuestamente, para estar más cerca de la poca familia que le queda, la misma que no quiere saber absolutamente nada de él.
Esa ‘mudanza’ casi ha coincidido en el tiempo con la venta que los herederos de su madre, entre quienes están las hermanas de Ortiz, del piso de los horrores: la vivienda de la calle de Santa Virgilia (Hortaleza) que en aquel tiempo estaban reformando y donde el pederasta se llevaba a sus víctimas para retenerlas y violarlas.
Aquella mañana de primavera de 2014, ABC daba a conocer el secuestro de una niña mientras iba a comprar golosinas con dos amigas a una tienda del parque de San Juan Bautista. Eran las 20.40 horas y su madre, que estaba en un velador justo delante, empezó a echarla de menos. Un hombre con buena planta se la había llevado con el siguiente engaño: «Ven, que te voy a probar una ropa, que te voy a poner unos trajes de modelo. Tu madre lo sabe, yo la conozco, ella está en el coche esperando». Tras un llamamiento por redes sociales, en el que participaron incluso actores españoles de renombre, la pequeña fue encontrada pasada la 1 de la madrugada en el Metro de Canillejas, sola y aturdida. Había permanecido secuestrada en un piso por este monstruo, que la vejó sexualmente.
Lo que parecía un caso aislado se convirtió, el 17 de junio, en una pesadilla. Una menor china de 5 años fue raptada y también corrió la misma suerte cuando jugaba en la puerta de la tienda de sus padres, en plena tarde luminosa, en la calle de Luis Ruiz, cerca de Ascao. Este periódico informaba aquella misma noche del episodio, pero también de que se trataba del mismo sujeto que actuó en San Juan Bautista: había nacido mediáticamente el pederasta en serie de Ciudad Lineal. Luego, se supo que ya en septiembre de 2013 había raptado a una menor en San Blas.
Se movieron el cielo y la tierra, en una investigación liderada por la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de la Jefatura Superior de Madrid. La unidad de Caballería se trasladó a los parques de Ciudad Lineal, San Blas y Hortaleza; se controlaron cientos de miles de conductores de coches y sus matrículas, especialmente aquellos modelos pequeños de Toyota de color gris metalizado (a tenor de los datos aportados por la víctima de abril, de apenas 9 años entonces); se investigaron cientos de gimnasios (Ortiz destacaba por su cuerpo hipertrofiado a base de pesas y esteroides); se desempolvaron las bases de datos de delincuentes sexuales desde años atrás; los agentes, muchos a costa de sus vacaciones de verano, analizaron bloque por bloque las fachadas de los edificios de viviendas que marcaba el círculo de Canter (escudriñar un terreno en función de los movimientos y zonas de actuación de un criminal)… Hasta se llegó a investigar a policías.
Madrid con su corazón en el puño y España entera consternada esperando la caza del enemigo público número 1, al que el común de la ciudadanía no ponía rostro ni nombre. Hasta que, a las 7.37 de la mañana del 24 de septiembre, Ortiz fue apresado en Santander, a donde había huido, presionado por el cerco policial, a refugiarse con un tío materno. Entonces, se le atribuían cinco agresiones sexuales salvajes a niñas de entre 5 y 11 años y tres tentativas. La sentencia que lo condenó a 70 años de cárcel (de los que solo cumplirá un máximo de 20, por lo que como muy tarde saldrá en libertad en septiembre de 2034, cuando tenga apenas 62) dictaminó al final cuatro agresiones sexuales y detenciones ilegales.
Conexión con Los Miami
Se libró del intento de homicidio (a la menor de las niñas estuvo a punto de matarla) y de dos delitos de lesiones. El Tribunal Supremo confirmó el fallo el 16 de enero de 2018, con Manuel Marchena como ponente.
La primera prisión que pisó entonces Ortiz (quien ya había estado encarcelado por colaborar, entre otros, con un grupo de matones relacionado con los Miami y los Rompecostillas, en Alcalá de Henares) fue Soto del Real. Tras su condena, fue trasladado a Herrera de la Mancha (Ciudad Real), el penal en el que se encuentran los asesinos y depredadores más conocidos del panorama criminal patrio. Allí ha pasado años en el módulo de aislamiento, en primer grado. Apenas eran seis reos en esa zona, entre quienes destacaban Tony King (asesino de Sonia Carabantes y Rocío Wanninkhof), Miguel Carcaño (caso Marta del Castillo), José Bretón (filicida de los niños de Córdoba, Ruth y José), Sergio Morate (acabó con las vidas de Marina Okarynska y Laura del Hoyo), Santiago del Valle (el sujeto que mató a la niña Mari Luz)… Lo peor de cada casa.
«Ese perfil de internos suele estar en aislamiento, aunque, a raíz de las obras que se están acometiendo en Herrera de la Mancha, se les ha pasado a un módulo de respeto, donde hay unos cien presos», explican fuentes penitenciarias, que abundan así en el carácter de estos delincuentes: «Son muy elitistas a la hora de elegir a la gente con la que se relacionan. No suelen tener sanciones, no hacen ruido, no dan problemas. Su trato, como es el caso de Ortiz, es respetuoso con nosotros». El pederasta de Ciudad Lineal prácticamente no ha tenido visitas en estos diez años; apenas una media de tres por año, generalmente de su madre, ya fallecida. Nadie más. Al principio, le costó adaptarse, más que nada por temor al perfil de sus compañeros de ‘hotel’, explican otras fuentes. Al pasar al módulo de respeto, se le aplicó el artículo 100.2 del reglamento, de manera que, aunque seguía en primer grado, tenía una cierta libertad de movimientos en la cárcel más propia del segundo grado. Por ejemplo, además de haber compartido muchas horas de gimnasio con King, Morate y Carcaño («sigue estando muy cachas», indican), pasaba mucho tiempo libre en la biblioteca, donde hay acceso a ordenadores (sin acceso a internet) y lee mucho. Eso sí, no ha aprovechado la coyuntura para estudiar una carrera universitaria ni similar. Ortiz, en su día, no tenía una profesión fija, aunque se le conocía trabajos en la compra-venta de coches.
Un ‘pendrive’ oculto
En ese régimen más o menos ordinario ha coincidido también con otro de los peores pederastas de las últimas décadas, Francisco Javier Almeida, condenado a prisión permanente revisable por matar y agredir sexualmente a Álex, un vecino suyo en Lardero de 9 años.
Hasta que en el módulo se empezaron a detectar objetos prohibidos a distintos internos. En un cacheo ordinario, a Antonio Ortiz le hallaron un ‘pendrive’ con películas, series y música. Al parecer, consumía este material (que alguien de visita entregó a los reos) metiéndolo en el puerto USB de su televisor, por lo que la prisión optó con condenar estas entradas a los aparatos. Y se le cambió del módulo 2 al número 3.
En esa época, tuvo a varios compañeros de celda, ninguno destacable. «Físicamente, sigue cuidándose mucho, tanto en la vestimenta como con su cuerpo, además con su forma de estar. Sigue en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento 5 (FIES). En septiembre, se le concedió el traslado a Jaén, un centro más tranquilo, donde ahora se encuentra en segundo grado. Se levanta y a las 7.45 de la mañana es el primer recuento; a las 8.30 es la apertura de puertas y luego tiene tiempo para actividades diversas, que él dedica al gimnasio y a la biblioteca. Luego, come con el resto de internos en el comedor del módulo y sube de nuevo a la celda a las dos de la tarde. Después, más tiempo libre, incluido el patio, hasta la cena. A las ocho o las nueve de la noche, hora de encerrarse de nuevo.
El 31 de diciembre tenía agendada una comunicación con su madre, coincidiendo con la Nochevieja, pero ella no apareció. Algo extraño porque la mujer, muy respetada en Santa Virgilia, llevaba más de un año fallecida. Las personas del entorno de Ortiz con las que ha hablado este periódico señalan que la mujer se mudó al piso de los horrores cuatro o cinco años después de los hechos. Sus hijas lograron venderlo hace unos cuatro meses; eso sí, la familia que ha adquirido la vivienda, de unos 130 metros cuadrados, sabía donde se metía. Por eso, por la negra sombra que arrastra, les salió bastante más barato de los 400.000 euros por los que se venden otros similares en el barrio.
En la comunidad de la calle de Campezo, junto al centro comercial Plenilunio, donde el pederasta residía con su novia y el hijo de ella en aquella época, esta semana ya nadie se acordaba de él. Allí, Antonio Ortiz era uno más, nadie conocía al diablo.
Fuente ABC